SOMOS HIJOS DE LA LUZ
San
Pablo pensaba acabar con todos los cristianos de Damasco y “de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor”.
De
la luz salió una voz: “Soy Jesús a quien
tú persigues”.
Así
es, amigo, Jesús ha querido manifestarse como luz y hoy la santa liturgia nos
lo repetirá para que aprendamos de Él a iluminar, como hijos de la Luz.
- Samuel
Dios
rechazó a Saúl y pidió a Samuel que buscara al que lo iba a suplir.
El
profeta busca en la casa de Jesé y Dios rechaza a los siete muchachos que le
presenta su padre:
“porque Dios no ve como los
hombres, que ven la apariencia, el Señor ve el corazón”.
Cuando
se presentó el octavo, el más joven, el pastorcito David, Dios dijo a Samuel:
“Úngelo porque es éste”.
Al
ungirlo “invadió a David el espíritu del
Señor que estuvo con él en adelante”.
En
el bautismo el Espíritu de Dios entró en nosotros:
¿Le
dejamos actuar como hizo el profeta rey?
- Salmo responsorial
Es
el 22 y habla del Buen Pastor.
Sabemos
cómo actúa el Buen Pastor.
Sigámoslo
con docilidad y nunca nos faltará lo necesario, aún en los momentos difíciles
para todos.
Repitamos
con fe:
“El Señor es mi pastor, nada
me falta… Me guía por el sendero justo… Aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo porque tú vas conmigo”.
En
estos momentos, aprendamos a fiarnos mejor del Buen Pastor, pero seamos ovejas
dóciles.
- San Pablo
Esta
lectura entra de lleno en el tema. Reconozcamos nuestra verdad:
“En otro tiempo éramos
tinieblas, ahora somos luz en Cristo”.
Ojalá
que desde el bautismo viviéramos en la luz y que nunca regresemos por el pecado
a las tinieblas.
Que
nuestro caminar sea el de los hijos de la luz.
¿Qué
significa esta expresión de caminar como hijos de la luz?
Nos
lo explica el mismo San Pablo:
+
Es actuar en la bondad y caridad propias de los discípulos de Jesús.
+
Es actuar en la justicia con Dios, dándole el culto que le corresponde, y con
el prójimo, como a nosotros mismos según enseña la Escritura.
+
Y actuar en “la verdad que nos hace libres” del pecado y de toda esclavitud.
+
Finalmente, dándole gusto a Dios, cumpliendo su voluntad.
Amigos,
nunca durmamos en la oscuridad del pecado. “Que
Cristo sea nuestra luz” y si es necesario, una buena confesión nos ayudará.
- Versículo
Jesús
no engaña.
Él
da la salvación porque su luz señala el camino a la felicidad:
“Yo soy la luz del mundo, el
que me sigue tendrá la luz de la vida”.
- Evangelio
Es
un bello relato de San Juan que enseña cómo Jesús es luz y da la luz.
El
joven es ciego de nacimiento.
Nunca
había visto la luz.
Jesús
le abre los ojos y todo cambia.
Es
interesante examinar:
Los
fariseos, como siempre, no quieren que la gente acepte a Jesús y menos como
autor de un milagro tan grande…
Los
padres del invidente no se arriesgan a reconocer a Jesús y por eso ante las
preguntas de los fariseos, dicen:
“Preguntádselo a él que ya
tiene edad”.
El
muchacho nunca había visto a Jesús, porque recuperó la vista después de lavarse
en la piscina de Siloé.
Sin
embargo lo reconoce como un “hombre de
Dios”.
Es
bello ver cómo el antiguo ciego va creciendo en valentía, defiende a Jesús y no
le importa que lo excomulguen los fariseos.
Cuando
está solo, Jesús le sale al encuentro y se le revela:
“¿Crees en el Hijo del
hombre?”
El
muchacho, iluminado por el mismo Señor, se postra ante Él:
“¡Creo, Señor!”
Amigos,
acerquémonos a Jesús que Él nos ilumina de verdad y nunca lo abandonemos.
En
medio de este mundo que vive de espaldas a la luz, recordemos lo que nos dijo
el Señor:
“Ustedes son la luz del
mundo”.
¡Que
se note!
José
Ignacio Alemany Grau, obispo