La liturgia especial de este domingo nos lleva a hablar de la vida y a las fuentes de ella.
Quiero empezar recordando, para profundizar mejor, este texto del Deuteronomio:
«Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida para que vivas tú y tu descendencia amando al Señor».
- Libro de la Sabiduría
Empieza diciéndonos
que «Dios no hizo la muerte», todo lo creó para vivir y «las
criaturas del mundo son saludables. No hay en ellas veneno de muerte».
Hay una advertencia
muy importante para nosotros:
«Dios creó al
hombre para la inmortalidad» y por eso creemos y repetimos que
hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
¿Y cómo entró la
muerte en el mundo?
La respuesta que conocemos
por el Génesis nos dice hoy: «Por la envidia del diablo entró la muerte en
el mundo».
Mantengamos el amor a la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
- Salmo 29
El salmista
glorifica al Señor porque lo ha librado de sus enemigos:
«Me hiciste revivir
cuando bajaba a la fosa» y «sacaste mi vida de la fosa».
Debemos depositar
nuestra confianza en el Señor de la vida y darle gracias a su santo nombre,
porque su bondad dura para siempre.
Que nuestra existencia sea una continua acción de gracias al Señor porque ha cambiado el dolor en fiesta, y debemos agradecerle siempre.
- San Pablo
Nos habla en un
momento especial de su vida en el que tiene que pedir a los corintios una ayuda
material para llevarla a los pobres de Jerusalén.
El apóstol da un
significado especial al hecho de dar limosna:
«No se trata de
aliviar a otros pasando vosotros estrecheces.
Se trata de
igualar. En el momento actual vuestra abundancia remedia la falta que ellos
tienen y un día la abundancia de ellos remediará vuestra falta.
Así habrá
igualdad».
Imitemos a la Iglesia primitiva que, en su momento, supo ser solidaria y colaborar con los pobres de Jerusalén.
- Verso aleluyático
En este domingo,
cuya idea central es amar la vida, este versículo de San Pablo nos explica cómo
Jesús «destruyó la muerte y sacó a la luz la vida por medio del Evangelio».
También para
nosotros el Evangelio debe ser la fuerza que nos ayuda a vivir y a compartir
nuestros bienes.
Tengamos, pues, la Palabra de Dios en un lugar visible de nuestro hogar y meditémosla diariamente para poder cumplirla.
- Evangelio
El evangelista San
Marcos nos presenta a Jesús haciendo milagros en defensa de la salud y de la
vida. Destacamos dos momentos:
Un jefe de la
sinagoga, Jairo, que se echó a sus pies para suplicarle por su hija: «Mi
niña está en las últimas. Ven, pon las manos sobre ella para que se cure y
viva».
Jesús sigue a Jairo
y, durante el camino, una mujer que padecía flujos de sangre le toca el manto «pensando
que con solo tocarle el vestido curaría».
Y así sucedió en el
acto.
Jesús preguntó: «¿Quién
me ha tocado?». La mujer temblorosa se echó a los pies y le confesó todo.
La respuesta de
Jesús, el Señor de la vida, fue: «Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y
con salud».
En aquel momento
llegan unos enviados, de la casa del jefe de la sinagoga, que le dicen a Jairo que
la niña ha muerto.
Jesús, que lo oye,
le da una esperanza extraña: «No temas, basta que tengas fe».
Jesús llega a la
casa, e ingresa con Pedro, Santiago y Juan. Al pasar entre la gente, el Maestro
les reprocha sus gritos: «¡La niña no está muerta, está dormida!».
Aunque se reían de
Él, «entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: “contigo
hablo, niña, levántate”».
La niña se levantó
y Jesús tuvo un detalle para terminar todo: pidió que le dieran de comer.
De esta manera,
mientras Jesús está en la tierra hace milagros para demostrar la importancia
que tiene la vida que nos ha regalado el Señor.
Cuidemos y amemos
la vida.
José Ignacio
Alemany Grau, obispo