25 de junio de 2022

UNA SEMANA ESPECIAL EN LA LITURGIA


Amigos, la liturgia de esta semana iba a decir que es casi única ya que coinciden dos solemnidades: el Sagrado Corazón de Jesús y la Natividad de San Juan Bautista.

Por eso, me permito hacer una reflexión en cuatro tiempos que no pueden ser muy largos, por supuesto. En este orden: (1) 26, Domingo XIII; (2) 25, Inmaculado Corazón de María; (3) 24, Sagrado Corazón de Jesús; (4) 23, Natividad de San Juan Bautista.

  • Domingo XIII del tiempo ordinario

Nos encontramos con Elías que, según la orden de Dios, escoge a Eliseo como sucesor suyo en el profetismo de Israel.

Eliseo acepta la llamada del Señor y pide permiso para decirle adiós a sus padres.

En el intermedio presenta a Dios una ofrenda sacrificando la yunta de bueyes y, además, da una comida de despedida a toda su gente.

+ El salmo responsorial (15) nos recuerda que tenemos una vocación; Dios nos ha llamado a todos: «Señor, tú eres mi bien. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa».

Esta presencia de Dios produce una gran alegría:

«Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas».

+ San Pablo nos advierte que nuestra vocación es al amor y a la verdadera libertad. De ahí que tengamos una lucha interior entre la carne y el espíritu, que nos lleva a hacer lo que no queremos. Por eso Dios nos ha dado su Espíritu y nos recuerda el apóstol que «si os guía el Espíritu no estáis bajo el dominio de la ley».

+ El Evangelio nos habla de tres vocaciones que se presentan a Jesús, ninguna de las cuales llegó a buen término. Te invito a leerlo en Lc 9,51-62.

  • Inmaculado Corazón de María

En la oración colecta de la fiesta la liturgia nos dice que: «Dios ha preparado en el corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo». Y es en ese corazón, especialmente creado por Dios, en el que se formará en el cuerpo bendito de María, y muy cerca de su propio corazón, el Corazón de Jesús. Y este Corazón quedó para siempre en la Eucaristía.

Y si nos preguntamos: ¿Qué tesoro ha almacenado el Inmaculado Corazón de María?

Nos dice San Lucas que María guardaba todas las cosas de Jesús en su corazón.

  • Sagrado Corazón de Jesús

El ciclo C nos presenta, fundamentalmente, al Corazón de Jesús como Buen Pastor.

Ya Ezequiel nos dice: «Yo mismo, en persona, buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño cuando las ovejas se dispersan…»

+ El Evangelio, por su parte, nos recuerda la parábola de Lc 15:

«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada hasta que la encuentra?

Jesús es ese Buen Pastor que, al traer a un pecador al reino de Dios, da más alegría al cielo «por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos» que se mantienen fieles.

Finalmente, recordemos estas bellísimas palabras de San Pablo:

«El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado».

  • La Natividad de San Juan Bautista

Juan Bautista es «el mayor de los nacidos de mujer», según la expresión de Jesús.

La Iglesia lo celebra, como a todos los mártires, el día de su «natalicio», es decir, su nacimiento para el cielo. Y celebra el martirio como memoria el 29 de agosto.

Pero solo hay tres grandes celebraciones por el nacimiento a este mundo: el primero, evidentemente, es el de Jesús. También María es celebrada ya en su Concepción Inmaculada. Y el tercero, San Juan Bautista, que «saltó de alegría en el vientre de Isabel» el día que la Virgen María visitó a su anciana prima.

Les invito a meditar la grandeza de este santo precursor, dejándoles unas frases muy importantes que él dijo:

+ «Este es el que bautiza con el Espíritu Santo y yo lo he visto y dado testimonio de que es el Hijo de Dios».

+ Más adelante nos dirá a todos: «El que tiene la esposa es el esposo. En cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye se alegra con la voz del esposo. Pues esta alegría mía está colmada».

+ Y, añadirá, desde su profunda humildad «Él tiene que crecer y yo tengo que menguar. El que viene de lo alto está por encima de todos».

Aprovechemos, amigos todos, esta semana tan maravillosa y ahondemos en las enseñanzas que nos ofrece la Iglesia a través de la liturgia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

18 de junio de 2022

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO


Hoy comenzamos recordando unas estrofas del himno
Lauda Sion, como una introducción al maravilloso contenido de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo:

«Es dogma que se da a los cristianos que el pan se convierte en carne y el vino en sangre (…).  Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua (…).

Bajo diversas especies, que son signos y no cosas, están ocultos los dones más preciados.

Su carne es alimento y su sangre bebida. Mas Cristo está todo entero bajo cada especie.

Quien lo recibe no lo rompe, no lo quebranta, ni desmembra, recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquel lo toma tanto como estos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo buenos y malos, mas con suerte desigual o de vida o de muerte. Es muerte para los malos y vida para los buenos».

  • Génesis

Abraham ha dado la libertad a Lot y regresa con un botín considerable. A su encuentro sale para bendecirlo Melquisedec, rey de Salén, que ha quedado como símbolo del sacerdocio de Cristo.

Los motivos son distintos: No se sabe de Melquisedec ni antes ni después de este encuentro; por otra parte, es rey de Salén, que significa la paz y, en lugar del sacrificio de víctimas que se acostumbra, ofrece pan y vino, cosa que no se solía hacer en el Antiguo Testamento. Por eso, los salmos y, de manera especial la carta a los hebreos, comparan a Melquisedec con Jesucristo que ofrece el pan y el vino convertidos en su cuerpo y en su sangre como único y definitivo sacrificio de la nueva alianza.

  • Salmo 109

Se refiere expresamente a Melquisedec:

«El Señor lo ha jurado y no se arrepiente. Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec».

Este ofrecimiento a Dios se hace en nombre de David: «Dijo el Señor a mi Señor», tal como lo interpretará Jesús. Respecto a ese sacerdote se añade:

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré como rocío, antes de la aurora».

  • San Pablo

La liturgia nos invita a meditar el texto de la carta a los Corintios, el más completo que tiene la Biblia respecto a la Eucaristía. El apóstol observa:

+ Se trata de una tradición que ha recogido San Pablo y la transmite convirtiéndola en texto bíblico: «Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido».

+ Las palabras que transmite San Pablo son las más parecidas a las que repetimos cada vez que celebramos la Eucaristía.

+ «Cada vez que coméis este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva».

+ Es bueno que, además, meditemos las palabras que pone a continuación el apóstol:

+ «Cada cual se examine y que entonces coma así del pan y bebe del cáliz. Porque quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su condenación».

Aquí tenemos, por tanto, una invitación a recibir la Eucaristía, pero siempre preparados convenientemente y, si hay pecado grave, con la confesión según lo ha interpretado la tradición de la Iglesia.

  • Verso aleluyático

Nos repite las palabras de Jn 6,51 en las que Cristo advierte su presencia divina en el pan consagrado:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre».

  • Evangelio

Cuenta cómo Jesús, después de hablar del reino de Dios y manifestar el poder del mismo haciendo multitud de milagros, hace un milagro más grande todavía que quedó como símbolo de la abundancia de la Eucaristía para todos.

Se trata de la multiplicación de cinco panes y dos peces para que coman cinco mil hombres.

Y al final, con las sobras, llenaron doce cestos de pedazos de pan.

En este domingo del Cuerpo y la Sangre de Cristo aprovechemos para prometer a Jesús recibirlo frecuentemente y siempre estando en gracia de Dios o con la confesión necesaria.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

11 de junio de 2022

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Quiero empezar recordando, con ustedes, el bautismo de cada uno de nosotros, con las palabras que san Gregorio Nacianceno repetía a sus bautizados:

«Los confío a la Santísima Trinidad. Por ella los introduciré, dentro de poco, en el agua y los sacaré de ella. Se la doy como compañera y patrona de toda su vida».

En efecto, nuestro bautismo se realizó con estas palabras, según el mandato de Jesús:

«Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

La liturgia de hoy que pertenece a la solemnidad de la Santísima Trinidad, en el ciclo C, nos invita a meditar en unos párrafos bíblicos que nos llevan a entrar con el corazón en el misterio trinitario.

  • Proverbios

Nos habla de la sabiduría de Dios. En la reflexión de esa sabiduría los Santos Padres han visto una referencia directa a la segunda Persona de la Santísima Trinidad, de quien se dice que es la Sabiduría del Padre.

En efecto, podemos leer este pasaje pensando que todo lo que dice se refiere al Verbo encarnado, sobre el que leemos en Jn 1,3: «Por medio de Él se hizo todo y sin Él no se hizo nada de cuanto fue hecho».

Es interesante que los proverbios digan que la sabiduría «jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres», como haciéndonos imaginar que el Hijo estaba jugando con la bola de la tierra, como un niño juega con la obra que está haciendo su padre.

Les invito a leer este hermoso párrafo de la liturgia de hoy refiriéndolo al Verbo de Dios.

  • Salmo 8

El salmista canta la gran belleza de la creación de Dios y nos invita a meditar en su grandeza:

«Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder

A continuación, canta la grandeza del hombre creado por Dios, «coronado de gloria y dignidad».

A este hombre Dios le da el poder sobre la creación, como nos enseña también el Génesis.

  • San Pablo

El apóstol nos invita a tener presente a la Santísima Trinidad reflexionando sobre las tres virtudes teologales:

Por la fe hemos recibido la justificación que nos pone en paz con el Padre.

Esta fe nos ha llevado a la esperanza que nos da el sacrificio del Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Y esta esperanza no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado».

  • Verso aleluyático

Nos pide que alabemos a la Santísima Trinidad con las palabras que tantas veces hemos repetido con la Iglesia:

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene».

  • Evangelio

El Evangelio de hoy nos enseña lo que debemos esperar de cada una de las tres divinas Personas:

El Padre enviará al Espíritu Santo.

El Hijo, Él mismo, ya les dio durante toda la vida el mensaje (el Evangelio) que traía del Padre.

Por su parte, el Espíritu Santo llevará a los suyos hasta la verdad plena.

La enseñanza más profunda de hoy es conocer que todo está en común entre las tres divinas Personas y que las tres son la única divinidad.

Recordemos una vez más hoy que «todo es común en la Trinidad excepto la relación de Personas; es decir, que el Padre engendra al Hijo. Que el Hijo es engendrado por el Padre y el Espíritu Santo procede del amor del Padre y del Hijo».

Quiero terminar compartiendo con ustedes este número del Catecismo Católico que considero muy importante para toda familia cristiana:

«Para la oración personal el lugar favorable puede ser un “rincón de oración”, con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar “en lo secreto” ante nuestro Padre (ver Mt 6,6). En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración común» (CIC 2691).

Si no lo tienes ya, reserva un lugar tranquilo dentro de tu casita para hacer oración tú solo y con los tuyos.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo

4 de junio de 2022

VEN, ESPÍRITU SANTO, VEN

Muchas veces andamos pidiendo claridad en la fe. Es decir, que no nos falte la verdad que prometió Jesús.

El secreto será siempre pedir al Espíritu Santo que venga a nosotros y nos descubra la verdad plena y nos recuerde todas las cosas que enseñó Jesús.

Hoy es un buen día para que todos, en la Iglesia, invoquemos al Espíritu Santo pidiéndole este don.

  • Hechos de los apóstoles

Nos explica, en este día, el gran acontecimiento que había prometido realizar Jesús, cuando llegara Él a la casa del Padre.

En esta celebración debemos distinguir unos signos externos:

+ Ruido del cielo, igual a un viento recio que hizo resonar toda la casa.

+ Lenguas como llamaradas sobre cada uno.

+ Hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les sugería.

Pero también, unos signos internos que eran los más importantes:

«Se llenaron todos del Espíritu Santo».

De esta manera, se cumplió la promesa de Jesús:

«Vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días. Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo».

Esa transformación interior es el milagro más grande. Por él entendieron los apóstoles todo el mensaje que Jesús les había dado y se transformaron en hombres valientes que comenzaron a evangelizar.

Esto es lo que tenemos que pedir hoy al Espíritu Santo: la conversión interior, que nos ayude a conocer bien el plan salvador de Dios; y la parresía, valentía, necesaria para seguir proclamando el Evangelio.

  • Salmo 103

Una invitación en este día tan grande para glorificar y bendecir al Señor por las maravillas que ha hecho en la creación y, sobre todo, en la Iglesia: «Bendice, alma mía, al Señor (…) Cuántas son tus obras (…) La tierra está llena de tus criaturas (…) Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras».

  • San Pablo

En este importante capítulo ocho de la carta a los Romanos, nos descubre la acción del Espíritu Santo en cada uno de nosotros, bautizados en la Iglesia de Jesús: somos de Cristo porque «el Espíritu Santo habita en nosotros».

Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios.

Hemos recibido el espíritu de hijos adoptivos y, qué importante y cuán grande es nuestro poder, porque podemos hablar a Dios Padre con las mismas palabras y sentimientos de Jesús, que repetía en su oración:

«Abbá, Padre».

Aprendamos bien esta hermosa enseñanza: nuestro espíritu, limitado y pequeño, pero unido al Espíritu Santo, nos convierte en testigos de nuestra filiación divina.

Esta filiación divina, aunque no es como la de Jesús ya que Él es hijo del Padre por naturaleza, nos asegura que, lo mismo que Jesús, seremos herederos de Dios y glorificados con Él, si padecemos con Jesús mientras vivimos en el mundo.

  • Verso aleluyático

Es una invocación al Espíritu Santo pidiéndole que realice también hoy la obra que nos prometió Jesús: «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor». Que el Espíritu nos regale su fuego transformante.

  •  Evangelio

El evangelista San Juan nos recuerda la obra de Dios en los fieles.

Los fieles son los que cumplen con fidelidad los mandamientos. Fijémonos en la perfecta ilación de esta promesa de Jesús: Jesús pide al Padre para nosotros y el Padre se lo concede todo siempre.

Lo más importante que quiere para nosotros es: «El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».

¡Dios, la Trinidad Santa en nosotros!

En este día de Pentecostés pido, para ustedes y para mí, que de la meditación sobre el amor que hemos hecho durante todo el período pascual, queden en nuestro corazón estas palabras y las meditemos frecuentemente:

«El que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo