1 de marzo de 2025

SEMILLAS DE LA REVELACIÓN

En este domingo VIII del tiempo ordinario, y ya en vísperas de la cuaresma, la liturgia nos habla, sin usar esta expresión, de «las semillas del Verbo».

La gran verdad es que la fe revelada en su totalidad está solamente en la Iglesia fundada por Jesús, pero en su misericordia y bondad infinita Dios ha querido que haya parte de esta verdad en algunas religiones. A estas verdades llamamos semillas del Verbo que Dios ha esparcido entre todos los hombres para que les sea más fácil llegar a la Iglesia de Jesús.

Como veremos, no quiere decir que porque hay algunas de estas verdades de nuestra fe pueda concluirse que todas las religiones son iguales.

En este sentido, son ejemplares la primera y última lectura de hoy.

  • 1Reyes

Nos cuenta la oración que hizo el rey Salomón al terminar la construcción del templo:

«Los extranjeros oirán hablar de tu nombre famoso. De tu mano poderosa, de tu brazo extendido. Cuando uno de ellos, no israelita, venga de un país extranjero atraído por tu nombre, para rezar en este templo, escúchalo tú desde el cielo…».

  • Salmo 116

El estribillo nos recuerda a todos que por el bautismo somos misioneros:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio».

El salmista pide que la alabanza de todas las naciones glorifique al único Señor:

«Aclamad al Señor todas las naciones».

  • San Pablo

Nos previene que solo hay un Evangelio, es decir, la verdad proclamada por Jesucristo en su vida mortal. Y advirtiendo el peligro de que alguno pueda seguir a personas que han pasado a «otro evangelio», San Pablo, con toda fortaleza, advierte a los gálatas:

«No es que haya otro evangelio, lo que pasa es que algunos os turban para volver del revés el Evangelio de Cristo. Pues bien, si alguien os predica un evangelio distinto del que os hemos predicado (seamos nosotros mismos o un ángel del cielo) sea maldito».

  • Verso aleluyático

Es el amor del Padre que desde la Santísima Trinidad nos envió la salvación por puro amor: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en Él tiene vida eterna».

  • Evangelio

Nos relata San Lucas que un buen día Jesús entró en Cafarnaúm y llegó a buscarlo un centurión que tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho.

Los motivos del centurión emocionaron a Jesús mucho más que las recomendaciones de los ancianos judíos.

En efecto, el centurión dijo a Jesús:

«Señor, no te molestes pues no soy yo quién para que entres bajo mi techo. Por eso, tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano».

Al oír estas palabras «Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía dijo: «os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».

Un centurión que no era israelita ni tenía la fe del pueblo de Dios se convierte en modelo de fe para todos nosotros y la liturgia ha querido recordárnoslo antes de recibir la Eucaristía, cuando decimos: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».

Que las pequeñas verdades que podamos encontrar por el camino no nos alejen, más bien nos acerquen a la verdad plena que es Cristo, que dijo de sí mismo:

«Yo soy la Verdad».

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista