25 de febrero de 2017




LLEGÓ EL CARNAVALÓN

 Domingo 26 de Febrero 2017

Reflexión homilética para el VIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

Hace muchos años en la Iglesia, para prepararse a la cuaresma, los fieles solían tener unos días de descanso y de diversión con la no mala, sino buena intención, de prepararse a comenzar las penitencias cuaresmales que por cierto entonces eran muy fuertes, sobre todo en cuestiones de ayuno y abstinencia.
Precisamente el nombre que dieron a esos tres días: domingo, lunes y martes antes del miércoles de ceniza, era el nombre de “carnaval”, que significa “adiós a la carne” ya que no la verían hasta la Pascua.
Ahora, lamentablemente, se ha alargado el carnaval y no solo tres días sino varias semanas y en algunos lugares hasta meses. Algo que no tiene nada que ver con la liturgia católica.
Bien, pues eso eran los famosos días de carnaval e incluso a veces se le daba el nombre de “carnavalón”.
Vayamos a las lecturas de hoy.
*       Isaías
Amigo, posiblemente muchas veces te has quejado diciendo o directamente a Dios o a la gente que te acompaña:
Dios se olvidó de mí… A mí Dios no me quiere…
O a Dios mismo le has dicho: ¿por qué me has abandonado, Señor? ¿Qué te he hecho? ¡Yo no me merecía esto!
Escucha bien las quejas que ponía Isaías en labios de Sión, el corazón del pueblo de Dios:
“Me ha abandonado el Señor, mi Dueño me ha olvidado”.
Así hablaba el pueblo pero Dios fiel le respondía… y te responde a ti también:
“¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.
Piensa eso mismo en los momentos difíciles y confía en el Señor, ya que al final vemos cómo la providencia de Dios triunfa siempre.
*       Salmo responsorial
Precisamente como respuesta a esas quejas de Sión el salmo (61) te invita a poner toda tu confianza, más aún “a descansar solo en Dios”.
Precioso salmo que te invito a leerlo entero:
“Solo en Dios descansa mi alma porque de Él viene mi salvación…
Descansa solo en Dios alma mía porque Él es mi esperanza…
De Dios viene mi salvación y mi gloria”.
El hijo de Dios que tiene fe sabe descansar sobre el corazón de su Padre.
*       San Pablo
El apóstol nos invita a no juzgar antes de tiempo y dejar que sea el mismo Señor quien como único juez ilumine las distintas situaciones:
“Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios”.
Pablo se siente administrador de Dios en su apostolado y advierte que lo que se pide al administrador es que sea fiel.
Por eso no le importa lo que digan los hombres:
“Ni siquiera yo me juzgo”.
*       Evangelio
El Evangelio nos advierte que tenemos que ser fieles al único Señor y que no podemos trampear con “una vela a Dios y otra al diablo”.
Por eso Jesús nos advierte:
“Nadie puede servir a dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro”.
Y saca la aplicación claramente:
“Nadie puede servir a  Dios y al dinero”.
Y sigue concretando el Maestro:
“No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber; ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?”
Cuando un padre de familia quiere a sus hijos, si tiene jaulas con pajaritos y muchas flores en el jardín, es porque ya ha dado a los hijos todo lo que necesitan y tiene tiempo para pajaritos y flores. Meditemos una vez más la ternura de esta frase:
“Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
Amigo, confía siempre en el Señor. “Busca el Reino de Dios y su justicia; lo demás se te dará por añadidura”.
Termina Jesús dándonos un consejo muy concreto:
“No se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su propio afán”.
Y ahora amigos, pasando el “carnavalón”, entremos con humildad y sencillez en el templo para recibir la ceniza que nos invita a vivir la oración, el ayuno y la limosna con mayor intensidad en la cuaresma.

José Ignacio Alemany Grau, obispo