Nos llenamos de satisfacción cuando podemos compartir con un grupo de personas que hablan y actúan con alegría y profundidad.
¿Podremos entrar en
la intimidad de Dios donde las tres Personas divinas viven en el amor y la
alegría más profunda?
Algo podemos intuir en la liturgia de este domingo que nos está preparando para Pentecostés.
- Hechos de los apóstoles
Mientras predican
con tanta ilusión Pablo y Bernabé, como suele suceder, no faltó la cizaña:
Unos judíos
quisieron obligar a los convertidos del paganismo al cristianismo a someterse a
la ley de Moisés:
Pablo y Bernabé
viajaron a Jerusalén para presentar el problema ante la autoridad de los
apóstoles.
Los apóstoles «eligieron
a Judas Barsabá y Silas, miembros eminentes entre los hermanos y los enviaron
con una carta: “Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos
de Antioquía, Siria y Silicia convertidos del paganismo…”».
En la misiva alaban
a los nuevos cristianos y terminan diciéndoles que no se preocupen y que, solamente
se «abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales
estrangulados y de la fornicación».
La carta termina
con estas sencillas palabras: «Haréis bien en apartaros de todo esto.
Salud».
No es fácil imaginar la alegría con que recibieron esta noticia los nuevos cristianos de las ciudades evangelizadas por Pablo y Bernabé.
- Salmo 66
Es una oración de
alabanza a Dios en la que se nos invita a todos a glorificarlo con nuestra
oración y cantos de alegría:
«Porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra».
- Apocalipsis
Hace una
descripción maravillosa de la Jerusalén celestial que baja del cielo «ataviada
por Dios, trayendo la gloria de Dios».
La descripción es
preciosa: rodeada de murallas y con doce puertas con los nombres de los
apóstoles del Cordero.
Lo más destacado es
que el apóstol Juan dice:
«Santuario no vi
ninguno porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no
necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su
lámpara es el Cordero».
Esta es la descripción que hace el evangelista cuando ha sido transportado «en éxtasis a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa que bajaba desde el cielo, enviada por Dios trayendo la gloria de Dios».
- Verso aleluyático
La liturgia nos
repite cómo podemos construir, en cada uno de nosotros, el verdadero amor a Dios:
«El que me ama
guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él».
Esta venida en el amor del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, es la mayor invitación que se nos hace para entrar en la vida que nos prometió Jesús en el Misterio Trinitario.
- Evangelio
El Evangelio tiene
tres ideas fundamentales.
(1) La manera de
entrar en el amor de la Santísima Trinidad es guardar la Palabra, los
mandamientos de Dios, como lo hizo Jesús en su vida.
(2) Jesús nos
ofrece la futura presencia del Espíritu Santo: «Que enviará el Padre en mi
nombre, será el que os enseñe todo…».
(3) El saludo de la
paz. No con la paz del mundo sino la paz especial que brota del Corazón de
Cristo, paz que es fruto de su muerte y resurrección para abrirnos las puertas
de la gloria.
Por eso, en su ida
de este mundo nos advierte:
«Si me amarais os
alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es mayor que yo…».
Ya hemos explicado
que Jesucristo, como Dios es igual al Padre, pero al hacerse criatura para
sufrir y resucitar se ha hecho como nosotros y, por tanto, como hombre es menor
que el Padre.
La liturgia en este
día nos está invitando a prepararnos para Pentecostés, fiesta que celebraremos
el próximo domingo. Entonces recibiremos la fuerza del Espíritu Santo que viene
a santificarnos para que podamos entrar en esta maravillosa intimidad del
misterio Trinitario al que hemos sido llamados desde el bautismo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista