De una u otra
forma todos los seres humanos somos discípulos unos de otros.
Pero lo más
importante para un discípulo es aprender de Dios.
- Isaías
En el versículo
anterior a la lectura de hoy, el profeta comienza el “Tercer cántico del Siervo
del Señor”:
“El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo para
saber decir una palabra de aliento”.
Completando esta
idea leemos hoy:
“Cada mañana me espabila el oído para que escuche como
los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché
atrás”.
He ahí dos
actitudes muy importantes de todo aquel que quiera ser verdadero discípulo de
Dios.
Primero hay que
escuchar la Palabra y luego compartirla.
Después de esto
Isaías profetiza lo que acontecerá al
gran Siervo del Señor, Jesucristo Redentor, como veremos en el Evangelio de
hoy.
Esto profetiza:
“Ofrecí las espaldas a los que me golpeaban, las mejillas
a los que mesaban mi barba; no me tapé la boca ante ultrajes ni salivazos…”
Todos están
contra el siervo pero él tiene la seguridad de que “el Señor me ayuda”.
- Salmo 114
Ahora es Dios
quien “inclina su oído hacia mí el día
que lo invoco”.
Por eso nace en
mí el amor de la seguridad:
“Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante”.
El oído de Dios
y la lengua del hombre se entienden porque “le
invoqué: Señor, salva mi vida”.
Y Él me escuchó:
“Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída”.
El oído del
discípulo y la voz del Maestro.
El oído del
Maestro y la voz del discípulo: este es el secreto de la salvación de Dios.
- Santiago
La gran lección
del apóstol es tan clara que algunas sectas no aceptan su carta entre los
libros inspirados por Dios.
Santiago enseña
que la fe sin obras es muerta.
¿Cómo va a ser
posible que uno crea en Jesús que dijo: “estuve
enfermo y me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, en la cárcel…” y no
lo tome en serio?
¿Puede aceptar
el mensaje y no cumplirlo?, es decir, ¿creer y no hacer?
Santiago, como
siempre, es muy concreto y por eso enseña:
“Alguno dirá: tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu
fe sin obras y yo por las obras te probaré mi fe”.
Esta importante
enseñanza debemos de tenerla siempre en cuenta para que no creamos que el
cristianismo es pura teoría.
- Verso aleluyático
San Pablo, el
gran enamorado del Maestro, expresó este amor del discípulo de Jesús cuando
escribió a los Gálatas:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del
Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.
- Evangelio
Después que el
Padre reveló a Pedro que Jesús era el “Mesías” de Dios, Jesucristo profetiza su
futura pasión, muerte y resurrección:
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que
ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días”.
Pedro se revela
contra este futuro que profetiza Jesús y después de reprocharle, el Maestro
acerca a los discípulos y les dice cómo a de ser el verdadero discípulo:
“El que quiere venirse conmigo, que se niegue a sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga”.
Hay que fijarse
bien que no se trata de seguir la cruz sino a Jesús. Lo otro no tendría
sentido.
La cruz por la
cruz, el sufrimiento por el sufrimiento nunca es aceptable.
Y añadió el
Maestro:
“El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que
pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
José Ignacio
Alemany Grau