Hoy la humanidad se cree que es más grande
que Dios porque lo ha desplazado.
No quiere escuchar a Dios.
No quiere que le mande nadie. Pero… podemos
fijarnos en la historia de hace cincuenta años y pensar lo que sucederá dentro
de otros cincuenta y nos daremos cuenta fácilmente de quién es más grande, Dios
o el hombre, la criatura o el Creador.
- Deuteronomio
Moisés hablaba en nombre de Dios:
“Escucha Israel los
mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar
posesión de la tierra que el Señor os va a dar”.
Dios puede mandar porque es Dios. Es el
Creador y evidentemente es más grande que tú.
Y lo primero que pide es que le escuches.
Hasta por bien parecer debemos escuchar lo
que nos dice el Señor, sea personalmente en la intimidad o sea a través de su
Palabra.
Escuchando descubriremos la verdad de lo
que quiere el Señor sin las interpretaciones de los hombres.
No manipules los mandatos del Señor “ni añadáis nada a lo que os mando ni
suprimáis nada”:
Si eres inteligente comprenderás que nunca
es bueno cambiar lo de Dios por lo nuestro.
Otra afirmación del Deuteronomio es que nos
fijemos en que no hay “ninguna nación tan
grande que tenga a sus dioses tan cerca de sí como lo está el Señor Dios de
nosotros, siempre que lo invocamos”.
Y si esto era realidad en el Antiguo
Testamento, ¿qué diremos ahora que Jesucristo se ha quedado con su Iglesia para
siempre?
La cercanía de Dios es la maravilla más grande.
El Señor también nos hace una pregunta a
los que vivimos hoy:
“¿Cuál es la gran
nación cuyos mandatos o decretos sean tan justos como toda esta ley que os doy
yo?”.
Si examinamos la historia veremos la
decadencia de la humanidad cuando ha actuado en contra de los mandamientos de
Dios.
- Salmo responsorial (14)
“Señor, ¿quién puede
hospedarse en tu tienda?”
El salmista nos aclara lo que debe hacer
una persona que quiere vivir en la casa del Señor.
Son cosas que en realidad ayudan al individuo
y hacen feliz a la sociedad. Por ejemplo:
Proceder honradamente, practicar la
justicia, no calumniar a nadie, ni difamarlo, no hacer mal al prójimo y
rechazar la impiedad; honrar a los que temen a Dios, no aceptar sobornos, no
extorsionar al prójimo prestando dinero con usura.
Una serie de consejos que nos permitirían
vivir más felizmente en nuestra sociedad abrumada por la corrupción.
- Santiago, apóstol
Nos advierte el apóstol que “todo don perfecto viene de arriba, del
Padre de los astros”.
Debemos permanecer en continua acción de
gracias al Señor por tantos dones que nos permiten vivir en paz, en cuanto a la
vida personal. Debemos aceptar su Palabra para salvarnos.
Sin embargo nos aconseja que evitemos caer en
la trampa de escucharla y no llevarla a la práctica.
Escuchar y no practicar sería “engañarnos a nosotros mismos”.
Finalmente, Santiago nos invita a vivir las
obras de misericordia y evitar el pecado.
- Verso aleluyático
Dios es nuestro Padre porque nos engendró
en Cristo y por Cristo, para que seamos hijos adoptivos y con su Espíritu Santo
podamos llamarle “Padre”, como lo llamaba Jesús.
- Evangelio
En el Evangelio podemos meditar las
palabras de Isaías que Jesús hace suyas.
Son una invitación para que salgamos de la
frivolidad:
De hecho nosotros con frecuencia nos
fijamos en lo externo, en lo accidental. Digamos que nos gusta tener las
flores, pero no queremos cuidar las raíces de la planta y por lo tanto nos
quedamos pronto sin flores y sin fruto.
Jesús nos recuerda estas palabras de Isaías
en concreto:
“Este pueblo me honra
con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
Este es el peligro que tenemos todos.
Fácilmente hablamos o rezamos con los labios mientras el corazón se pasea por
entre fantasías, sentimientos y gustos muy lejanos a la oración.
La verdadera plegaria debe consistir en
buscar la unidad entre lo que decimos con los labios, lo que pensamos con
nuestra mente y lo que nos llena el corazón.
Lo contrario a esto lo llamará el profeta “un
culto vacío” donde lo que menos importa es lo que nos pide el Señor. Preferimos
seguir nuestros gustos.
Finalmente, hagamos una pequeña reflexión
sobre la diferencia entre la Tradición y las costumbres o tradiciones de que
habla San Marcos:
“Dejáis a un lado el
mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.
No es raro que pase esto a veces entre los
católicos.
Cumplimos las tradiciones o costumbres del
pueblo y dejamos de lado las enseñanzas de Dios que recibimos a través de la
Iglesia. Sobre todo en la Biblia y en la Tradición tan distintas a las
tradiciones de los hombres de las que habla Jesús.
Aprendamos, pues, primero a escuchar con
atención las enseñanzas del Señor y en segundo lugar, a vivirlas con fidelidad
para poder finalmente transmitirlas a los demás.
Feliz domingo para todos.
José Ignacio Alemany Grau.