- Isaías
En el último de sus
capítulos predice un bienestar para Jerusalén e invita al pueblo de Dios a festejar
a Jerusalén que es como la personificación del pueblo escogido por Dios.
Concreta su
fecundidad diciendo: «Yo haré derivar hacia ella como un río la paz, como un
torrente en crecida las riquezas de las naciones…».
El Señor multiplicará su fecundidad y la alegría de la paz exaltará al Señor por encima de los demás pueblos.
- Salmo 65
Pide a toda la
tierra que aclame al Señor y que le cante con júbilo porque así lo merece su
gloria. Luego el salmista pide que se postre ante el Señor la tierra entera:
«Que toquen en tu
honor… Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los
hombres».
Finalmente, el
salmista pide «a los fieles de Dios que vengan a escuchar, os contaré lo que
ha hecho conmigo».
El salmo termina
con una bendición al Señor que dice así:
«Bendito sea Dios que no rechazó mi suplica ni me retiró su favor».
- San Pablo a los gálatas
Pablo, después de
haberse convertido a Jesucristo, tiene como única gloria la cruz de Jesús en la
que se siente él mismo crucificado y no entendido por el mundo.
Resalta que lo que
importa es la criatura nueva que nace del compartir los sufrimientos de Cristo:
«La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a
esta norma, también sobre el Israel de Dios».
En adelante, la única gloria que pide para sí mismo el apóstol es llevar sobre sí los signos de la cruz de Cristo.
- Verso aleluyático
San Pablo pide «que
la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: la Palabra de Cristo
habite entre vosotros con toda su riqueza».
Es muy importante que la riqueza de la Palabra de Dios brille en nuestra vida.
- Evangelio de San Lucas
Narra los consejos
que da Jesucristo a los setenta y dos discípulos que irán por los pueblos
anunciando la buena noticia del Evangelio.
Empieza pidiéndoles
oración: «La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad al dueño de la
mies que envíe obreros a su mies».
La oración es
sumamente importante para todo misionero, porque, sea o no consciente de ello,
todo el que anuncie la Palabra de Dios tropieza, más o menos pronto, con los
enemigos de Dios.
Después de pedir
esta oración continúa con unos consejos concretos para los discípulos:
«Cuando entréis a
una casa decid primero: “paz a esta casa”».
Si hay gente de paz
entre los oyentes «descansará sobre ellos vuestra paz, si no volverá a
vosotros… Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan porque el
obrero merece su salario».
De todas formas, es
muy serio lo que advierte Jesús:
«Si entráis en un
pueblo y os reciben bien, comen lo que os pongan, curad a los enfermos que haya
y decid: “está cerca de vosotros el reino de Dios”».
De esta manera el
misionero debe ir siempre en nombre del Señor, proclamar su Palabra con
respecto al reino y prometer, a quienes escuchen su mensaje la entrada en el
reino.
Amigos todos,
recuerden que por el bautismo hemos recibido la hermosa misión de proclamar a
Cristo a todos los pueblos; empezando por las personas cercanas con las que
tenemos más obligación.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista