- Isaías
El profeta nos
habla de la generosidad de Dios que está dispuesto a regalar a todos los
pueblos «manjares suculentos en un festín de vinos de solera».
Junto a este primer
don, el Señor ofrece «enjugar las lágrimas de todos los rostros y el oprobio
de su pueblo».
Finalmente, nos
ilusiona Isaías con estas palabras: «Aquí está nuestro Dios de quien
esperábamos que nos salvara. Celebremos y gocemos con su salvación. La mano del
Señor se posará sobre este monte».
Sion, monte del Señor, simboliza para nosotros la Iglesia que Jesús dejará a su paso por este mundo.
- Salmo 22
Posiblemente ya
este salmo lo sabemos de memoria, pero hoy es una nueva invitación a gozar con
el amor de Dios que es el Buen Pastor y protector de la humanidad que Él mismo
ha creado. Por eso nos dice:
«El Señor es mi
pastor, nada me falta… Me guía por el sendero justo… Prepara una mesa ante mí…
Y me unge la cabeza con perfume y mi copa rebosa».
Con el mismo salmo concluyamos:
«Habitaré en la casa del Señor por años sin término». Esta es la seguridad del encuentro con Dios, Buen Pastor, en su casa.
- San Pablo
Sabemos que San
Pablo tiene confianza especial con los filipenses por el esfuerzo de Pablo en
la evangelización y los detalles de generosidad que ellos han tenido también
con el apóstol.
En este día nos
habla Pablo de cómo los filipenses han compartido con él los tiempos difíciles a
los que él llama «mi tribulación».
Como respuesta, el
apóstol está seguro de que «mi Dios proveerá a vuestras necesidades con
magnificencia, conforme a la espléndida riqueza en Cristo Jesús».
No sabemos cuánta fue la generosidad concreta de los filipenses con San Pablo, pero nos queda una invitación para colaborar, unos con otros, en la fe.
- Verso aleluyático
Se trata de un
párrafo precioso de San Pablo a los efesios para invitarlos a vivir en la
esperanza a la que ellos, y todos nosotros, somos llamados en la fe. Les invito
a meditarlo:
«El Padre de
nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que
comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama».
Recordemos con fe lo que Jesús nos ha ofrecido, después de esta vida, para gozar de Dios en la eternidad.
- Evangelio
Hoy Jesús habla a
los sacerdotes y ancianos del pueblo y les propone una parábola:
«El reino de los
cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo». Los
invitados no quieren ir (una alusión clara a que Dios llama primero a estos
sacerdotes y ancianos, pero ellos no aceptan su llamada).
Entonces, el rey
envía a su gente: «id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que
encontréis, convidadlos a la boda».
Los criados van y
llevan al banquete a todos los que encuentran, «buenos y malos».
Hay un momento muy
interesante y es que cuando llega «el rey a saludar a los comensales reparó
en uno que no llevaba el traje de fiesta…: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin
vestirte de fiesta?», es evidente que todos los demás convidados sí lo
llevaban, a pesar de su pobreza.
Aclara el Evangelio
que «el otro no abrió la boca» y el rey lo mandó sacar fuera y
castigarlo.
Todos somos
llamados por Dios a gozar en el banquete del reino, pero todos debemos tener
también el vestido de la gracia que nos regala el mismo Dios.
José Ignacio Alemany Grau, obispo