Hablar de la santidad en la vida diaria –entre católicos- para unos es maravilloso, a otros, en cambio, les parece ridículo.
¿Quién tiene la razón?
- Levítico
Tres cosas
importantes, pide Dios a Moisés en la asamblea de los hijos de Israel:
+ Mandato de Dios
bien claro:
«Seréis santos porque yo, el Señor, soy santo».
El motivo es
maravilloso: nuestro Creador quiere que seamos como Él. Por esto nos quiere
santos.
En las cosas de la
vida ordinaria procuremos parecernos a Dios. Esto no solo es posible, sino que
es una gozosa realidad.
Dios no nos quiere
lejos, nos quiere con Él.
+ Reprenderás al
otro y no lo odies porque te cae mal lo que hace, porque no te gusta o porque
ves que va contra Dios.
+ No guardes rencor
sino más bien «amarás a tu prójimo como a
ti mismo».
Todo esto lo confirma el mismo Dios con estas
palabras:
«Yo soy el Señor».
- Salmo 102
El salmista nos
invita a alabar a Dios que es compasivo y misericordioso.
Podemos contar
siempre con Él.
Él nos perdona y
aleja nuestros delitos con su bondad.
Dios tiene ternura
por sus fieles como un buen Padre tiene ternura con sus hijos.
De esta manera Dios tiene que ser modelo de todos los humanos, porque Él es nuestro Creador y nos asegura su cariño de Padre.
- San Pablo
Según el apóstol
somos templo de Dios.
El Espíritu, que es
Dios como el Padre y el Hijo, habita en nuestro interior como en un templo.
Meditemos:
«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros?»
«Yo soy yo, pero no
soy mío» (Papa Benedicto).
Qué maravillosa
realidad. Si yo soy templo de Dios es que soy suyo y no me pertenezco. Esa es
mi grandeza.
San Pablo nos asegura
que tenemos un regalo inesperado: somos de Dios y esa es nuestra grandeza:
«Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios».
- Verso aleluyático
En guardar la
Palabra de Cristo consiste la perfección, ya que esa Palabra es Cristo mismo y
Él es Dios como el Padre y el Espíritu Santo.
Por eso gocemos
pensando:
«Quien guarda la Palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en Él a su plenitud».
- Evangelio
Continuamos hoy el
«sermón de la montaña» y en él leemos unas palabras que nos permiten entender
mejor el pedido de Dios a Moisés, de la primera lectura:
¿Cómo ser santo?
Jesús nos lo
explica de una manera sencilla: Dios es bueno con todos y hace salir el sol sin
diferencias para buenos y malos.
También envía la
lluvia al justo y al pecador.
Aprende: tú serás
un poco como Él si amas a tus enemigos y rezas por los que te persiguen y
maltratan.
No tenemos que
hacer cosas muy grandes o imposibles; en lo sencillo de cada día has de
encontrar la santidad.
Por eso la
conclusión del Evangelio es maravillosa y posible:
Tú puedes ser
perfecto como el Padre que está en los cielos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo