Quizá una de las cosas que más amamos todos es la luz.
El verla y gozarla
nos mantiene, incluso, la vida en este mundo ya que sin ella solo habría
soledad y muerte.
Por esto mismo, de distintas formas, la revelación nos repite las grandes manifestaciones de la luz en las que vemos reflejada la divinidad y también la vida humana y cuanto la hace posible.
- Isaías
Nos invita a
compartir con los necesitados. El que comparte con los demás será como una luz
en el mundo:
«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste
al que ves desnudo… Entonces romperá tu luz como la aurora».
Y un poco más
adelante, añade el mismo profeta: «Cuando
partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente brillará tu
luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía».
Nuestra conclusión es clara: quien vive las obras de misericordia se convierte en luz para sí mismo y para los demás.
- Salmo 111
El justo es como
una luz entre las tinieblas del mundo: «En
las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo».
A continuación, el salmo va definiendo la vida de claridad del justo y cómo, ante los demás, se convierte en bienestar y paz para todos.
- San Pablo
Quiere el apóstol
que quede claro que el Evangelio que anuncia no es sabiduría humana. Se trata
más bien de la sabiduría de Dios porque anuncia a Jesucristo y este
crucificado, humillado por los hombres.
Por esto mismo,
Pablo al anunciar el Evangelio lo hace presentándose «débil y temblando de miedo» porque lo que anuncia él no es
sabiduría humana, sino el poder del Espíritu. De esta manera los oyentes no se
apoyan en sabiduría de hombres sino en el poder de Dios.
Esta es la forma de evangelizar para todo apóstol que quiera imitar a Jesucristo y a sus apóstoles, entre los cuales destaca San Pablo.
- Verso aleluyático
Es Jesús mismo
quien nos hace su propia definición, presentándose como luz para que podamos
seguirlo también nosotros:
«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue tendrá la luz de la vida».
Esto será, precisamente, lo que nos pida el Evangelio de hoy: siguiendo a Jesús podremos compartir la luz y la vida.
- Evangelio
Dos cosas pide
Jesús, hoy a sus discípulos:
+ Primero, que sea
sal. La sal tiene la propiedad de dar sabor a la comida y de no permitir que se
corrompan los alimentos.
Jesús advierte que,
si esta sal pierde lo esencial de ella, no sirve más que para tirarla fuera y
que la pise la gente.
+ A continuación,
Jesús les habla de esta comparación que venimos comentando: la luz y el
apostolado: «Vosotros sois la luz del
mundo».
Jesús compara al
apóstol con una ciudad colocada sobre el monte, que no puede dejar de ser vista
por todos. Si los apóstoles tienen que ser luz para el mundo han de tener
también en cuenta que, cuando se enciende una lámpara, no es para ocultarla
debajo de la cama, sino para ponerla en el candelero a fin de que ilumine toda
la estancia.
Finalmente,
Jesucristo nos hace una advertencia importante:
El alumbrar, el dar
luz, no es para que la gente nos admire a nosotros, sino que al ver nuestras
obras y oír nuestras palabras se vuelvan hacia el Padre que está en los cielos
y lo glorifiquen.
No se trata, pues,
de orgullo o «autobombo», sino de poner en alto la Palabra de Dios para que Él
sea conocido y glorificado.
José Ignacio Alemany Grau, obispo