28 de marzo de 2020

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA


Nos resistimos a morir porque, según lo que se ve, hay que pasar un tiempo difícil y uno solo, y después parece que todo se acabó.
Pero sobre el mundo material de lo visible está el mundo sobrenatural de la fe, que es regalo de Dios y precisamente sobre la muerte, oímos la voz amiga y clara de Jesús que nos dice:
“Yo soy la resurrección”.
El prefacio de hoy, hablando de Cristo, dice:
“Hombre mortal como nosotros que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro; hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.
Se trata, pues, de un domingo de esperanza.
  •  Ezequiel
La lectura de hoy conviene leerla en su contexto, porque en él encontramos una respuesta a lo que muchas veces oímos y es lo mismo que decían los israelitas a la vuelta del destierro:
“Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido; estamos perdidos”.
Entonces Dios dice al profeta:
“Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel… Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis”.
Con esta visión de Ezequiel se va iluminando la fe en la resurrección personal, de la que ya habló Job y nos dará mayor claridad San Pablo en sus cartas.
  • Salmo 129
Nunca mejor que hoy para rezar de corazón este salmo al Señor, diciéndole:
“Desde lo hondo grito a ti, Señor, Señor escucha mi voz… Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?”
La verdad es que la humanidad ha pecado mucho y se alejó de ti.
“Pero de ti procede el perdón… Del Señor viene la misericordia”.
Tú, Señor, nos redimirás de todos nuestros delitos.

  • San Pablo
Si hoy se nos habla de resurrección tengamos en cuenta que “quien no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Si Cristo está en vosotros…  el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros… y vivificará nuestros cuerpos mortales”.
Cuidemos que la gracia habite siempre en nosotros, porque teniéndola, tenemos el Espíritu de Jesús y a Jesús mismo con el Padre, porque las tres Personas son inseparables.
  • Versículo
El versículo nos repite la enseñanza más importante de hoy:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí no morirá para siempre”.
  • Evangelio
Se trata del quinto párrafo evangélico del ciclo A que leemos en cuaresma. Es largo y hermoso.
Es preciso meditarlo en particular. ¡Hay cosas tan bellas! Yo me fijo en éstas:
+ La hermosa petición de las hermanas de Lázaro, sencilla y confiada: “Señor, tu amigo está enfermo”.
Cuando la fe es grande no hacen falta muchas palabras.

+ La valentía aparente de Tomás que pide a sus compañeros: “vamos también nosotros y muramos con Él”.
Cuando la situación ya vaya de veras, todos dejarán solo a Jesús.
+ Llama la atención cómo las dos hermanas, al encontrarse con Jesús que viene a su casa, le dicen lo mismo: “Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano”.
Ellas lo conocían y por eso esperaron un milagro mientras vivía Lázaro.
+ Admiramos también la ternura de Jesús que llora por dos veces: “Viéndola llorar (a María) y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó”.
Y poco después el evangelista añade: “Jesús se echó a llorar”.
+ También impresiona cómo Jesús, antes del milagro, agradece al Padre:
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que tú me escuchas siempre pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado”.
Y quiero terminar con el hermoso acto de fe que hace Marta al conversar con Jesús:
“Jesús le dice: yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó: sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Pidamos al Señor Jesús que nunca nos falte la fe, ni siquiera en los momentos más difíciles.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

21 de marzo de 2020


SOMOS HIJOS DE LA LUZ

San Pablo pensaba acabar con todos los cristianos de Damasco y “de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor”.
De la luz salió una voz: “Soy Jesús a quien tú persigues”.
Así es, amigo, Jesús ha querido manifestarse como luz y hoy la santa liturgia nos lo repetirá para que aprendamos de Él a iluminar, como hijos de la Luz.

  • Samuel
Dios rechazó a Saúl y pidió a Samuel que buscara al que lo iba a suplir.
El profeta busca en la casa de Jesé y Dios rechaza a los siete muchachos que le presenta su padre:
“porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia, el Señor ve el corazón”.
Cuando se presentó el octavo, el más joven, el pastorcito David, Dios dijo a Samuel:
“Úngelo porque es éste”.
Al ungirlo “invadió a David el espíritu del Señor que estuvo con él en adelante”.
En el bautismo el Espíritu de Dios entró en nosotros:
¿Le dejamos actuar como hizo el profeta rey?

  • Salmo responsorial
Es el 22 y habla del Buen Pastor.
Sabemos cómo actúa el Buen Pastor.
Sigámoslo con docilidad y nunca nos faltará lo necesario, aún en los momentos difíciles para todos.
Repitamos con fe:
“El Señor es mi pastor, nada me falta… Me guía por el sendero justo… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo”.
En estos momentos, aprendamos a fiarnos mejor del Buen Pastor, pero seamos ovejas dóciles.

  • San Pablo
Esta lectura entra de lleno en el tema. Reconozcamos nuestra verdad:
“En otro tiempo éramos tinieblas, ahora somos luz en Cristo”.
Ojalá que desde el bautismo viviéramos en la luz y que nunca regresemos por el pecado a las tinieblas.
Que nuestro caminar sea el de los hijos de la luz.
¿Qué significa esta expresión de caminar como hijos de la luz?
Nos lo explica el mismo San Pablo:
+ Es actuar en la bondad y caridad propias de los discípulos de Jesús.
+ Es actuar en la justicia con Dios, dándole el culto que le corresponde, y con el prójimo, como a nosotros mismos según enseña la Escritura.
+ Y actuar en “la verdad que nos hace libres” del pecado y de toda esclavitud.
+ Finalmente, dándole gusto a Dios, cumpliendo su voluntad.
Amigos, nunca durmamos en la oscuridad del pecado. “Que Cristo sea nuestra luz” y si es necesario, una buena confesión nos ayudará.

  • Versículo
Jesús no engaña.
Él da la salvación porque su luz señala el camino a la felicidad:
“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la vida”.

  • Evangelio
Es un bello relato de San Juan que enseña cómo Jesús es luz y da la luz.
El joven es ciego de nacimiento.
Nunca había visto la luz.
Jesús le abre los ojos y todo cambia.
Es interesante examinar:
Los fariseos, como siempre, no quieren que la gente acepte a Jesús y menos como autor de un milagro tan grande…
Los padres del invidente no se arriesgan a reconocer a Jesús y por eso ante las preguntas de los fariseos, dicen:
“Preguntádselo a él que ya tiene edad”.
El muchacho nunca había visto a Jesús, porque recuperó la vista después de lavarse en la piscina de Siloé.
Sin embargo lo reconoce como un “hombre de Dios”.
Es bello ver cómo el antiguo ciego va creciendo en valentía, defiende a Jesús y no le importa que lo excomulguen los fariseos.
Cuando está solo, Jesús le sale al encuentro y se le revela:
“¿Crees en el Hijo del hombre?”
El muchacho, iluminado por el mismo Señor, se postra ante Él:
“¡Creo, Señor!”
Amigos, acerquémonos a Jesús que Él nos ilumina de verdad y nunca lo abandonemos.
En medio de este mundo que vive de espaldas a la luz, recordemos lo que nos dijo el Señor:
“Ustedes son la luz del mundo”.
¡Que se note!

José Ignacio Alemany Grau, obispo 
  



14 de marzo de 2020

DAME DE BEBER



Hoy nos enseña Jesús una hermosa manera de llegar al corazón.
Las normas sociales no permitían que un hombre pidiera a una mujer y el odio de la pequeña historia de judíos y samaritanos no admitía que hablaran entre ellos.
Sin embargo Jesús lo hace y pide de beber a la samaritana, para saciarla luego Él mismo con el agua que salta hasta la vida eterna.
Hoy la liturgia nos habla de algo tan necesario: el agua.
  • Éxodo
El pueblo se solivianta contra Moisés.
Tienen razón: están en el desierto y no hay agua.
Moisés casi con desesperación dice a Dios: “¿qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen”.
Pero Dios los sacó de Egipto y, como responsable de la situación, conforta a Moisés:
“Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb”.
Qué importante es contar con Dios.
Con Él perderíamos el miedo a las epidemias de todo tipo.
Y el agua brotó de la roca y corrió abundante por las arenas del desierto.
  • Salmo
Se trata del salmo 94, tan importante en este tiempo de cuaresma.
Nos pide estar siempre atentos a la voz de Dios y confiar en Él:
“No endurezcáis vuestro corazón”.
Además, pide que escuchemos hoy la voz del Señor que nos habla todos los días de diversas maneras.
Confiemos y adoremos:
“Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía”.
  • San Pablo
De acuerdo al tema, Pablo dice a los romanos:
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Ese Espíritu Santo es el torrente de agua viva de que habló Jesús el día de la gran fiesta:
“De sus entrañas manarán ríos de agua viva… Dijo esto refiriéndose al Espíritu Santo que habían de recibir los que creyeran en Él” (Jn 7,38-39).
Si la primera lectura hablaba del agua física, ahora se nos habla del agua espiritual.
Pidamos como verdaderos sedientos ambas clases de agua a la bondad de Dios.
  • Evangelio
No es fácil comentar un párrafo tan bello.
Todo me parece pobre y corto.
Pero desgranemos unos pensamientos.
+ Jesús cansado se sentó junto al manantial: la fuente de agua viva junto al agua natural, para ayudar a pasar de la una a la otra.
+ “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed”:
Ningún pecado sacia la sed del alma inquieta, hecha por Dios y para Él.
+ “El agua que yo daré se convertirá dentro de él en un surtidor que salta hasta la vida eterna”:
Esta agua es la misma del Espíritu Santo que prometió Jesús “el día solemne de la fiesta”.
+ El Mesías “soy yo, el que habla contigo”:
El corazón de la mujer está dispuesto y Jesús le revela el secreto que solía ocultar celosamente.
+ “¿Le habrá traído algo de comer?”
¿Cuándo no? Siempre tendemos a ser mal pensados.
+ La mujer se convierte en apóstol: se humilla ante los de su pueblo reconociendo que aquel hombre le ha descubierto su vida de pecado.
+ Los samaritanos invitan a Jesús, que pasa dos días con ellos y todo termina con la gran confesión:
“Sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo”.
Acércate a Jesús porque Él es el único que puede saciar tu sed de felicidad.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

7 de marzo de 2020


LA TRANSFIGURACIÓN


Caminar con el corazón desprendido en compañía de Dios es ir hacia la perfección y transfiguración de nuestro ser.
  • Génesis

“El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra y de la casa paterna hacia la tierra que te mostraré. Abraham marchó como le había dicho el Señor”.
¿Seguridades? Ninguna.
¿Promesas? Muchas. Y no tan fáciles de creer:
El viejo, esposo de una mujer estéril, será padre de un gran pueblo.
Cargará con muchas bendiciones para él y para todas las familias del mundo.
Así empezó la historia de nuestro “padre en la fe”.
  • Salmo 32
Es una invitación a pedir y confiar en que la misericordia de Dios nos protegerá siempre.
Por eso diremos con fe:
“Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
  • San Pablo
La fuerza del evangelio, la buena nueva, nos ha venido por Jesús.
Él es nuestro único Salvador que nos salvó y nos llamó a una vida santa.
Nunca lo merecimos, sin embargo, este fue el plan maravilloso de Dios.
El apóstol nos invita a evangelizar y advierte que se trata de un duro trabajo.
Sin duda lo llama así porque él mismo había vivido con radicalidad y sacrificio el evangelio que anunciaba.
Por Jesús, por su evangelio, estamos seguros de haber pasado de la muerte del pecado a la luz de la vida inmortal.
  • Aleluya
Recoge el momento de la transfiguración en que habla el Padre presentando a la humanidad a su Hijo, el amado desde la eternidad.
El Padre Dios nos hace a todos un pedido importante: que escuchemos a Jesús.
  • Evangelio
El momento de la transfiguración tiene un antes y un después de la gran manifestación. Veamos:
Antes Jesús ha hecho el primer anuncio de su muerte y resurrección.
Tenemos que suponer, por una parte, cuánto le costaría a Jesús transmitir a los suyos que tenían tan poca fe, un mensaje tan humillante.
Ellos creían que era el gran caudillo que triunfaría en Israel y el Señor les dice que va a ser ejecutado pero resucitará.
Fue un gran golpe para todos.
El primero en reaccionar fue Pedro que se llevó a Jesús aparte y empezó a increparlo…
Después de la transfiguración les recalcó su fin doloroso y pidió a los tres predilectos que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Entre esos dos momentos sucede la transfiguración.
¿Qué aconteció entonces?
Los grandes momentos de la revelación han sido en torno a la luz, posiblemente porque sin ella no podemos vivir en el mundo.
Parece que Jesús en aquel momento cumplió a la letra lo que había dicho:
“Yo soy la luz del mundo”.
Junto al Jesús, lleno de luz, se hizo presente la Trinidad:
El Padre en la voz, el Espíritu en la nube que los envuelve y el Verbo en Jesús mismo.
Dios viene a dar testimonio de que lo anunciado por Jesús era cierto:
Su muerte en sacrificio y el respaldo de la resurrección.
También estaban los tres predilectos, para que fortalecieran la fe que sin duda titubeó al oír por primera vez hablar a Jesús de su muerte y resurrección.
De hecho fue tanta su impresión que así como no entendían a Jesús hablando de su fin, no tuvieron tiempo de reaccionar ante el misterio.
Y… si decimos que el evangelio es presente y es para hoy: también estás tú presente en la transfiguración:
¿Qué le dirás hoy a Jesús?
Quizá con la liturgia podamos decirle: “Transfigúrame, Señor Jesús”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo