En este domingo debemos robustecer la fe en Jesucristo, verdadero Dios y Creador de todo. Y, al mismo tiempo, verdadero hombre que camina junto a nosotros llevando nuestras miserias hasta el Calvario, para purificar y salvar nuestra vida.
- Ezequiel
«El Espíritu entró
en mí, me puso en pie, y oí que decía».
Nos cuenta Ezequiel que el Señor lo envió como profeta entre los hombres, pero al mismo tiempo, le advirtió que se trataba de un pueblo rebelde que no creerá que el envío es de Dios.
Y cuando diga: «esto
dice el Señor», la respuesta dependerá de su actitud de hijos testarudos y
obstinados, pero «ellos te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo
rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos».
Esta actitud difícil contra el profeta Ezequiel es la que veremos en Jesús, según el Evangelio de hoy.
- Salmo 122
Nos presenta el
ideal del fiel que vive con los ojos puestos en el Señor para conocer su
voluntad y cumplirla al instante, como hacen los esclavos y las esclavas con
sus señores.
Con el salmista completamos diciendo: «Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios. Nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos».
- San Pablo
Reconoce que el
Señor, para hacerlo humilde, le ha puesto una prueba (que Pablo llama una
espina) que no sabemos en qué consiste, pero que humilla al gran apóstol y le
hace confesar: «Tres veces he pedido al Señor verme libre».
Mas el Señor no le
quita esta prueba, sino que le advierte: «Te basta mi gracia. La fuerza se
realiza en la debilidad».
Si aprovechamos las
pruebas, como Pablo, nuestras limitaciones nos engrandecerán.
El apóstol termina
animándonos con su ejemplo: «Por eso vivo contento en medio de mis
debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las
dificultades sufridas por Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte».
Ya no importa la espina, el que importa es Jesús.
- Verso aleluyático
Lo que caracteriza a todo profeta verdadero es la presencia del Espíritu Santo en él. Hoy Jesús nos dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres».
- Evangelio
Hoy podríamos decir que Jesús es un
profeta “fracasado” en su tierra y entre los suyos. Dice San Marcos que Jesús
llegó con los discípulos a la sinagoga para enseñar, como era su costumbre. Él
mismo se queja de que no pudo hacer los milagros que hubiera deseado.
La envidia y las rencillas del pueblo no
les permitieron aceptar que un vecino suyo supiera y pudiera tanto.
Jesús salió del pueblo lamentando: «No
desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su
casa».
Tengamos cuidado porque hoy también
algunos, que se llaman católicos, niegan la divinidad a Jesucristo.
Nosotros, por nuestra parte, repitamos con
fe: Jesús es el gran profeta enviado por Dios y es verdadero hombre y verdadero
Dios, nuestro Redentor.
José Ignacio Alemany Grau, obispo