Al final del año litúrgico, la Iglesia recapitula todo el tiempo como en una gavilla y lo coloca en las manos de Jesucristo, Señor del Universo.
Pongamos también
nosotros todo el año en las manos de Jesucristo, nuestro Rey y Señor, tanto en
las cosas buenas como en lo que nos hayamos podido equivocar.
Pidamos perdón y agradezcamos.
- Daniel
El profeta nos
presenta una visión en la cual ve venir un «Hijo de hombre» (título que asumirá
Jesús), el cual «se acercó al anciano y se presentó ante él».
Este Hijo de hombre
recibe el poder real y el dominio propio de los reyes.
Proféticamente este
Hijo de hombre será respetado por todos los pueblos: «Su dominio es eterno y
no pasa, su reino no tendrá fin».
Una profecía que nos debe servir para admirar cómo ya el Antiguo Testamento profetizó la grandeza del Mesías esperado.
- Salmo 82
«El Señor reina
vestido de majestad».
El salmo nos
presenta al Señor como rey «vestido y ceñido de poder».
La presencia de
este rey mantiene firme al pueblo, ya que su reino es eterno.
A continuación, añade el salmista que los mandatos de este rey son fieles y seguros y el adorno de su mansión es la santidad.
- Apocalipsis
Canta las grandezas
y fidelidad de Jesucristo a quien llama «testigo fiel y primogénito de entre
los muertos».
De este gran
testigo se afirma que nos ama hasta llegar a librarnos de todos nuestros
pecados, por su sangre, e incluso, llegar a convertirnos en un reino y hechos
sacerdotes de Dios.
Concluye nuestro
párrafo de hoy glorificando a Jesucristo y nosotros hacemos nuestras las
alabanzas del Apocalipsis:
«A Él la gloria y
el poder por los siglos… Dice el Señor: “Yo soy el alfa y omega, el que es, el
que era y el que viene, el Todopoderoso”».
A Jesucristo, Rey del Universo sea dada toda la gloria y, de una manera especial, en la santa Eucaristía de este último domingo del año.
- Verso aleluyático
Es una bendición
especial tomada del Evangelio de San Marcos cuando entra Jesús en Jerusalén, y
nosotros, todos los días, lo repetimos preparando la llegada de Jesús cada vez
que celebramos la santa misa:
«¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!».
- Evangelio
Nos relata San Juan
el difícil interrogatorio de Pilato a Jesús.
La verdad es que, a
primera vista, parece que Pilato está burlándose de aquel hombre físicamente
destrozado a quien se ha acusado de creerse rey. Si esto fuera verdad Jesús estaría
atentando contra el poder de Roma representado por Pilato.
Pilato comienza así
su conversación:
- «¿Eres tú el rey
de los judíos?»
Jesús responde de
una manera difícil, preguntando:
- «¿Dices eso por
tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
Pilato quiere
retomar el dominio de su papel como representante de Roma y pregunta:
- «¿Acaso soy yo
judío?».
Y con «toda» su
autoridad, añade:
- «Tu gente te ha
entregado a mí. ¿Qué has hecho?».
También Jesús se
reviste de toda su autoridad:
- «Mi reino no es
de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi guardia habría luchado para
que no cayera en manos de los judíos».
Pilato desubicado,
pregunta:
- «¿Tú eres rey?».
Nosotros en este
domingo admiramos y adoramos la respuesta de Jesucristo:
- «Tú lo dices: soy
Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de
la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Busquemos, amigos,
nuestra propia verdad para ver si, de hecho, y no solo de palabra, Jesucristo
reina en nosotros y su verdad nos conduce.
José Ignacio
Alemany Grau, obispo Redentorista