7 de diciembre de 2025

CONVIÉRTETE: LLEGA EL SEÑOR - Domingo II de Adviento

 

La liturgia rompe el silencio de este domingo con estas palabras: «Pueblo de Sion mira al Señor que viene a salvar a los pueblos. El Señor hará oír la majestad de su voz y os alegraréis de todo corazón».

Preparémonos, pues, a vivir este Adviento buscando un cambio en nuestra vida que nos acerque cada día más a nuestro Dios y Creador.

En la oración del día le pedimos al Dios bueno que, mientras preparamos la Navidad para encontrarnos con el pequeño Jesús, no lo impidan los afanes de este mundo, sino que su sabiduría divina nos dé la gracia de participar en la venida del «Dios con nosotros».

  • Isaías

El profeta quiere llevarnos a la ilusión con la certeza de que habrá un renuevo en el tronco de Jesé y de su raíz brotará un vástago:

«Sobre él se posará el Espíritu del Señor, espíritu de prudencia y de sabiduría, espíritu de consejo y de valentía, espíritu de ciencia y de temor del Señor».

Cuando llegue ese momento, la humanidad entera cambiará y se convertirá en un paraíso donde todos vivirán felices, a pesar de lo que solemos pensar, en los daños terribles que tienen fama de hacerse unos a otros:

«Habitará el lobo con el cordero… la vaca pastará con el oso y sus crías se tumbarán juntas… Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles y será gloriosa su morada».

  • Salmo 71

Confiando en la abundancia de paz, bienestar y justicia, el salmista dice así: «Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente… En aquel día Dios librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector. Que su nombre sea eterno y su fama dure como el sol. Que Él sea la bendición de todos los pueblos y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra».

  • San Pablo

En la carta a los romanos el apóstol nos da a entender que todas las Escrituras han sido escritas para enseñanza nuestra, de manera que «nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras nos mantenga siempre en la esperanza».

A continuación, San Pablo pide al Señor que Él «que es fuente de toda paciencia y consuelo, nos conceda estar de acuerdo entre nosotros, según las enseñanzas de Jesucristo para que a una voz alabemos a Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo».

Es muy importante acogernos mutuamente como Cristo nos acogió a todos nosotros para gloria de Dios, imitando la actitud de Jesús, «servidor de los judíos», para probar la fidelidad de Dios cumpliendo sus promesas, echas al pueblo judío y «acogiendo a los gentiles para que alaben también a Dios por su misericordia».

  • Verso aleluyático

Es una invitación del evangelista San Lucas que nos pide preparar el camino del Señor «para que todos vean la salvación de Dios».

  • Evangelio

El capítulo tres de San Mateo nos presenta a Juan Bautista anunciando en el desierto de Judá: «Convertíos porque está cerca el reino de los cielos».

Se trata de una referencia lógica al profeta Isaías que decía: «Una voz grita en el desierto: “preparad el camino del Señor, allanad sus sendas”».

San Mateo presenta a Juan como el hombre recio, «vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y alimentándose de saltamontes y miel silvestre».

Vemos, a continuación, cómo todo el pueblo de Dios, atraído por Juan Bautista, iba al Jordán a recibir el bautismo, confesaban sus pecador y Juan los bautizaba.

Como entre la gente que acudía había muchos fariseos y saduceos que querían bautizarse, Juan les dijo: «Camada de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión y no os hagáis ilusiones pensando: “Abraham es nuestro padre”».

Algo muy importante les aclara el Bautista: «Porque os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras».

Finalmente, el asceta Juan termina poniendo la confianza en Cristo que viene: «Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…».

Aprovechamos este Adviento para convertirnos y abrirnos a Jesús que viene a salvarnos.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

29 de noviembre de 2025

ESTÉN SIEMPRE PREPARADOS - Domingo I de Adviento



Cuando oímos la palabra «Adviento» nos preparamos porque algo importante, o una persona muy especial, viene a nosotros. 

El Adviento, al que ahora nos referimos, es nada menos que la llegada de Dios para compartir la vida, la muerte y su triunfo final con todos nosotros.

Cada año renovamos la seguridad de que Dios ha entrado y está con nosotros y permanecerá hasta el final de los tiempos.

  • Isaías

El gran profeta tiene una visión maravillosa que se refiere al final de los tiempos y que la liturgia nos va a recordar durante este tiempo de Adviento:

En esa gran visión se revela que «al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor».

Y ve proféticamente cómo millones de seres humanos se acercan repitiendo: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas».

El mundo pacificado será testigo de que «las espadas se convierten en arados y las lanzas en podaderas».

Termina la cita con estas preciosas palabras: «Caminemos a la luz del Señor» y encontraremos la paz para la humanidad.

  • Salmo 121

Se trata de un salmo lleno de ilusión y de alegría, que rebosa felicidad: «¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!».

Después, descubre cómo la humanidad entera camina hacia esa casa que representa la paz que todos los pueblos desean y que se encuentra en Jerusalén.

En nombre de esa paz y de esa felicidad termina el salmo diciendo:

«Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien».

  • San Pablo

En su carta a los romanos descubre cómo tiene que ser la vida de quienes quieren encontrarse con Cristo: «Conduzcámonos… con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias».

Es una invitación a una vida maravillosa para lo cual el mismo apóstol nos pide: «Vestíos del Señor Jesucristo».

  • Verso aleluyático

Con uno de los salmos hacemos esta oración al inicio del Adviento esperando este fruto de la llegada de Dios a la humanidad:

«Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación».

  • Evangelio

El Evangelio que leemos hoy, en el ciclo A, pertenece a San Mateo y contiene estas palabras que permiten continuar el tema apocalíptico, al final del año litúrgico.

Jesús, refiriéndose a la llegada del Hijo del hombre (Jesucristo), dijo:

«Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio».

Algo así como ahora la humanidad vive totalmente de espaldas a Dios y a sus enseñanzas y es Jesucristo el que nos advierta a todos:

«Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».

Con el evangelista, en este primer ciclo, terminamos pensando:

«Estad también vosotros preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Recordemos con qué ansiedad los apóstoles preguntaban los detalles de la venida y cómo Jesús lo dejó todo en suspenso, para que estemos siempre bien preparados.

¡Feliz primer domingo de Adviento!

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista


22 de noviembre de 2025

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

A veces la palabra “rey” no cae tan bien en este tiempo de la historia, pero hay algo que destacar: lo de menos es el título, lo importante es la realidad.

Por ser Dios y por ser el hombre más importante de la historia, la Iglesia dedica a Jesucristo este último domingo del año litúrgico, con el título de “Rey del Universo”. Profundicemos:

  • II Libro de Samuel

En el capitulo 5, nos dice: que «todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón».

Dos cosas importantes afirmaron:

- «Hueso tuyo y carne tuya somos».

Era una manera de explicar el parentesco de David con todos ellos.

A continuación, le dijeron al rey David:

«Tú pastorearás al pueblo de Israel. Tú serás el jefe de Israel».

De esta manera comenzó el reinado de David.

Los ancianos de Israel fueron a Hebrón y, en presencia del Señor, ungieron como rey a David:

«David tenía treinta años cuando comenzó a reinar» y reinó cuarenta años: siete años y seis meses sobre Judá y treinta y tres años en Jerusalén sobre todo Israel y Judá.

A este gran rey se le considera una especial figura de Cristo Rey, de ahí que el Ángel, en la anunciación, le dijo a María:

«El Señor le dará el trono de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

  • Salmo 121

Se trata de un breve salmo que nos invita a la alegría. Todo el pueblo de Dios cantaba: «Subamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la casa del Señor”!».

  • San Pablo

En su carta a los colosenses viene un precioso himno que es bueno meditar. Ante todo, dar gracias a Dios Padre, fuente de toda felicidad y que «nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz».

Dios nos sacó del dominio de las tinieblas «al reino de su Hijo querido».

La sangre de Cristo nos ha traído a todos «la redención y el perdón de los pecados».

Luego el apóstol canta la grandeza de Jesús con distintas imágenes:

«Jesús es imagen de Dios invisible, Primogénito de todas las criaturas…

En Él quiso Dios que residiera toda la plenitud y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres:

Los del cielo y los de la tierra haciendo la paz por la sangre de su cruz».

Esta es la grandeza de nuestro Rey y Señor.

  • Verso aleluyático

Es una glorificación de Jesucristo enviado del Padre:

«Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David».

  • Evangelio

En el Evangelio encontramos una manera singular de Jesucristo Rey.

Mientras que las autoridades y los soldados se burlan de Jesús que está agonizando en la cruz, uno de los ladrones también se burla de Él diciendo:

«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

El otro ladrón canta el triunfo de Jesucristo Rey, después de hablar en contra de lo que piensa su compañero de cruz. Vuelto a Jesús dice al Señor:

«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».

Jesús le contestó: «Te lo aseguro: “hoy estarás conmigo en el paraíso”».

De esta manera el Rey de cielos y tierra termina su vida regalando el reino de los cielos a uno de los malhechores que moría arrepentido junto a Él.

Reconozcamos también hoy la realeza de nuestro Señor Jesucristo y por difícil que haya sido nuestra vida no dejemos de confiar en su gran misericordia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista


16 de noviembre de 2025

OCUPADOS EN NO HACER NADA - Domingo XXXIII del tiempo ordinario

 

Cuando se nos habla de alguna cosa que sucederá en el futuro, la reacción más frecuente es preguntar: ¿Cuándo será?

La otra gran pregunta: ¿Nos adelantas alguna señal?

Hoy lo pensaremos bien sobre todo en la lectura del Evangelio.

  • Malaquías

El gran profeta nos ofrece una pequeña señal del futuro que tendrá la humanidad, con estas palabras:

«Malvados y perversos serán la paja y los quemaré el día que ha de venir, pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas».

Es una alusión que hace Malaquías para que podamos mirar el porvenir con esperanza.

  • Salmo 97

El salmista habla de Dios como un gobernante justo que rige a los pueblos con rectitud.

En medio de la alegría de este Dios justo, exclama: «Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan. Aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor que llega para regir la tierra».

El salmista está seguro de que «el Señor regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud».

  • San Pablo

En su carta a los tesalonicenses San Pablo pone el ejemplo de su propia vida para que aprendamos también nosotros a vivir.

Él ha trabajado, «día y noche a fin de no ser carga para nadie».

Reconoce el apóstol que, dado el trabajo que se ha impuesto, merece una recompensa, pero la ha rechazado: «Nadie nos dio de balde el pan que comemos, sino que quisimos daros un ejemplo que imitar».

Según él, toda su vida ha procurado invitar a todos a ganarse el pan del día, hasta llegar a decir:

«El que no trabaja, que no coma».

A continuación, da a entender que hay algunos que no trabajan y están «muy ocupados en no hacer nada».

La conclusión del santo es esta:

«A esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan».

De esta manera, en el tiempo, con el esfuerzo personal, nos ganamos la eternidad feliz.

  • Verso aleluyático

Refiriéndose Jesucristo a su segunda venida, nos invita a mantener la alegría diciendo:

«Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación».

  •  Evangelio

Es una meditación muy importante, no por la pregunta de los apóstoles, sino por las afirmaciones y consejos de Jesucristo.

Comienza el Señor diciendo: «Eso que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

La pregunta de los apóstoles es un tanto infantil: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?».

Y la segunda pregunta, también superficial, es: «¿Cuál será la señal de que todo eso va a suceder?».

La respuesta de Jesús es evasiva, pero quiere que entendamos que cuando suceda no será porque la gente anda diciendo que llega el fin del mundo, sino porque llega el tiempo del juicio de Dios.

De todas maneras, habrá unas señales muy difíciles de entender y no sirven como respuesta a la pregunta de los apóstoles. Creo que lo mejor es atenernos a las últimas palabras de este Evangelio:

«Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Una vez más, insiste Jesús en algo que nos cuesta bastante: perseverar fielmente hasta el final.


José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

9 de noviembre de 2025

Y DESPUÉS, ¿QUÉ? - Domingo XXXII del tiempo ordinario

 

Conocemos la curiosidad humana que quiere saber qué sucederá después, mucho antes de que suceda.

En este domingo tenemos una respuesta impresionante ya en el Antiguo Testamento. Meditemos con profundidad.

  • Libro de los Macabeos

Sabemos que la Ley (Torá) prohibía comer carne de cerdo.

Una madre y sus siete hijos fueron condenados a muerte. Las palabras de los cuatro primeros muchachos, antes de ser ejecutados, son impresionantes y aunque ahora con toda facilidad comemos carne de cerdo, entonces tuvieron que sufrir el martirio.

Después de azotarlos, hablaron de esta manera antes de ser martirizados:

El primero: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres…».

El segundo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente, pero cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del Universo nos resucitará para una vida eterna».

El tercero nos dejó este gran testimonio: «De Dios las recibí (la lengua y manos) y por sus leyes las desprecio. Espero recobrarlas del mismo Dios».

El cuarto, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará».

Cuatro pensamientos que nos tienen que ayudar a confirmar el futuro de nuestra vida, después de la muerte temporal.

  • Salmo 16

«Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor».

Es la seguridad de que, después de la muerte, viene la resurrección. De ahí, entre otras, estas palabras:

«Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme».

  • San Pablo

Meditamos las últimas palabras de este párrafo de su carta a los tesalonicenses:

«Por el Señor estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.

Que el Señor dirija vuestro corazón para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo».

  • Verso aleluyático

Toda la redención nos la ha merecido Jesucristo:

«Él es el primogénito de entre los muertos. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos».

Que toda nuestra vida en este tiempo que pasa sea apoyarnos en la salvación que nos ha merecido nuestro Redentor.

  • Evangelio

Se trata de una pequeña “trampa” que los saduceos, que no creían en la resurrección, le ponen públicamente a Jesús:

Una mujer se ha casado y su marido muere sin dejar descendencia. La ley de Moisés obliga a casarse al otro hermano con ella para darle descendencia a la mujer.

En este caso, fueron siete los hermanos que se casaron con ella y todos murieron sin dejar descendencia.

Ahora le presentan a Jesús esta pregunta capciosa: «¿De cuál de ellos será la mujer cuando llegue la resurrección?».

Aunque más parece un cuentito de mal gusto, Jesús se lo toma en serio y responde:

«En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán… Son como ángeles; son hijos de Dios porque participan en la resurrección».

A continuación, el Evangelio presenta a Jesús recordando las palabras de Moisés en el episodio de la zarza ardiendo donde llama al Señor:

«Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob».

El Evangelio concluye con esta expresión de Jesús: «No es Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos están vivos».

De esta manera confirma Jesucristo que después de la muerte temporal hay vida eterna. Por eso, será bueno vivir preparados para poder gozar de una felicidad eterna con Dios.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

2 de noviembre de 2025

LA CURIOSIDAD SALVÓ A ZAQUEO - Domingo XXXI del tiempo ordinario

 

Las lecturas del ciclo C de este domingo XXXI del tiempo ordinario hay que leerlas muy despacio porque tienen respuestas importantísimas para el momento en que estamos viviendo.

  • Libro de la Sabiduría

Nos explica que el mundo entero es para Dios como un granito de arena en la balanza. Todo lo que existe ha recibido de Dios la “vida”.

Dios lo ha creado todo y ama todo hasta el punto de que este libro de la Biblia llama a Dios «Amigo de la vida».

En el mundo hay pecadores, pero a todos los quiere el Señor y por eso les ha dado la vida y, de una manera muy pedagógica «corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes para que se conviertan y crean en ti, Señor».

No olvidemos que todo pecador en el plan de Dios es querido por su capacidad de salvación.

  • Salmo 144

Este salmo nos invita a glorificar al Señor como nuestro Dios y Rey verdadero. Es bueno que repitamos con el salmista:

«Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás».

El salmista se apoya en estas características del Señor:

«Es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas».

  • San Pablo

Dos cosas destaca el apóstol en este parrafito de su carta a los tesalonicenses. La primera es una oración por sus lectores pidiendo que «Dios os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe».

La segunda, es un consejo importantísimo que quiere ayudarnos en este momento que para algunos es como el fin del mundo. Ya en aquel tiempo empezó a correrse la realidad de «distintas revelaciones, dichos o cartas nuestras (de Pablo) como si afirmásemos que el día del Señor está cerca».

Meditemos estas palabras de San Pablo cuando nos digan también que con tantas torrenciales lluvias, huracanes y terremotos se acerca el fin del mundo.

  • Verso aleluyático

Para algunos padres de familia de hoy puede sonar muy raro, pero tratándose del mejor padre de familia, el Padre Dios, entregar a su Hijo inocente para salvar a unos pecadores es inimaginable, pero ha sido una realidad:

«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único».

  • Evangelio

Es muy simpático y bajo ese atractivo tiene unas enseñanzas muy profundas:

Zaqueo, hombre rico y recaudador de impuestos, tenía tan mala fama como todos los que estaban al servicio de Roma, con lo que se enriquecían.

Zaqueo era pequeño de estatura. Se empeñó en ver a Jesús y se fue corriendo a un lugar por donde iba a pasar el Señor. Sin dejarse condicionar por la vergüenza se trepó en una higuera (sicomoro). Cuando Jesús llegó a donde estaba él, alzó los ojos y sin más, lo llamó por su nombre: «Zaqueo, baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa».

Pronto aparecieron los comentarios y críticas de los fariseos:

«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».

Lo que aconteció fue totalmente distinto porque mientras ofrecía su banquete, Zaqueo dijo delante de todos:

«Mira, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».

La conclusión la saca Jesús y no los fariseos que siempre están en contra del Maestro:

«Hoy ha sido la salvación de esta casa. También este es hijo de Abraham».

Cuántas enseñanzas podemos sacar de la liturgia de este día, lecturas que les invito a volver a leer y meditar en familia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

26 de octubre de 2025

SÍ HAY UN JUEZ JUSTO - Domingo XXX del tiempo ordinario

Resulta que sí hay un juez justo. Lo vamos a encontrar en las tres lecturas más importantes de la liturgia del día.

  • Eclesiástico

Empieza diciéndonos que el Dios verdadero es justo y no puede ser parcial con unos ni con otros. Ni se inclina por el oprimido, simplemente por serlo, ni por el huérfano ni por la viuda. La debilidad humana es la que goza de los privilegios de Dios. Por eso «los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa».

Según el Eclesiástico los gritos del pobre no cejan hasta que Dios los atiende porque Él es el justo Juez que hace justicia, sobre todo a los débiles.

Por eso la conclusión importante la encontramos al principio: «El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial».

  • Salmo 33

El salmo abunda en la misma idea de la primera lectura por lo cual el salmista se gloría en el Señor e invita «a los humildes (que) lo escuchen y se alegren».

De esta actitud nace la oración profunda: «Cuando uno grita el Señor lo escucha y lo libra de todas sus angustias».

Es más, la realidad del Dios bueno es que «está cerca de los atribulados y salva a los abatidos».

  • 2Timoteo

San Pablo, viéndose ya cerca a la muerte se confía a Dios y reconoce humildemente: «He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe».

Aunque los hombres no siempre lo han apoyado, el apóstol confía en el Señor proclamándolo: «Justo juez que me premiará en aquel día».

Después de hablar de todo el recorrido de su vida esforzándose por evangelizar, San Pablo reconoce que «el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles».

Reconoce también que el fruto de su esfuerzo será éste: «El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo».

Termina la carta el gran santo dando «gloria a Dios por los siglos de los siglos».

  • Verso aleluyático

El versículo escogido, tomado de la segunda Carta a los corintios, reconoce que Dios estaba en Cristo reconciliando con su vida y muerte a la humanidad entera y, al mismo tiempo, según el apóstol, el Señor ha confiado el fruto de la reconciliación a los apóstoles: «Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo y a nosotros nos ha confiado la palabra de reconciliación».

  •  Evangelio

El párrafo de este domingo es muy interesante porque presenta una dolorosa realidad: Se trata de un orgulloso fariseo que reza a Dios y, en vez de pedirle o adorarle, se glorifica a sí mismo: «Te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos adúlteros».

Incluso se burla de un publicano que toca el corazón de Dios con su humilde petición de perdón.

A continuación, nos trae San Lucas la oración humilde del publicano, «que se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo. Solo se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios, ten compasión de este pecador”».

La conclusión que todos sacamos es que el fariseo se volvió a su casa con todos sus pecados, más el orgullo; y el publicano, en cambio, volvió purificado.

De esta manera Jesús retrata dos formas frecuentes de orar: la del orgulloso cuya oración no va a llegar al cielo y la del publicano que llega al cielo y entra por la puerta grande de la misericordia divina.

Examinemos nuestra oración para que siempre llegue hasta Dios y no se quede en manos de nuestro propio orgullo, como la oración del fariseo.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

19 de octubre de 2025

CONSTANCIA EN LA ORACIÓN - Domingo XXIX del tiempo ordinario

 Muchas veces al rezar a Dios le pedimos lo que nos parece necesario y, “como no nos hace caso” pronto nos olvidamos, incluso, de lo que necesitamos.

La liturgia de hoy nos presenta la constancia en pedir. No una vez, sino muchas veces, como quien dice: “hasta hartar a Dios”.

  • Éxodo

Moisés está rezando sobre un cerro pidiendo a Dios la victoria de Josué sobre los amalecitas. Como rezaba con los brazos extendidos y se cansaba «sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentase. Mientras tanto, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado».

Así permanecieron ayudando la oración de Moisés hasta que, al atardecer, fue derrotado Amalec y su tropa.

La batalla terminó con la victoria de los israelitas.

  • Salmo 120

El salmista reconoce que «el auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra».

El salmo nos recuerda a Moisés con los brazos en alto confiando en que la misericordia le viene del Señor.

El salmista confía, además, cómo es el Señor quien lo cuida porque siempre permanece a su lado, de día y de noche. Y nos invita a rezar con estas palabras:

«El Señor te guarda de todo mal. Él guarda tu alma. Él guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre».

  • San Pablo

En su carta a Timoteo le pide que permanezca en lo que ha aprendido y se le ha confiado. Debe saber Timoteo lo que aprendió desde niño en su familia «en la Sagrada Escritura: Ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación».

A continuación, el apóstol señala que «toda Escritura que ha sido inspirada por Dios es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará siempre perfectamente equipado para toda obra buena».

Termina san Pablo conjurando a su discípulo en nombre de Dios y de Cristo para anunciar la Palabra: «Para proclamar la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir».

De esta manera, el apóstol nos hace ver que la Palabra de Dios nos va perfeccionando cada día en todo lo que hacemos.

  • Verso aleluyático

Aunque hace tanto tiempo que se escribió la Biblia, siempre está viva y nos tiene que ayudar en todo: «La Palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón».

  • Evangelio

San Lucas nos recuerda una parábola de Jesús:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “hazme justicia frente a mi adversario”»

Mucho tiempo insistió la viuda hasta que al fin consiguió que el juez dijera: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».

La comparación le sirve a Jesús para decir que, si un juez injusto llega a hacer justicia por la insistencia, cuánto más debemos confiar en que Dios también nos hará justicia si somos constantes en la oración.

El evangelio de hoy concluye con una pregunta impresionante que debemos meditar:

«¿Pero cuando venga el Hijo del hombre, encontrará fe en la tierra?»

Seamos constantes en la oración para conseguir de Dios misericordia.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

 

11 de octubre de 2025

LA GRATITUD ES UN TESORO - Domingo XXVIII del tiempo ordinario

 

Una de las cosas que más nos agradan es encontrarnos con una persona agradecida que con sinceridad manifiesta su gratitud

Hoy la liturgia nos presenta un ejemplo de gratitud que conmueve, y también un ejemplo de la ingratitud que nos desagrada a todos.

  • Libro 2 Reyes

Naamán es un hombre agradecido de corazón. Tiene una grave enfermedad, su cuerpo cubierto de lepra. Ha recorrido todos los medios y divinidades de aquel tiempo para que lo sanen y, finalmente, llega a Israel donde se encuentra con el profeta Eliseo. Le pide con humildad la sanación y, aunque parezca un poco sin sentido, Naamán «se bañó siete veces (en el Jordán) como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra como la de un niño».

Naamán regresa buscando al profeta de Dios para agradecerle y, al mismo tiempo, para reconocer la divinidad del Dios de Israel: «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor».

Eliseo rechazó su regalo.

Y dijo Naamán: «Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas, porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otro Dios fuera del Señor».

Aquí encontramos un modelo de gratitud por parte de Naamán y también el ejemplo de un auténtico profeta del Señor.

  • San Pablo

El apóstol habla a su discípulo Timoteo y le pide: «Haz memoria de Jesucristo resucitado de entre los muertos...».

Después de describir sus sufrimientos por los elegidos, explica el motivo de estos: «Para que ellos también alcancen la salvación lograda por Cristo Jesús con la gloria eterna».

Y añade unas palabras que han quedado grabadas como guía para la vida del cristiano: «Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él. Si perseveramos, reinaremos con Él. Si lo negamos, también Él nos negará. Si somos infieles, Él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo».

Tengamos en cuenta estas palabras para aprender a vivir y a cosechar lo que hayamos sembrado.

  • Verso aleluyático

Es san Pablo quien nos aconseja en este domingo en que reflexionamos sobre el agradecimiento cuál es la voluntad de Dios: «Dad gracias a Dios en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros».

  • Evangelio

Un buen día Jesús se encontró con diez leprosos que le suplicaban: «Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!».

Conmovido, Jesús les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».

Era lo que prescribía la ley cuando uno se curaba de lepra.

Obedientes a la Palabra de Jesús, fueron los diez a mostrarse limpios de la lepra. Pero luego solamente uno de ellos, y este samaritano, volvió a donde estaba Jesús para agradecerle.

La respuesta espontánea de Jesucristo fue: «¿No han quedado limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? ¿No ha habido más que este extranjero para dar gloria a Dios?».

Todo termina con la felicitación implícita de Jesucristo por el agradecimiento de este extranjero: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

En la vida ordinaria hay mucha gente desagradecida y la verdad es que después de hacer un esfuerzo por ellos, resulta doloroso reconocer su ingratitud.

Tengamos presente además que el encuentro sincero con Jesús cura no solamente el cuerpo sino también el alma.

Si vivimos en la amistad de Dios se lo debemos a Jesús porque es nuestro Redentor y porque expresamente nos ha llamado amigos.

5 de octubre de 2025

SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE - Domingo XXVII del tiempo ordinario

 

Un buen día los apóstoles dijeron a Jesús: «Auméntanos la fe».

La respuesta del Señor no fue lo que esperaban los suyos, sino más bien les hace ver que en realidad no tienen fe y, por lo tanto, no es fácil aumentársela.

He aquí la respuesta de su Maestro:

«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “arráncate de raíz y plántate en el mar”, y la morera os obedecería».

Para convivir necesitamos fe. Por un lado, está la fe humana que es creer a otras personas que son como nosotros; y, por otro lado, tenemos la fe divina que consiste en creer en Dios y en sus promesas y «someterse libremente a la Palabra escuchada porque su verdad está garantizada por Dios que es la verdad misma».

Como un ejemplo de la verdadera fe el Catecismo Católico nos presenta a «la Virgen María que es la realización más perfecta de la fe».

  • Habacuc

El profeta Habacuc, por su parte, se queja ante Dios por las dificultades y horrores y hasta la violencia que hay en el ambiente.

La conclusión que saca este profeta la tenemos al final del texto:

«El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe».

Estas palabras coinciden con la gran enseñanza de Jesús a sus discípulos.

  • Salmo 94

Nos invita a escuchar la voz del Señor de no endurecer el corazón, de ahí que termine pidiéndonos:

«Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón como en Meribá… cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».

  • San Pablo

En su carta a Timoteo San Pablo le insta, una vez más, a mantener la fe que ha recibido del apóstol, y le dice: «No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero».

También pide a su discípulo: «Toma parte en los distintos trabajos del Evangelio» y además le pide que: «Ten delante la misión que yo te di con mis palabras sensatas y vive de la fe y amor en Cristo Jesús».

Después de darle estas recomendaciones, el apóstol le dice a Timoteo: «Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo».

Un consejo muy importante para que nosotros valoremos y enseñemos la verdad del Evangelio, como lo hizo Pablo durante toda su vida.

  • Verso aleluyático

El verso aleluyático, con las palabras del apóstol San Pedro, refuerza la enseñanza de este domingo:

«La Palabra del Señor permanece para siempre y esta Palabra es el Evangelio que os anunciamos».

  • Evangelio

Cuando los discípulos piden a Jesús que aumente su fe, el Señor les da una clara respuesta de fe y humildad, tal como señalamos al principio de esta reflexión.

Además, Él enseña con la actitud del dueño de casa que cuando llega del campo no le dice a su criado que cene primero, sino que, por el contrario, resaltando la importancia del dueño, le dice: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y, después, comerás y beberás tú».

Después de esto el Evangelio concluye diciendo que no se trata de esperar una recompensa o agradecimiento, sino que con sincera humildad el criado debe decir:

«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista