Cuando pensamos en el camino que Jesús ofrece a los suyos suponemos que ofrecerá victorias y felicidad para conseguir seguidores.
Pero no es así. Él va por delante, y ofrece a todos los suyos un camino muy difícil que no podemos entender. Para entender a Jesús hay que esperar, con fe, el final. Es el mensaje de este Domingo XXII del tiempo ordinario.
- Jeremías
Se presenta
fascinado por Dios:
«Me sedujiste,
Señor, y me dejé seducir. Me forzaste y me pudiste».
Luego nos cuenta
cuál fue el camino que, de hecho, tuvo que recorrer:
«Yo era el
hazmerreír todo el día. Todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que
gritar: ¡violencia, destrucción!».
Esto le cuesta tanto al profeta que decide no hablar más en el nombre de Dios, pero llega a exclamar que la Palabra del Señor «era en mis entrañas fuego ardiente… intentaba contenerlo y no podía».
- Salmo 62
El alma sedienta de
Dios, en este bello salmo, lo busca con ansiedad y es bueno que nosotros lo
meditemos y repitamos con frecuencia:
«Oh Dios, tú eres
mi Dios, por ti madrugo. Mi alma está sedienta de ti».
Y en una bellísima comparación con el campo reseco, añade: «Mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua».
- San Pablo
En una breve
exhortación a los romanos les pide que presenten sus cuerpos ante Dios como «hostia
viva, santa, agradable a Dios».
Por otra parte, les
advierte que se alejen de la mundanidad, como suele repetir el Papa Francisco:
«No os ajustéis a
este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente».
De esta manera, según San Pablo, podremos «discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».
- Verso aleluyático
Pedimos a Dios la
gracia especial que necesitamos para poder distinguir la verdad del espejismo,
en este caminar con Jesús:
«El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama».
- Evangelio
Jesús «empieza a
explicar» a sus discípulos cuál es su futuro:
Ir a Jerusalén,
padecer mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas.
Todo terminará en
la ejecución… pero el fin será glorioso: la resurrección.
Esta será la clave
para que entendamos, también nosotros, lo que nos espera después de caminar con
Jesús y su cruz.
Pedro, el
impetuoso, se revela y aprovechando que Jesús le ha nombrado «Roca» de su
Iglesia, aconseja al Señor:
«No lo permita
Dios. Eso no puede pasarte».
Jesús no admite
medias tintas y le responde:
«Quítate de mi
vista, Satanás.
Piensas como los
hombres, no como Dios».
Ese es el plan de
Dios sobre Jesús.
El Señor, aclarando
su futuro y el de todo el que desee seguirlo, enseña:
El camino del
discípulo, definitivamente, es como el del Maestro: «El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».
La respuesta de
todo la encontramos en estas palabras:
«El Hijo del hombre
vendrá entre sus ángeles con la gloria de su Padre y entonces pagará a cada uno
según su conducta».
José Ignacio Alemany Grau, obispo