En este día vamos a tener una reflexión especial que nos centre en la cuaresma
Hoy es el primer
domingo de cuaresma, aunque propiamente empezamos este tiempo el pasado miércoles
con la imposición de la ceniza.
¿Por qué la cuaresma dura cuarenta días?
Empezó por una
semana, se prolongó luego hasta sesenta y un días y en 1970, después del
Concilio, la liturgia lo redujo a cuarenta días.
Hay unos motivos
especiales en el Antiguo Testamento y en la vida de Jesús para introducirnos en
la cuaresma. Veamos:
+ Ante todo recordamos
los cuarenta años que el pueblo de Israel estuvo por el desierto sufriendo
antes de entrar en la tierra prometida.
+ Otro motivo es
recordar los cuarenta días que Moisés estuvo en el Sinaí sin comer ni beber
para recibir la ley del Señor.
+ Recordamos
también a Elías que tuvo que huir de los reyes de Israel, sobre todo de la
reina Jezabel, esposa de Ajab, que lo buscaban para matarlo y él huyó hacia el monte
Horeb para pedir a Dios el fin de su ministerio profético.
Es interesante el
hecho de que cuando Elías se echó al suelo con desaliento Dios le envió un
ángel que le dio agua y pan caliente y con la fuerza de ese alimento (símbolo
de la Eucaristía) tuvo fuerzas para caminar cuarenta días y noches hasta la
cumbre del Horeb.
+ Pero, sobre todo,
tenemos los cuarenta días que, según el Evangelio, estuvo Jesús en el desierto
en oración y profundo sacrificio y, «después
de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre».
Es entonces cuando
Satanás le presenta las tres famosas tentaciones que astutamente apoya con la Biblia:
La primera es una
invitación a la gula, que es el apetito desordenado de comer y beber:
«Si eres el hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en panes».
La respuesta
valiente de Jesús es también un texto bíblico, pero bien orientado:
«No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios».
La segunda
tentación es la del «poder» y «tener» que son las ansias frecuentes de la
humanidad:
«Lo llevó a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
“Si eres el Hijo de Dios tírate abajo porque está escrito: ‘Encargará a los
ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tus pies no
tropiecen con las piedras’”».
Como ya nos vamos
dando cuenta, las tentaciones no son pecado. El pecado es dejarse llevar por
ellas.
A esta segunda
tentación Jesús contesta:
«No tentarás al Señor, tu Dios».
Finalmente, el
mentiroso Satanás lleva a Jesús a una montaña altísima y mostrándole los reinos
del mundo y su gloria le dijo:
«Todo esto te daré si te postras y me adoras».
Jesús termina
diciéndole:
«Vete Satanás porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él
solo darás culto”»
De esta manera
termina todo y los ángeles de Dios se acercan a servir a Jesús.
Por nuestra parte,
amigos, tengamos en cuenta que no es prudente buscar las tentaciones, pero sí
aceptarlas con paz y en oración cuando se presenten.
Con la fe
mantengámonos siempre en la serenidad que nos enseña Jesús en este momento de
preparación a su vida apostólica.
Tengamos en cuenta
que la Palabra de Dios hay que leerla y vivirla con la serenidad de Jesús y no
como pueden hacer otras personas adaptando la Biblia a sus intereses
personales, algo así como hizo en las tentaciones Satanás en el desierto con Jesús.
Terminamos con
estas palabras del Papa Francisco en su mensaje para la cuaresma de este año.
Emprendamos el camino por la cuaresma a la Pascua de Jesús:
«En la noche de
Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que
proviene del fuego nuevo, poco a poco, disipará la oscuridad e iluminará la
asamblea litúrgica. “Que la luz de Cristo resucitado y glorioso disipe las
tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu” para que todos podamos
vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: Después de escuchar la
Palabra del Señor y de alimentarnos con el pan eucarístico nuestro corazón
volverá a arder de fe, esperanza y caridad».
José Ignacio Alemany Grau, obispo