20 de abril de 2024

JESÚS EL SÚPER PASTOR -Domingo del Buen Pastor-

Jesús dice hoy: «Yo soy el buen pastor».

Cuando pensamos en un pastor nos parece maravilloso, idílico:

Tiene un gran corral, por en medio corre una acequia con agua abundante, el cerco es alto y firme para que no puedan ingresar los ladrones y menos el lobo.

El ganado está bien alimentado en un pasto abundante que invita a echarse en él para descansar.

Periódicamente el pastor entresaca las ovejas más robustas y hermosas para venderlas en el mercado o en la feria, y aprovechar el dinero según sus necesidades. O bien, para comerlas alegremente con sus amigos.

Ese es el buen pastor, un pastor excelente que todos admiramos.

Pero a ese no se refiere el relato del Evangelio.

Para entender el bellísimo pasaje de hoy tenemos que unir dos textos: el de este domingo y el que meditamos los días pasados en la santa misa:

+ «Yo soy el Buen Pastor».

+ «Yo soy el pan de la vida».

Jesús habla de un pastor muy especial que tiene relaciones «personales» con cada una de las ovejas:

«El buen pastor da la vida por sus ovejas».

Jesús da la vida en la cruz para que no mate el enemigo a sus ovejas. Pero, además, se da en alimento por ellas.

En su redil no hay pasto. Hay apariencia de pan y vino que se han «transubstanciado» (transformado) en su cuerpo y en su sangre.

Las ovejas se alimentan del pastor. ¡Las ovejas se comen a su pastor!

El pastor actúa por amor, un amor que respalda el Padre: «Por eso me ama mi Padre porque entrego mi vida… Nadie me la quita, la doy libremente porque tengo poder para entregarla y para recuperarla».

Jesús añade: «Conozco a mis ovejas y las mías me conocen».

Qué maravilla. Es conocimiento personal e íntimo entre el pastor y cada oveja.

Tan grande es el amor entre Jesús, pastor, y cada oveja, que recuerda el amor y conocimiento que hay en la Trinidad Santa, entre el Padre y el Hijo: «Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre».

Si es un privilegio que Jesús nos conozca, otro no menor es que las ovejas podamos conocer al Pastor seguras de que no vamos a ir a la muerte sino a la resurrección.

Aquí no es el pastor quien mata a las ovejas, sino que el Pastor da la vida por ellas.

No es, pues, un buen pastor sino un súper pastor.

Todavía más.

Frente a todas las divisiones, que surgen en el rebaño, el Pastor no se rinde: quiere unir a sus ovejas: «Y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor».

Por eso Jesús es el Buen Pastor, como Él mismo se ha llamado, pero entendiendo cómo actúa su divinidad («Yo soy») para conducirnos a la felicidad eterna.

Jesús, Buen Pastor que te encarnaste para darnos a comer tu divinidad y tu humanidad en la Eucaristía, ayúdanos a vivir de ti y que, alimentados con tu amor, encontremos la salvación para nosotros mismos y para tantos que lo necesitan.

Queremos que el mundo entero sea una gran mesa redonda donde no falte «el pan nuestro de cada día» y en la que cada uno de nosotros, acompañado personalmente por ti, podamos comer la Eucaristía.

Jesús, Buen Pastor, te pedimos para tu Iglesia pastores (sacerdotes, obispos y papas) según tu corazón, que se dejen comer por la humanidad que está hambrienta y sedienta y que no puede saciarse con nada que no seas tú.

Danos hoy pastores santos para tu Iglesia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

13 de abril de 2024

PREDIQUEN LA CONVERSIÓN Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS


En este domingo la liturgia nos lleva, una vez más, a la resurrección de Jesús contada por San Lucas. Se trata de aprovechar el fruto de la victoria de Jesucristo: que podamos arrepentirnos, convertirnos y comenzar a creer en su Evangelio para asegurar nuestra salvación.

  • San Pedro

El apóstol, con mucha valentía, habla a los judíos de la pasión y muerte de Jesús y del fruto que debe dar la fe en Él:

«Jesús al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato cuando había decidido soltarlo… Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos».

Muy clara la afirmación de Pedro, pero en seguida recurre a la misericordia:

«Lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo».

Después de aclarar el pecado y haber excusado, en parte, la culpa de lo hecho por las autoridades y el pueblo, Pedro los invita a la conversión:

«Por tanto, arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados».

Una valiente predicación con denuncia, pero también con invitación a la justificación.

  •  Salmo 4

Nos habla de la misericordia de Dios por encima de todo pecado. El salmista pide la luz de Dios: «Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro».

Y nos invita a confiar en su bondad hasta el punto de que «en paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo, Señor me haces vivir tranquilo».

La tranquilidad de la conciencia viene siempre de la paz que nos da la presencia de Dios.

  • San Juan

El párrafo de la primera carta del apóstol nos habla de lo mismo que San Pedro, pero enseguida aparece la ternura del amor, bebido en el corazón de Jesús por el apóstol Juan:

«Hijos míos, os escribo para que no pequéis».

Inmediatamente advierte nuestra debilidad y aclara: «Si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el Justo».

Jesús es víctima de propiciación para todo el mundo.

El conocimiento de Jesucristo debe manifestarse cumpliendo sus mandamientos: «Quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud».

El cumplimiento de los mandamientos de Dios, hecho por amor, asegura que conocemos de verdad a Jesús y que estamos con Él.

  • Verso aleluyático

Qué importante para la salvación es conocer la Escritura. Pidamos con la liturgia:

«Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas».

  • Evangelio

Narra la resurrección de Jesucristo según el Evangelio de San Lucas.

Empieza con la conclusión de la aparición de Jesús a los de Emaús y cómo lo conocieron al partir el pan.

Estando todos reunidos se presenta Jesús y les desea la paz. Desorientados porque no lo esperaban resucitado, se asustan pensando que es un fantasma.

Jesús, con gran caridad, les demuestra que es Él mismo, aunque glorificado.

Les mostró las manos y los pies y, para que estuvieran más seguros, les pidió algo de comer.

Comió ante ellos un trozo de pez asado y, habiéndose ganado su confianza, los lleva a descubrir su misterio de muerte y resurrección:

«Todo lo escrito en la ley de Moisés y de los profetas y los salmos acerca de mí tenía que cumplirse».

En ese momento, «les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras».

Y después de hacerles comprender que tenía que padecer y resucitar de entre los muertos, les dio el gran mandato:

«Que en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén».

Esta es la gran lección que todos nosotros seguimos aprendiendo, a través de los siglos, seguros de la fidelidad de la Iglesia al mandato de Jesús:

Anunciar el reino y la conversión como medios para conseguirlo.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de abril de 2024

LA DIVINA MISERICORDIA Y LOS REGALOS DE SU AMOR

 Este domingo está lleno:

+ Es la OCTAVA DE PASCUA, ocho días que para la Iglesia han sido uno solo, en los que ha repetido en el Oficio Divino y en la Eucaristía: «Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo»: el día de su santo Esposo Jesús Resucitado.

+ Hoy los catecúmenos que se bautizaron en la Vigilia Pascual dejan sus vestiduras blancas porque para la Iglesia han llegado a la madurez de los hijos de Dios: «Domingo in albis».

+ Hoy celebramos la DIVINA MISERICORDIA, es decir, a Jesús que es la personificación de la misericordia del Padre.

El gran san Juan Pablo II pidió la celebración de esta fiesta en el día de la octava de la resurrección, y él, en las primeras vísperas de este día, subió al cielo para alabar a Jesús.

Como revelación del mismo Jesús, santa Faustina Kowalska ha escrito estas palabras del Señor: «Pinta una imagen según el modelo que ves y firma: “Jesús, confío en ti”».

La misma santa explica lo que Jesús le reveló respecto a la imagen y a los rayos que brotaban de ella:

«Los rayos significan la sangre y el agua. El rayo pálido significa el agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza».

Uno de los regalos que hoy vamos a recordar será el de la Divina Misericordia que es Jesús: Al Padre Dios siempre lo encontraremos en Jesús resucitado.

  • Hechos de los apóstoles

Es una maravilla profundizar en la vivencia del Resucitado en la primera comunidad cristiana, hasta el punto de decirnos San Lucas que «en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía».

Así vemos qué hermoso era vivir la auténtica caridad, no solo en la cabeza y en el corazón, sino también en la vida práctica.

Y lo más bello era «que Dios los miraba a todos con mucho agrado».

A eso, amigos, debemos aspirar todos: que Dios se goce en nosotros.

  • Salmo 117

Es el salmo de la victoria que nos invita a agradecer a Dios por su Divina Misericordia:

«Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia».

Esa gran bondad de Dios ha hecho que los que maltrataban a Jesús sepan que Dios lo ha puesto como cimiento de todo:

«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente».

  • 1Carta de San Juan

Los nacidos de Dios vencemos al mundo y al pecado por Jesucristo, personificación de la Divina Misericordia.

De Él nos dice San Juan: «este es el que vino con agua y con sangre, Jesucristo: no solo con agua, sino con agua y con sangre. De esto da testimonio el Espíritu Santo» (el agua se refiera al bautismo y la sangre a la Eucaristía).

  • Verso aleluyático

Jesús felicita a Tomás por haber creído, pero añade en seguida, que tenemos más mérito los que creemos por la fe sin haber visto: «Dichosos los que crean sin haber visto».

  • Evangelio

Jesús quiere que vuelvan al redil todos los que habían estado con Él y empieza las distintas apariciones y, a través de ellas, multitud de regalos. Veamos algunos:

+ La paz que no es como la que da el mundo, es «mi paz».

+ El envío maravilloso para que sean misioneros como Él: «Como el Padre me envió así también os envío yo».

+ El don del Espíritu Santo: «Reciban el Espíritu Santo».

+ El don de perdonar: «A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados…»

+ A esto podemos añadir lo que dice San Juan: «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras».

Qué importante esto último para que nosotros, en estos tiempos difíciles, distingamos siempre la verdad de Jesús en la Palabra de Dios.

Finalmente, como es el octavo día de la Pascua, hoy se aparece Jesús a Santo Tomás que se negaba a creer la resurrección y todo terminó con el gran regalo del apóstol que nos ha enseñado a repetir, ante Jesús: «Señor mío y Dios mío».

Un día importante para agradecer a Jesús, el Señor de la Divina Misericordia, por tantos regalos que dio a la Iglesia naciente y a todos nosotros con su resurrección.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

31 de marzo de 2024

RESUCITÓ PARA BORRAR TUS PECADOS


En unos preciosos carteles colocados en distintas ciudades de España por la ACdP (Asociación Católica de Propagandistas) se lee:

«Murió por tus pecados, aunque vivas como si no existiera».

Lo más bello es que hoy, Domingo de Pascua, podemos añadir:

«¡Y resucitó para borrar tus pecados, aunque vivas como si no existiera Jesús!».

Así es su amor.

Es el gozo de este domingo pascual.

La liturgia de este día comienza con esta antífona:

«En verdad ha resucitado el Señor, aleluya. A Él la gloria y el poder por toda la eternidad».

  • Hechos

San Pedro hace un resumen de lo que sucedió el día de Pascua:

«Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Él había designado».

El ser testigo de esta entrega de Jesús se convierte en una obligación para San Pedro y le invita a proclamarlo con los otros once, para que todo el pueblo se entere, de que Dios ha nombrado a Jesús juez de vivos y muertos.

  • Salmo 117

Se trata de un salmo impresionante que habla de la victoria de Jesucristo, de quien afirma:

«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente».

  • San Pablo

Es una invitación apremiante de San Pablo, a los colosenses, que, seguro del triunfo y resurrección de Jesús, y de nosotros con Él, nos pide que se note en nuestra vida el cambio:

«Ya que habéis resucitado con Cristo buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios».

También nos invita a mirar hacia la salvación futura «porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios».

Pidamos a Jesús la gracia de ser conscientes para que un día podamos resucitar con Él.

  • Secuencia

Bello poema que recoge los momentos fuertes de la muerte, resurrección de Jesús y primeras apariciones:

«Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua… Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa».

  • Verso aleluyático

Recoge unas palabras de la carta de San Pablo a los corintios invitándoles a celebrar gozosamente la Pascua del Señor:

«Aleluya. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor. Aleluya».

  • Evangelio

Nos recuerda el nerviosismo de María Magdalena que, visitando el sepulcro y no viendo en él el cadáver de su Señor, se fue desesperadamente a avisar a San Pedro y a San Juan:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Podemos imaginar también la gran preocupación de estos apóstoles. Primero ingresa Pedro en el sepulcro y ve que no está el cadáver de Jesús, pero sí admira «las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte».

A continuación, entró San Juan en el sepulcro y nos advierte algo muy importante:

«Vio y creyó».

No necesitó la presencia de Jesús para aceptar su resurrección. Sin duda uniendo lo que veía con la profecía de Jesús de que al tercer día resucitaría de entre los muertos.

En este día, de una manera muy especial, amigos todos, debemos tener presente y hacer el gran acto de fe:

Jesús sufrió como hombre y mereció como Dios.

¡Feliz Pascua de resurrección: Jesús ha resucitado!

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

23 de marzo de 2024

DOMINGO DE RAMOS

 

En este domingo queremos acompañar a Jesús que, subiendo de Jericó a Jerusalén desde Galilea, vino seguido de una multitud. Varias veces profetizó su muerte en Jerusalén. Pero quiso entrar solemnemente en la ciudad, cosa que siempre había querido evitar.

La liturgia de hoy pide a los fieles que se congreguen en el lugar conveniente, un templo menos importante o una plaza, y ahí concentrados se hará la lectura del evangelio que este año es el del ciclo B, es decir de San Marcos. Luego se bendicen solemnemente los ramos y comienza una procesión hasta la Iglesia.

En la liturgia se recuerda lo que Jesucristo quiso vivir en esta entrada en Jerusalén:

Jesús hace un signo que siempre ha evitado: pide a los discípulos que entren en el pueblito próximo donde encontrarán una burra con su pollino. Que los traigan a Él.

Se monta en el pollino, como signo de humildad, según la profecía de Zacarías: «Mira a tu rey que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino hijo de acémila».

Hay un grupo de personas que vienen acompañándolo y que se entusiasman:

«Echaron encima sus mantos y Jesús montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos. Algunos cortaban ramas de árboles y la gente iba adelante y atrás proclamando: «Hosanna» (que propiamente significa sálvanos, pero después se ha convertido en una simple aclamación).

Con esta expresión el pueblo vitorea a Jesús diciendo: «Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna».

La liturgia nos invita a vivir un momento de gozo en este domingo y nos pide guardar los ramos bendecidos para que el próximo año, en miércoles de ceniza, se quemen para empezar, con humildad, otra vez la cuaresma.

Es bueno recordar lo que el Papa Benedicto nos dijo sobre la multitud que en el domingo de ramos aclama al Señor Jesús. Los del Viernes Santo serán otras personas que movidas por los sumos sacerdotes pedirán su crucifixión.

 

La Pasión del Señor

En la eucaristía del Domingo de Ramos leemos la pasión según San Mateo. Es la más larga y será bueno que, en familia, la meditemos recordando el sufrimiento de nuestro Redentor.

También debemos meditarla a nivel personal para sacar el mayor provecho y descubrir el amor infinito con que Jesucristo se entregó a la muerte para salvarnos del pecado.

Pienso que, en este día, al leer la Pasión, y posiblemente durante toda la Semana Santa, será bueno que meditemos estas palabras de San Pablo: «Me amó y se entregó por mí».

Todos y cada uno de los sufrimientos de Jesús por mí.

El apóstol centra nuestros sentimientos en un párrafo precioso de la Carta a los filipenses que leemos en la misa del día y a continuación meditamos:

«Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz…»

Precisamente por esta humillación que hoy meditamos fue glorificado con su resurrección por el Padre Dios.

Al proclamarlo «Señor» está refiriéndose a su divinidad:

«Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “nombre-sobre-todo-nombre” de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre».

De esta manera nosotros caminaremos cerca de Él en esta semana y sobre todo durante el Triduo Pascual que empieza el jueves por la tarde, con la última cena, y termina con la vigilia pascual y el triunfo de Jesús.

Sintámonos como Iglesia que quiere acompañar el dolor de Jesús, su esposo, y pasar con Él de muerte a vida.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

16 de marzo de 2024

LÍBRAME DE ESTA HORA

Es impresionante meditar cómo Dios no abandonó nunca a su pueblo, pero el pueblo, aunque prometió fidelidad, continuamente falló a Dios.

Esto nos pasa fácilmente a nosotros: prometemos tanto a Dios y, sin embargo, caemos en la infidelidad.

  • Jeremías

Habla de una nueva alianza de Dios con Israel que «quebrantaste mi alianza», a pesar de tantos prodigios del Señor.

La nueva alianza de Dios es: «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo».

Llegará un momento en que nadie tendrá que enseñar a otro porque «todos me conocerán, desde el pequeño al grande, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados».

Todo esto es muy bello, pero no olvidemos que tenemos una libertad que Dios respeta.

Este tesoro (la libertad) puede poner en peligro las maravillas de Dios en cada uno de nosotros.

  •   Salmo 50

Qué bueno es repetir este salmo, sobre todo durante la cuaresma, y meditarlo para prepararnos a hacer una buena confesión para comulgar con amor nuevo en la «pascua florida»:

«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado».

  • Carta a los hebreos

Nos lleva al huerto de los olivos y nos presenta a Jesús que «a gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte».

Pidió por todos y así se convirtió en el Salvador de todos los hombres por su sometimiento a la voluntad del Padre.

Así «se ha convertido para los que le obedecen en autor de salvación eterna».

Aprendamos a obedecer al Padre, como hizo y nos enseñó Jesús, y esa obediencia será nuestra salvación.

  • Aclamación

Jesús vino a servir y no a ser servido. Por eso nos enseña: «El que quiera servirme que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor».

El servicio fue la característica de Jesús y lo mismo pide a los que le seguimos, porque el amor de Dios se traduce en servicio al prójimo.

  • Evangelio

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere se queda infecundo, pero si muere da mucho fruto».

La muerte para nosotros es ir matando el amor propio y dedicarnos a servir al prójimo imitando a Jesús, que sirvió hasta la muerte en cruz. Este es el servicio más grande que nos ha salvado a todos.

Suele decirse que, en este párrafo de San Juan, el evangelista nos presenta, de alguna manera, la oración del huerto:

«Ahora mi alma está agitada, ¿y qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».

La voz del Padre Dios dice: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

La gente no entendió y Jesús termina aclarando que el Padre lo glorificará cuando sea crucificado y entonces: «atraeré a todos hacia mí».

Se acerca la Pascua de Jesús, acerquémonos también nosotros a Él para glorificarlo porque en su muerte está nuestra salvación.

 

***

Aprovechemos para invocar a San José, Patrono de la Iglesia universal, cuya solemnidad celebraremos el próximo martes 19:

+ Padre amado, San José, enséñanos a amar.

+ Padre San José, luz de ternura, ayúdanos a querernos en la Iglesia como en familia.

+ Padre San José, obediente, ayúdanos a obedecer con humildad los mandamientos del Padre Dios.

+ Padre San José, acogedor, enséñanos a acogernos unos a otros porque en el prójimo está Jesús.

+ Padre San José, modelo de valentía creativa, enséñanos a descubrir caminos nuevos para que sea eficaz nuestra caridad y servicio.

+ Padre San José, trabajador, ayúdanos a trabajar y a conseguir el trabajo necesario para vivir dignamente.

Terminamos diciendo:

San José, cuida de la Iglesia de Jesús para que vivamos en el amor que Jesús nos pidió. ¡San José, ruega por nosotros!

 

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

9 de marzo de 2024

DIOS NOS SALVA POR JESUCRISTO

En este domingo IV de cuaresma las lecturas nos hablan de cómo la misericordia de Dios se manifiesta en la generosa entrega del Verbo encarnado para nuestra salvación.

Pero tengamos en cuenta que siempre Dios respeta la libertad humana y de nosotros dependerá aprovechar el tesoro que Dios nos ofrece.

  • Segundo libro de las Crónicas

Nos ofrece un breve resumen de las maldades de los jefes y del pueblo de Israel.

La misericordia de Dios va enviando mensajeros para advertirles el posible castigo, pero ellos se burlan de esos mensajeros de Dios.

Dios envía a los caldeos que destruyen e incendian todo en Jerusalén, incluido el templo de Dios y se llevan al pueblo deportado y cautivo, como esclavos, a Babilonia.

Dios misericordioso hace que se cumpla, de manera inesperada, la profecía de Jeremías y el rey Ciro da este decreto:

«El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo ¡sea su Dios con él y suba!»

De esta manera Israel recupera la libertad y vuelve a Jerusalén para reconstruir el templo.

Como no todos vuelven, al grupo que regresa a Israel se le llama «el resto» que ha sido purificado durante los setenta años del destierro.

Admirable e inesperada providencia del Dios bueno.

  •   Salmo 136

Los judíos lloran su destierro en Babilonia:

«Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sion. En los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras», pero estaban muy tristes para cantar en el destierro:

«¿Cómo cantar el cántico del Señor en tierra extraña?»

  • San Pablo

Dios, solo por su misericordia infinita, nos ha salvado y nos ha hecho vivir por medio de Cristo:

«Estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios y tampoco se debe a las obras para que nadie pueda presumir.

Somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las obras buenas».

Tengamos en cuenta que estamos salvados «por la gracia y mediante la fe».

  • Verso de aclamación

«Todo el que cree en Él tiene vida eterna».

Solo en Jesús tenemos la vida después de la vida y todo porque Dios nos ha amado tanto «que entregó a su Hijo único».

  • Evangelio

Cuando Moisés elevó la serpiente para librar de la muerte a los mordidos por las serpientes; es decir, para devolver la vida humana, vemos en ello, como en profecía, la muerte de Jesús en la cruz, para devolvernos la vida divina.

¿Quién podrá medir el amor de Dios y cuál es el motivo de ese amor?

Solo Dios que nos creó pudo arriesgar tanto: ¡enviar a su Hijo!

Creer en Cristo asegura la eternidad con Dios.

Cada uno escoge: o con Cristo y en Él la salvación, o sin Cristo y… «el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre único del Hijo de Dios».

El juicio es muy simple: Dios envió a su Hijo. Él es la luz.

Los que obran mal detestan la luz y se quedan sin ella, en tinieblas.

Amigos, Dios no puede hacer más. Nos dio la luz, la salvación, el cielo; es decir, a su Hijo.

Al hombre le queda siempre la libertad para escoger la luz o la oscuridad, el cielo o el castigo eterno.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

2 de marzo de 2024

LA FUENTE TE PIDE AGUA

Cuando tenía unos veinte años, alguna vez pensé que nunca se cobraría el agua.

También me parecía imposible que alguien pudiera tener seis maridos, como leía en el Evangelio de la Samaritana.

Ahora sabemos que el agua se vende y hay personas con numerosos ¿maridos?

¿Tiene esto remedio?

El Evangelio del ciclo A, que preferiremos hoy, según lo permite la liturgia, nos dará la respuesta.

  • Éxodo

«En aquellos días el Señor pronunció las siguientes palabras».

A continuación, narra el decálogo o los diez mandamientos, como solemos llamarlos.

Por mi parte les permito recordar ese decálogo según aprendimos en el catecismo desde pequeños:

1° Amar a Dios sobre todas las cosas.

2° No jurar su santo nombre en vano.

3° Santificar las fiestas.

4° Honrar padre y madre.

5° No matar.

6° No decir ni hacer nada contra la castidad.

7° No hurtar.

8° No levantar falso testimonio ni mentir.

9° No desear la mujer de tu prójimo.

10° No codiciar los bienes ajenos.

Estos diez mandamientos se encierran en dos: en servir y amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Cuando el ambiente se rebela contra el Dios legislador se pasa muy mal.

No es difícil demostrarlo cuando miramos la realidad social que ha marginado al Creador y su ley.

  • Salmo 18

El salmista se dedica a glorificar a Dios y alabar los decretos que nos ha dado para caminar con paz en el alma y en nuestro ambiente social:

«La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma. El precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón… La voluntad del Señor es pura y eternamente estable».

  • San Pablo

El apóstol advierte a los corintios que los judíos exigen signos y los griegos buscan sabiduría. La respuesta para todos ellos es esta: «Predicamos a Cristo crucificado».

Esto resulta escandaloso para los judíos, y al resto de los pueblos les parece una necedad.

Sin embargo, para todos, el crucificado es el Mesías que es «fuerza de Dios y sabiduría de Dios».

  •  Versículo de aclamación

El del ciclo B, nos invita a pensar en la generosidad del Padre Dios que nos ha entregado a su Hijo como Salvador y nos advierte que si lo aceptamos tenemos asegurada la vida eterna: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único».

  •   Evangelio (Tomado del ciclo A)

Jesús comienza el diálogo con la samaritana que ha sacado agua del pozo con un balde: «Dame de beber».

Era la única forma posible de empezar un hombre el diálogo con una mujer que, además, era samaritana.

La mujer se admira, pero entra en conversación: «¿Cómo tú siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana?»

Jesús aprovecha para decirle: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber le pedirías tú y él te daría agua viva».

La samaritana se extraña de que Jesús pueda hablar de agua viva junto a un pozo profundo sin el cubo necesario para sacarla.

Cuando Jesús habla del agua viva que Él tiene y ofrece, la mujer le dice: «Señor, dame de esa agua y así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla».

Resulta, pues, que el que tiene agua y es fuente, está ofreciéndola a la que tiene el cántaro recién llenado.

Jesús, que ha entrado ya en el corazón de la mujer, le pide que llame a su marido. Ella le contesta: «No tengo marido». Jesús le descubre su pasado: «Has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido».

La mujer se siente descubierta y Jesús aprovecha para enseñarle por dónde viene la verdad de Dios al pueblo de Israel, y termina descubriéndole su misterio personal:

«El Mesías soy yo, el que habla contigo».

La mujer olvida el cántaro y corre, como misionera inquieta, a decir a todos: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será el Mesías?»

Los hombres conmovidos llevan a Jesús al pueblo y se queda dos días con ellos.

La samaritana convertida, se convirtió también en apóstol de su propio pueblo.

Qué importante es, hermanos, adentrarnos en el corazón de Jesucristo para conocerlo y descubrir, después, a los demás dónde está la fuente del amor que todos buscamos.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

24 de febrero de 2024

DIOS YA NO PUEDE DAR MÁS




Aunque Dios posee un poder infinito ya no puede dar más ni hacer más por la humanidad que se apartó de Él por el pecado: nos entregó a su Hijo único.

Ahora Dios nos persigue desde su amor infinito, pero cuidando la libertad que Él mismo nos dio al crearnos.

  • Génesis

Un buen día Dios dijo a Abraham: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac y vete al país de Moria y ofrécemelo en sacrificio».

Abraham caminó con su hijo hasta el monte Moria. Llegado a la cima «tomó el cuchillo para degollar a su hijo, pero el ángel del Señor le gritó: “no alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios porque no te has reservado a tu hijo, tu hijo único”».

Nos imaginamos a Abraham, nuestro padre en la fe, caminando detrás de su hijo con el corazón roto, pero al final la misericordia de Dios liberó a su hijo.

Abraham es imagen del Padre eterno que decretó la muerte de Jesús, su hijo único, pero hasta las últimas consecuencias. Y todo por nuestra salvación.

  • Salmo 115

«Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida».

Aunque el salmista se queja, se reconoce como siervo fiel de Dios: «Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava».

Reconoce cómo Dios lo ha librado de todo peligro y está dispuesto a cumplir la voluntad de Dios: «Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo».

  • San Pablo

El apóstol nos enseña su fe absoluta en Dios y su seguridad porque en Dios encuentra la certeza de la fe ya que nos entregó a su Hijo:

«El que no perdonó a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?»

Meditemos el regalo infinito que Dios nos ha hecho aceptando la muerte de Jesús para redimirnos y demostrarnos su amor.

  • Versículo de aclamación

Hace una clara alusión al momento de la transfiguración de Jesús y nos muestra la idea central de este maravilloso regalo de Jesús a los apóstoles:

«En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, escuchadle”».

  • Evangelio

En el Evangelio de hoy nos cuenta San Marcos el gran momento de glorificación de Jesús, tan humillado en toda su vida, pero hoy transfigurado para mostrar a sus predilectos la grandeza infinita que encierra en su humanidad, aparentemente como la de un hombre cualquiera.

Se transfiguró ante sus tres predilectos Pedro, Santiago y Juan, y aparecieron junto a Jesús Moisés y Elías conversando con Él.

En aquel momento se completó la glorificación con la presencia del Espíritu Santo en la nube, y la del Padre que pronunció estas palabras: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo».

Con estas breves palabras el Padre nos presenta la grandeza de Jesús, verdadero Dios como el Padre, porque es su Hijo; y nos pide que le escuchemos para conocer todo lo que el Padre quiere de nosotros.

Pero no termina todo aquí.

Cuando descendían del monte Tabor, Jesús advierte a los discípulos: «No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

De esta manera Jesús ha fortalecido, por un lado, la fe de los apóstoles, pero por otra parte mantiene firme su camino antes de su glorificación, que es la muerte y resurrección.

Amigos todos, en pleno camino cuaresmal, la Iglesia hace esta pausa para ayudarnos a conocer el amor infinito del Padre que nos entregó a Jesús y la grandeza de este Hijo que dará la vida por nosotros.

Quiere también que reconozcamos que después de la muerte de Jesús habrá una resurrección para todos como fruto de la resurrección del Hijo de Dios.

Tengamos muy en cuenta este mandato de Dios Padre: que escuchemos a su Hijo.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo