Las
normas sociales no permitían que un hombre pidiera a una mujer y el odio de la
pequeña historia de judíos y samaritanos no admitía que hablaran entre ellos.
Sin
embargo Jesús lo hace y pide de beber a la samaritana, para saciarla luego Él
mismo con el agua que salta hasta la vida eterna.
Hoy
la liturgia nos habla de algo tan necesario: el agua.
- Éxodo
El
pueblo se solivianta contra Moisés.
Tienen
razón: están en el desierto y no hay agua.
Moisés
casi con desesperación dice a Dios: “¿qué
puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen”.
Pero
Dios los sacó de Egipto y, como responsable de la situación, conforta a Moisés:
“Yo estaré allí ante ti,
junto a la roca de Horeb”.
Qué
importante es contar con Dios.
Con
Él perderíamos el miedo a las epidemias de todo tipo.
Y
el agua brotó de la roca y corrió abundante por las arenas del desierto.
- Salmo
Se
trata del salmo 94, tan importante en este tiempo de cuaresma.
Nos
pide estar siempre atentos a la voz de Dios y confiar en Él:
“No endurezcáis vuestro
corazón”.
Además,
pide que escuchemos hoy la voz del Señor que nos habla todos los días de
diversas maneras.
Confiemos
y adoremos:
“Entrad, postrémonos por
tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y
nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía”.
- San Pablo
De
acuerdo al tema, Pablo dice a los romanos:
“El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Ese
Espíritu Santo es el torrente de agua viva de que habló Jesús el día de la gran
fiesta:
“De sus entrañas manarán ríos
de agua viva… Dijo esto refiriéndose al Espíritu Santo que habían de recibir
los que creyeran en Él”
(Jn 7,38-39).
Si
la primera lectura hablaba del agua física, ahora se nos habla del agua
espiritual.
Pidamos
como verdaderos sedientos ambas clases de agua a la bondad de Dios.
- Evangelio
No
es fácil comentar un párrafo tan bello.
Todo
me parece pobre y corto.
Pero
desgranemos unos pensamientos.
+
Jesús cansado se sentó junto al manantial: la fuente de agua viva junto al agua
natural, para ayudar a pasar de la una a la otra.
+
“El que bebe de esta agua vuelve a tener
sed”:
Ningún
pecado sacia la sed del alma inquieta, hecha por Dios y para Él.
+
“El agua que yo daré se convertirá dentro
de él en un surtidor que salta hasta la vida eterna”:
Esta
agua es la misma del Espíritu Santo que prometió Jesús “el día solemne de la fiesta”.
+
El Mesías “soy yo, el que habla contigo”:
El
corazón de la mujer está dispuesto y Jesús le revela el secreto que solía
ocultar celosamente.
+
“¿Le habrá traído algo de comer?”
¿Cuándo
no? Siempre tendemos a ser mal pensados.
+
La mujer se convierte en apóstol: se humilla ante los de su pueblo reconociendo
que aquel hombre le ha descubierto su vida de pecado.
+
Los samaritanos invitan a Jesús, que pasa dos días con ellos y todo termina con
la gran confesión:
“Sabemos que Él es de verdad
el Salvador del mundo”.
Acércate
a Jesús porque Él es el único que puede saciar tu sed de felicidad.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo