EN VÍSPERAS DE GETSEMANÍ
Las lecturas del ciclo B nos llevan, todas
ellas, al tema de la pasión de Jesús y en concreto a Getsemaní.
- Jeremías
El profeta anuncia que un día Dios hará una
“alianza nueva” con Israel.
La característica de dicha alianza será una
ley metida en el pecho y escrita en los corazones.
Jesús lo dirá con estas palabras: “en espíritu y en verdad”.
Por otra parte, dice Jeremías que todos
conocerán al Señor “cuando perdone sus
crímenes y no recuerde sus pecados”. Esa alianza nueva la recordamos todos los
días en la Eucaristía: “Mi sangre de la
nueva y eterna alianza” y además “derramada
para el perdón de los pecados”.
- Carta a los Hebreos
Esta carta nos trae hoy el recuerdo de la
pasión de Jesucristo.
Benedicto XVI nos dice que el autor (que no
es conocido) debió tomar estos datos de una “tradición” distinta de las que
tomaron los cuatro evangelistas.
En realidad los evangelistas hablan del
grito que dio Jesús al morir, poniéndose en manos del Padre y hablan de sus
lágrimas sobre Jerusalén y a la muerte de Lázaro.
Pero el autor de la carta, en el párrafo de
hoy, nos da a entender que las palabras que leemos se refieren a todo el tiempo
de la pasión, hasta la muerte de Jesús.
Hay algo muy interesante en el libro “Jesús
de Nazaret” con lo que Benedicto nos explica por qué el terror de Jesús en
Getsemaní y general en su pasión.
Les invito a meditarlo:
“Se trata siempre del encuentro de Jesús
con el poder de la muerte, cuyo abismo, como el Santo de Dios, percibe en toda
su profundidad y terror.
La Carta a los Hebreos ve así toda la
pasión de Jesús desde el Monte de los Olivos hasta el último grito en la cruz,
impregnada de la oración, como una única súplica ardiente a Dios por la vida,
en contra del poder de la muerte”.
En efecto. Se trata de la lucha brutal
entre las tinieblas del pecado y la luz del Santo de los santos, Jesús.
¿Quién podrá entender esto?
En ese “gritar, llorar y orar” de que habla
la carta, Jesús realiza su sacerdocio que nos redime a todos.
- Evangelio
Juan narra lo que solemos entender como la
Oración del Huerto, tratada por el cuarto evangelista.
Jesús es el grano de trigo que tiene que
morir para resucitar, multiplicado en espiga.
Luego dice el Señor:
“Ahora mi alma está
agitada y ¿qué diré?
¡Padre, líbrame de
esta hora!”
Es evidente que estas palabras nos hacen
pensar en la angustia de Jesús en el huerto cuando pide al Padre que le quite
el cáliz.
Pero luego (también como en Getsemaní)
Jesús añadió:
“¡Pero para esto he
venido!”
“Entonces vino una
voz del cielo:
Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo”.
Lucas nos dirá en su Evangelio que “se le apareció un ángel del cielo y lo
confortaba”.
“Mi alma está triste
hasta la muerte”.
Recuerda que Jesús tiene verdaderamente
cuerpo y alma humanos, pero solo una Persona, que es divina.
Jesús adelanta el fruto de su muerte
diciendo:
“Cuando yo sea
levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí”.
¿Estás seguro que Jesús se ganó tu corazón?
Será bueno que terminemos con el salmo 50,
de hoy, diciendo:
“Misericordia, Dios
mío, por tu bondad,
por tu inmensa
compasión borra mi culpa;
Lava del todo mi
delito, limpia mi pecado”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo