La liturgia nos invita a salir en pos de Jesucristo para contemplar su transfiguración precisamente en este segundo domingo de cuaresma
¿Por qué lo hace?
Sigamos las
distintas lecturas y nos daremos cuenta de que se trata de imitar a Jesús que
sale del seno del Padre para estar con nosotros y traernos la salvación.
Con su
transfiguración quiere recordarnos que, si salimos nosotros de nuestros
intereses, de nuestros vicios y pecados, seremos también un día transfigurados
y convertidos en su propia imagen.
De todas maneras, es bueno que, una vez más, recordemos que la transfiguración viene a ser un milagro al revés, porque Jesús debería trasparentar continuamente en su cuerpo la gloria de su persona divina, y, sin embargo, la tiene oculta en un cuerpo humano como cualquier hombre y solo la manifiesta en algún momento concreto como vemos en este domingo.
- Génesis
«El Señor dijo a Abram: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia
la tierra que te mostraré».
Dios le hace unas
promesas maravillosas. Lo más interesante es que siendo ya de edad avanzada y
su mujer estéril, le promete hacer de él un gran pueblo y darle toda clase de
bendiciones.
No sabemos qué
pensó Abraham porque el Señor no le concretó nada.
No le dijo a qué tierra
debía ir ni cómo iba a ser su descendencia.
Lo que sí sabemos es que era un hombre de fe, modelo para todos y que simplemente se «marchó como le había dicho el Señor».
- Salmo 32
El salmista
proclama la Palabra del Señor como muy sincera y consecuente con todas sus
acciones para con el hombre:
«Dios ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra».
Por otra parte,
invitando a la respuesta de cada uno, nos dice:
«Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo».
Por eso pedimos: «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti».
- San Pablo
Dios «nos salvó y nos llamó a una vida santa».
Y esto, no porque nosotros tengamos grandes méritos, sino por una disposición
divina por la cual «Dios dispuso darnos
su gracia por medio de Jesucristo».
Esta gracia se ha
manifestado, de hecho, cuando «apareció
nuestro Señor Jesucristo que destruyó la muerte y sacó a luz la vida inmortal
por medio del Evangelio».
La grandeza de este Jesús la veremos en el Evangelio de hoy.
- Versículo de aclamación
Recoge lo que es el
corazón del Evangelio de este día:
«En el esplendor de la nube (símbolo del Espíritu Santo) se oyó la voz del Padre: “este es mi Hijo, el amado: escuchadle».
- Evangelio
Nos encontramos en
el monte Tabor con tres escenas de tres personajes cada una:
+ En la primera
Jesús, hermoso y transfigurado, con los grandes representantes del Antiguo
Testamento, Moisés y Elías, que conversan sobre la muerte de Jesucristo.
+ En la segunda,
los tres predilectos: Pedro, Santiago y Juan, que admiran la escena y «caen de
bruces llenos de espanto». Y Pedro, como fuera de sí, exclama:
«Señor, qué bien se está aquí.
Si quieres haré tres tiendas. Una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías».
+ La tercera escena
nos presenta a la Santísima Trinidad: en la nube está simbolizado el Espíritu
Santo, el Hijo está transfigurado y el Padre deja oír su voz y nos da su gran
mandato:
«Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
Al bajar del monte,
para que los discípulos entendieran la lección, Jesús les advierte que deben
guardar secreto lo que han visto y tener presente que, antes de su
glorificación, tiene que ser ajusticiado y resucitar.
Que el recuerdo de
la transfiguración de Jesús nos ayude también a nosotros a caminar con
esperanza por la cuaresma a la pascua.
José Ignacio Alemany Grau, obispo