Reflexión homilética para
el V domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Son muchos los que a lo
largo de la historia le han dicho a Dios “aquí estoy”.
Me imagino que tú mismo se
lo has dicho muchas veces. Es la disponibilidad del corazón.
Tenemos los grandes
ejemplos de Jesús mismo, de la Virgen, de Isaías, de Moisés, etc., que de una u
otra forma le han dicho:
“Aquí estoy
para hacer tu voluntad”, “hágase en mí”, “aquí estoy”.
Por eso resulta
interesante que hoy nos diga Isaías estas palabras del Señor en la que Él se
pone a nuestra disposición:
“Clamarás al
Señor, y te responderá; gritarás y te
dirá: aquí estoy”.
¡Dios está disponible para
ti!
Por eso mismo no deja de
extrañar el que repitamos con frecuencia:
“Señor, date
prisa en socorrerme”,
cuando en realidad somos nosotros los que tendríamos que correr a buscar al
Señor.
Veamos de qué habla la
primera lectura:
1.
Isaías
El profeta nos habla hoy
de algunas obras de misericordia en las que tanto insiste el Papa Francisco:
“Parte tu
pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo”, etc.
¿Y qué sucederá entonces?
Precisamente hoy la
liturgia resalta el tema de la luz. Fíjate cómo lo concreta Isaías:
“Cuando
cumplas esas obras de misericordia ‘romperá tu luz como la aurora… dentro irá
la gloria del Señor’”.
Después de esta reflexión
Isaías vuelve a insistir en las obras de caridad para terminar con la misma
idea:
“Brillará tu
luz en las tinieblas”.
2.
Salmo
responsorial (111)
Hoy repetiremos estas
palabras:
“El justo
brillará en las tinieblas como una luz”.
Medita este hermoso salmo
y verás cómo el justo es comparado tantas veces en la Biblia con la luz. Aquí
nos dice que el que es justo, clemente y compasivo brilla como una luz.
El resto del salmo nos
habla, una vez más, de las obras de misericordia que hace el justo.
3.
San
Pablo
Vayamos ahora a la carta
de Pablo a los corintios que estamos leyendo los domingos últimamente.
Él mismo se presenta
humilde, sin la sabiduría de los hombres pero con la sabiduría de Dios.
“Me presenté
a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con
persuasiva sabiduría humana”.
Precisamente por eso, el
fruto de la predicación de Pablo estuvo asegurado.
Debemos aprender nosotros
también la riqueza de la sabiduría de Dios que resalta frente a nuestra
pequeñez y pobreza.
4.
Verso
aleluyático
Este versículo nos ofrece una
de las definiciones que Jesús dio de sí mismo, cuando dijo “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la vida”.
Es la gran definición.
Así como Jesús nos dirá en
el Evangelio de hoy que nosotros somos la luz del mundo, ahora se nos define Él
mismo como la verdadera luz de la vida y la fuente donde se alimenta nuestra
pequeña luz.
5.
Evangelio
El Evangelio nos da dos
definiciones que Jesús hace de los que le siguen. Muy interesante porque las
dos suponen el desgaste y entrega de la vida por el Reino.
La primera definición es:
“Vosotros
sois la sal de la tierra”.
Sabemos que para dar sabor
la sal tiene que disolverse totalmente.
Lo mismo su definición “sois la luz del mundo”.
Sabemos también que para
iluminar tiene que haber un consumo de una u otra clase de combustible.
Lo que Cristo pide a los
suyos con estas definiciones es que tomen conciencia de que si Él, con la
gracia divina, nos ha hecho sal o luz para el mundo, es para que demos sabor o
iluminemos; de lo contrario no servimos para nada ni tiene sentido nuestra
vida. Por eso completa:
“Si la sal
no da sabor se tira al camino para que la pise la gente”.
Y cuando habla de la luz
advierte que no se prende la luz para meterla debajo del celemín sino en un
sitio oportuno para que alumbre a todos.
Muchas veces cuando vemos
y oímos las continuas persecuciones que sufre la Iglesia nos sentimos
pesimistas. Pero la realidad es muy distinta y, aunque haya errores y hasta
pecados, la labor de la Iglesia es tan importante que siempre molesta a Satanás
y a los suyos que por eso la persiguen y calumnian continuamente.
Tú, amigo, ten presente
que Jesús, cuando te bautizó, prendió en ti la luz verdadera para que ilumines.
José Ignacio Alemany Grau, obispo