UN RAMO
Y EL CORAZÓN SINCERO
Según San Lucas,
una multitud venía con Jesús.
Habían visto
prodigios y últimamente el ciego Bartimeo había recuperado la vista y se había
unido al grupo alabando a Dios.
Acercarse a la capital
de la fe de Israel era siempre conmovedor y escuchar el salmo “que alegría cuando me dijeron vamos a la
casa del Señor... Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén”.
Pero esta vez
era distinto.
En la caravana
iba un grupo muy numeroso y venía arropando a aquel que hablaba como ninguno y
que todo lo había hecho bien.
Espontáneamente
crean un ambiente festivo.
Por su parte
Jesús debe pensar que el pueblo tiene que conocerlo antes de crucificarlo.
¡Qué misterios
los de Dios!
Jesús humilde
pide que le traigan un pollino y se monta en él al estilo de los reyes.
La gente toma
palmas y ramos en sus manos y comienza a cantar:
“¡Hosanna!”
“Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Los vecinos de
Jerusalén se asoman a puertas y ventanas preguntando:
“¿Quién es éste?”.
“La gente que venía con Él le responde:
Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.
Fiesta espontánea
que Jesús permite en esta oportunidad.
Tú, amigo,
acompaña este domingo a Jesús con el ramo, símbolo de tu fe en las manos.
Y canta:
Ese desterrado por la sociedad de hoy… sigue siendo Jesús el Nazareno, el
Señor.
No hay otro.
Hoy es preciso,
más que nunca, mantener la fe en el Salvador.
- El prefacio
Nos habla de
Jesús “el cual siendo inocente, se
entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado
entre los criminales.
De esta forma,
al morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados”.
Es el amor de
Cristo.
Él carga lo malo
y nos regala la salvación.
- Isaías
Nos habla del
siervo de Dios que es una imagen del Mesías.
Muchas de las
cosas que refiere el profeta se cumplieron realmente en Jesús y en esta Semana
Santa las meditaremos:
“Y yo no me resistí ni me eché atrás:
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a
los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos”
- Salmo 27
Este salmo era
el que según los evangelistas Jesús rezaba en la cruz.
Una de las
lecciones que nos da Jesucristo en su pasión es el rezo de los salmos.
San Agustín nos
enseña que es Jesús quien reza los salmos cuando los rezamos con la Iglesia,
“unas veces reza como Cabeza (es la Cabeza del Cuerpo místico) y otras veces
como Cuerpo” (es decir, reza con todos nosotros).
Medítalo en esta
semana:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué…?”
- San Pablo a los Filipenses
Hoy recordamos
la breve pero profunda presentación de Cristo que hace San Pablo a los filipenses.
Jesús, verdadero
Dios encarnado y hecho un hombre de tantos (sin dejar de ser Dios), humillado,
muerto, crucificado y triunfador.
Es el Padre
quien lo ha glorificado:
“Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el
nombre sobre todo nombre”.
- La Pasión
Los cuatro
evangelistas narran la Pasión de Jesús.
La liturgia nos
invita a leerla de esta manera:
Cada año leemos
la Pasión en un evangelista sinóptico, según los ciclos A, B y C.
Y el Evangelio
de San Juan, que es el más detallado y más íntimo, lo leemos cada Viernes Santo.
Hoy nos toca San
Marcos.
Te invito a
leerlo en particular y, quiera Dios, con tu familia.
Mientras lees
recuerda y aplícate las palabras que Pascal oyó de labios de Jesús en el Huerto
de Getsemaní, según cuenta el Papa Benedicto:
“Aquellas gotas
de sangre las he derramado por ti”.
Toda la vida la
entregó Jesús por ti.
José
Ignacio Alemany Grau