Cuando tenía unos veinte años, alguna vez pensé que nunca se cobraría el agua.
También me parecía imposible que alguien pudiera tener seis maridos, como leía en el Evangelio de la Samaritana.
Ahora sabemos que
el agua se vende y hay personas con numerosos ¿maridos?
¿Tiene esto
remedio?
El Evangelio del ciclo A, que preferiremos hoy, según lo permite la liturgia, nos dará la respuesta.
- Éxodo
«En aquellos días
el Señor pronunció las siguientes palabras».
A continuación,
narra el decálogo o los diez mandamientos, como solemos llamarlos.
Por mi parte les
permito recordar ese decálogo según aprendimos en el catecismo desde pequeños:
1° Amar a Dios
sobre todas las cosas.
2° No jurar su
santo nombre en vano.
3° Santificar las
fiestas.
4° Honrar padre y
madre.
5° No matar.
6° No decir ni
hacer nada contra la castidad.
7° No hurtar.
8° No levantar
falso testimonio ni mentir.
9° No desear la
mujer de tu prójimo.
10° No codiciar los
bienes ajenos.
Estos diez
mandamientos se encierran en dos: en servir y amar a Dios sobre todas las cosas
y al prójimo como a ti mismo.
Cuando el ambiente
se rebela contra el Dios legislador se pasa muy mal.
No es difícil demostrarlo cuando miramos la realidad social que ha marginado al Creador y su ley.
- Salmo 18
El salmista se
dedica a glorificar a Dios y alabar los decretos que nos ha dado para caminar
con paz en el alma y en nuestro ambiente social:
«La ley del Señor
es perfecta y es descanso del alma. El precepto del Señor es fiel e instruye al
ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón… La voluntad del Señor es pura y eternamente estable».
- San Pablo
El apóstol advierte
a los corintios que los judíos exigen signos y los griegos buscan sabiduría. La
respuesta para todos ellos es esta: «Predicamos a Cristo crucificado».
Esto resulta
escandaloso para los judíos, y al resto de los pueblos les parece una necedad.
Sin embargo, para todos, el crucificado es el Mesías que es «fuerza de Dios y sabiduría de Dios».
- Versículo de aclamación
El del ciclo B, nos invita a pensar en la generosidad del Padre Dios que nos ha entregado a su Hijo como Salvador y nos advierte que si lo aceptamos tenemos asegurada la vida eterna: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único».
- Evangelio (Tomado del ciclo A)
Jesús comienza el
diálogo con la samaritana que ha sacado agua del pozo con un balde: «Dame de
beber».
Era la única forma
posible de empezar un hombre el diálogo con una mujer que, además, era
samaritana.
La mujer se admira,
pero entra en conversación: «¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí
que soy samaritana?»
Jesús aprovecha
para decirle: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de
beber le pedirías tú y él te daría agua viva».
La samaritana se
extraña de que Jesús pueda hablar de agua viva junto a un pozo profundo sin el
cubo necesario para sacarla.
Cuando Jesús habla
del agua viva que Él tiene y ofrece, la mujer le dice: «Señor, dame de esa
agua y así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla».
Resulta, pues, que
el que tiene agua y es fuente, está ofreciéndola a la que tiene el cántaro
recién llenado.
Jesús, que ha
entrado ya en el corazón de la mujer, le pide que llame a su marido. Ella le
contesta: «No tengo marido». Jesús le descubre su pasado: «Has tenido
ya cinco y el de ahora no es tu marido».
La mujer se siente
descubierta y Jesús aprovecha para enseñarle por dónde viene la verdad de Dios
al pueblo de Israel, y termina descubriéndole su misterio personal:
«El Mesías soy yo,
el que habla contigo».
La mujer olvida el
cántaro y corre, como misionera inquieta, a decir a todos: «Venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será el Mesías?»
Los hombres
conmovidos llevan a Jesús al pueblo y se queda dos días con ellos.
La samaritana
convertida, se convirtió también en apóstol de su propio pueblo.
Qué importante es,
hermanos, adentrarnos en el corazón de Jesucristo para conocerlo y descubrir,
después, a los demás dónde está la fuente del amor que todos buscamos.