Este domingo XXXI del tiempo ordinario, quiere infundir a la humanidad una nueva primavera hablándole de la cercanía del Creador, nuestro Dios.
Les invito a meditar con seriedad lo que tiene que significar Dios en nuestra vida personal y social si queremos conseguir la felicidad.
- Deuteronomio
Nos presenta unos
consejos muy especiales para que entendamos el poder de Dios, precisamente
cuando la naturaleza se rebela contra el hombre, su criatura.
Meditemos este
consejo que tiene unido a él una gran promesa:
«Teme al Señor, tu
Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú y tus hijos y
tus nietos mientras viváis».
Añade el texto: «Así
prolongarás tu vida… para que te vaya bien y crezcas en número».
Finalmente, llega
el gran mandamiento del Señor:
«Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas».
- Salmo 17
Es una auténtica
confesión de amor, que es bueno que hoy repitamos todos en nombre de la
humanidad. Leamos y meditemos:
«Yo te amo, Señor,
tú eres mi fortaleza… Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador… Mi peña, mi
refugio, escudo mío…».
A continuación, el
salmista confirma su confianza y seguridad en Dios:
«Invoco al Señor de
mi alabanza y quedo libre de mis enemigos», para terminar,
glorificando al Dios verdadero:
«¡Viva el Señor, bendita sea mi roca! ¡Sea ensalzado mi Dios y salvador!».
- Carta a los hebreos
Continúa el tema de
la semana anterior hablándonos del servicio maravilloso que ha hecho Jesucristo
a la humanidad, con su sacerdocio especial y único.
Él es «el»
sacerdote «santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y, por lo
mismo, encumbrado sobre el cielo».
Jesús sacerdote «no
necesita ofrecer sacrificios cada día, como hacen los sacerdotes humanos, que
primero ofrecen sacrificios por sus propios pecados y después por los del
pueblo… Jesús ofreció el sacrificio una vez para siempre, ofreciéndose a sí
mismo».
En este día tenemos que agradecer de una manera especial a Jesucristo, que es Dios y Redentor nuestro, por el sacrificio al que se sometió para salvarnos a nosotros.
- Verso aleluyático
En este domingo del
amor de Dios tengamos presente la gran promesa hecha por Jesús:
«El que me ama
guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él».
La maravillosa respuesta de Dios siempre está por encima de nuestra generosidad. Él mismo está con nosotros.
- Evangelio
El párrafo del
Evangelio de San Marcos de hoy nos cuenta que un escriba que, por cierto, tenía
buena voluntad, preguntó a Jesús:
«¿Qué mandamiento
es el primero de todos?»
La respuesta de
Jesucristo no se hizo esperar y, citando el Antiguo Testamento, afirmó:
«Escucha, Israel,
el Señor nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser».
Después de afirmar
cómo el primero es el primer mandamiento, añade:
«El segundo es
este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El escriba
satisfecho termina alabando a Jesús y repitiendo el mismo pensamiento. Esto
agradó a Jesús que terminó la conversación diciendo:
«No estás lejos del
reino de Dios».
Amigos todos, hay
una eternidad feliz y conseguirla será nuestra salvación para siempre.
Coloquemos a Dios
en el corazón de nuestra vida y de esta manera aprenderemos a amar y a servir
al prójimo como el mismo Señor nos ha pedido.
Todo esto traerá
alegría y paz para nuestra vida y para nuestra convulsionada sociedad. Si
volvemos a ser «amigos» las criaturas y el Creador todos seremos felices y la
naturaleza no se volverá contra las criaturas.
José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista