20 de julio de 2024

AMEMOS A NUESTROS BUENOS PASTORES

  

Sí, amigos, amemos y ayudemos a nuestros buenos pastores que han sido llamados por el mismo Jesús. Él se reserva el título de Buen Pastor: «Yo soy el Buen Pastor».

Pero ha escogido a muchos hombres de los que ha dicho: «Les pondré pastores que las pastoreen».

  • Jeremías

Habla de la gran responsabilidad que tienen los que han sido escogidos como pastores por el Señor y distingue dos clases.

+ Los que dispersaron las ovejas con sus escándalos y malos ejemplos.

+ Y también: «Yo mismo Dios reuniré el resto de mis ovejas… para que crezcan y se multipliquen… Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán ni se espantarán».

Es muy duro, amigos, ser pastores que apartan a las ovejas de Dios. Recemos por los que así actúan y pidamos a la misericordia divina que nos dé pastores santos que conduzcan el rebaño a Dios.

  • Salmo 22

Celebremos el gozo de las ovejas que tienen por pastor al mismo Dios.

Qué felices pastan y descansan. Gocemos con ellas repitiendo: «El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas… Me guía por el sendero justo… Preparas una mesa ante mí».

  • San Pablo

Aclara, el apóstol, la división antigua: eran dos pueblos totalmente distintos: Israel era el pueblo escogido por Dios.

El resto de los pueblos constituía a los gentiles.

La presencia de Cristo ha roto las diferencias y ahora todos los pueblos son llamados a dejar el odio que divide y a vivir el fruto de la sangre de Cristo redentor que contiene la salvación para todos.

Todo lo debemos a Cristo «que vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros los de lejos y también los de cerca».

De esta manera, con San Pablo sacamos esta conclusión: «unos y otros podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu».

  • Verso aleluyático

Nos recuerda las palabras de San Juan invitándonos a escuchar al Buen Pastor:

«Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen».

Entre tantos pastores que sepamos siempre distinguir a Jesús, nuestro Buen Pastor.

  • Evangelio

Nos habla San Marcos de la preocupación de Jesús por sus apóstoles para que no pierdan la unidad e intimidad, los que han de apacentar a su Iglesia:

«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».

Parece que era mucho el trabajo y «no encontraban tiempo ni para comer».

No sabemos el tiempo ni dónde estuvieron descansado, pero advierte el evangelista que, al verlos, la multitud los siguió, ansiando escuchar las palabras de Jesús.

Por eso, «al desembarcar Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles con calma».

Por un lado, admiramos al Buen Pastor que cuida sus pastores y, por otro, la gran caridad de Jesús que, cuando se encuentra con la multitud le dedica su tiempo, sus enseñanzas y sus milagros para atraerla al reino.

En estos tiempos difíciles para la Iglesia de Jesús recordemos a Santa María Reina de la Paz que, desde Medjugorje, nos pide que recemos por la santidad de los sacerdotes ya que su vida auténtica contagiará al pueblo de Dios llevándolo por el camino de la santidad que Dios pide de todos nosotros.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

13 de julio de 2024

PROFETIZÓ SIN SER PROFETA


Amasías, sacerdote de Betel, avisa al rey Jeroboán que Amós está conspirando en Israel y no en Judá.

Hay un problema de fondo y es el negocio que realiza ese falso sacerdote en el templo de Betel.

  • Amós

El sacerdote Amasías dice a Amós, como para engañarlo: «Vidente, vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan y allí profetizarás».

Amós valientemente responde: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era pastor, un pastor y cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “ve, profetiza a mi pueblo Israel”…».

Y ahora que ha aclarado todo, Amós publica los terribles castigos que Dios dará al pueblo de Israel, separado de Judá:

«Tu mujer deberá prostituirse en la ciudad. Tus hijos y tus hijas caerán por la espada. Tu tierra será repartida a cordel. Tú morirás en un país impuro e Israel será deportado de su tierra».

Terrible profecía de este que, por humildad, se decía que no era profeta, pero predijo toda la historia de Israel separado de Judá.

  • Salmo 84

El salmista, en nombre del pueblo, clama al Señor: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación». Por eso la esperanza se hace oración: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos» hasta el punto de que «la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan».

Y el resultado de todo es la fecundidad de la tierra: «El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra nos dará su fruto».

  • San Pablo

Hoy nos invita a meditar en las maravillas que encierra el gran profeta que, «sin ser profeta», ES el PROFETA, Jesús.

No me atrevo a comentar tan precioso regalo que nos ha hecho San Pablo al describir la grandeza infinita del hombre Dios, que él presenta como una auténtica bendición. Mediten ustedes:

«Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo para que fuésemos santos…».

El plan de Dios está claro: «Recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra».

No olvidemos que solo en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está la salvación de Dios.

Tengamos presente que nuestra meta es la santidad que nos hace semejantes al Dios tres veces santo.

  • Verso aleluyático

Palabras profundas y muy interesantes del mismo apóstol, que hace oración a Dios pidiendo que «el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón…».

Solo así podremos reconocer la esperanza maravillosa a la que Dios nos llama.

Hacia esta esperanza nos invita el Papa Francisco para prepararnos a celebrar, en el 2025, el año jubilar de la redención, que él ha titulado: Año Jubilar de la Esperanza.

  • Evangelio

San Marcos nos presenta a Jesús reuniendo a los apóstoles y enviándolos, de dos en dos, como misioneros para anunciar a los pueblos la redención.

Esta preparación consiste en un gran desprendimiento y sacrificio para proclamar la conversión por la llegada del reino.

Jesús les pide a los enviados a vivir un desprendimiento grande, pero al mismo tiempo les otorga los poderes espirituales muy notables: echar demonios, ungir con aceite a los enfermos y curarlos, transmitir la paz de parte suya.

De esta manera los que no eran profetas se convirtieron en los verdaderos anunciadores del reino de Dios.

Por otra parte, les invito a recordar que como bautizados estamos configurados con Cristo sacerdote, profeta y rey. Que la fe nos ayude a actuar como tales.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo