Es impresionante meditar cómo Dios no abandonó nunca a su pueblo, pero el pueblo, aunque prometió fidelidad, continuamente falló a Dios.
Esto nos pasa fácilmente a nosotros: prometemos tanto a Dios y, sin embargo, caemos en la infidelidad.
- Jeremías
Habla de una nueva
alianza de Dios con Israel que «quebrantaste mi alianza», a pesar de
tantos prodigios del Señor.
La nueva alianza de
Dios es: «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones. Yo seré
su Dios y ellos serán mi pueblo».
Llegará un momento
en que nadie tendrá que enseñar a otro porque «todos me conocerán, desde el
pequeño al grande, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados».
Todo esto es muy
bello, pero no olvidemos que tenemos una libertad que Dios respeta.
Este tesoro (la libertad) puede poner en peligro las maravillas de Dios en cada uno de nosotros.
- Salmo 50
Qué bueno es
repetir este salmo, sobre todo durante la cuaresma, y meditarlo para
prepararnos a hacer una buena confesión para comulgar con amor nuevo en la
«pascua florida»:
«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado».
- Carta a los hebreos
Nos lleva al huerto
de los olivos y nos presenta a Jesús que «a gritos y con lágrimas presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte».
Pidió por todos y
así se convirtió en el Salvador de todos los hombres por su sometimiento a la
voluntad del Padre.
Así «se ha
convertido para los que le obedecen en autor de salvación eterna».
Aprendamos a obedecer al Padre, como hizo y nos enseñó Jesús, y esa obediencia será nuestra salvación.
- Aclamación
Jesús vino a servir
y no a ser servido. Por eso nos enseña: «El que quiera servirme que me siga,
y donde esté yo, allí también estará mi servidor».
El servicio fue la característica de Jesús y lo mismo pide a los que le seguimos, porque el amor de Dios se traduce en servicio al prójimo.
- Evangelio
«Si el grano de
trigo no cae en tierra y muere se queda infecundo, pero si muere da mucho
fruto».
La muerte para
nosotros es ir matando el amor propio y dedicarnos a servir al prójimo imitando
a Jesús, que sirvió hasta la muerte en cruz. Este es el servicio más grande que
nos ha salvado a todos.
Suele decirse que,
en este párrafo de San Juan, el evangelista nos presenta, de alguna manera, la
oración del huerto:
«Ahora mi alma está
agitada, ¿y qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he
venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».
La voz del Padre
Dios dice: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
La gente no
entendió y Jesús termina aclarando que el Padre lo glorificará cuando sea crucificado
y entonces: «atraeré a todos hacia mí».
Se acerca la Pascua
de Jesús, acerquémonos también nosotros a Él para glorificarlo porque en su
muerte está nuestra salvación.
***
Aprovechemos para
invocar a San José, Patrono de la Iglesia universal, cuya solemnidad
celebraremos el próximo martes 19:
+ Padre amado, San
José, enséñanos a amar.
+ Padre San José,
luz de ternura, ayúdanos a querernos en la Iglesia como en familia.
+ Padre San José, obediente,
ayúdanos a obedecer con humildad los mandamientos del Padre Dios.
+ Padre San José, acogedor,
enséñanos a acogernos unos a otros porque en el prójimo está Jesús.
+ Padre San José,
modelo de valentía creativa, enséñanos a descubrir caminos nuevos para que sea
eficaz nuestra caridad y servicio.
+ Padre San José, trabajador,
ayúdanos a trabajar y a conseguir el trabajo necesario para vivir dignamente.
Terminamos
diciendo:
San José, cuida de
la Iglesia de Jesús para que vivamos en el amor que Jesús nos pidió. ¡San José,
ruega por nosotros!
José Ignacio Alemany Grau, obispo