Como hijos de Dios procuremos dar a conocer a Jesús para que los hombres se salven. Aunque sea a última hora, ya que Dios nos acoge siempre.
Por nuestra parte, vayamos a Jesús como buenos trabajadores que llegan a la viña felices, de sol a sol.
- Isaías
El profeta nos
invita a todos a buscar siempre al Señor:
«Buscad al Señor
mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca.
Que el malvado
abandone su camino y el criminal sus planes.
Que regresen al
Señor y Él tendrá piedad».
El Señor mismo
advierte que sus caminos no son como los caminos de los hombres:
«Vuestros caminos
no son mis caminos».
Esto sin duda nos
hace recordar lo que le dirá a su tiempo Jesús a Pedro: «Tú piensas como los
hombres, no piensas como Dios».
Por eso, Isaías
termina diciendo:
«Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes».
- Salmo 144
«El Señor está
cerca de los que lo invocan». Invoquémosle con fe y adoración.
Y meditemos:
«El Señor es
clemente y misericordioso… El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas
sus criaturas… Cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente».
Al contemplar la obra de la Creación y oír que ya no hablan del «calentamiento global» sino de su «ebullición», nos damos cuenta de cómo los mismos seres humanos hemos estropeado las maravillas del Señor. A tal punto que, la tierra que es de Él, porque la modelaron sus manos para nuestro bien, se ha convertido en nuestra enemiga.
- San Pablo
El apóstol nos
habla de la lucha que vive en su corazón noble: desea irse ya con Cristo porque
para él «mi vida es Cristo».
Morir para estar
con Él es una ganancia. Pero su caridad es tanta al servicio del Evangelio que,
si su vida en este mundo les aprovecha a los hombres, acepta quedarse.
Y termina diciendo: «Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo».
- Verso aleluyático
Nos pide que
escuchemos la Palabra de Dios con un corazón abierto y generoso para
convertirnos y proclamarlo:
«Ábrenos el corazón, Señor, para que aceptemos las Palabras de tu Hijo».
- Evangelio
Es una muy hermosa
parábola que nos habla de la viña y del propietario de ella, que representa la
misericordia de Dios para con todos.
El dueño, lleno de
gran bondad, busca los obreros para darles trabajo en su viña y conseguir así el
sueldo de un día de trabajo, que es un denario.
Va a la plaza
temprano y contrata un grupo de ellos. Estos obreros están felices porque han
asegurado el sueldo del día y, por tanto, el pan para su familia.
Pero el propietario
es tan generoso que continúa llamando, durante todo el día, a los parados que
no consiguen trabajo y también los envía a su viña.
La originalidad de
este propietario es que al anochecer paga el denario a todos por igual. Y ante
la incomprensión de los que trabajaron todo el día, les dice:
«¿No nos ajustamos
en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti…
¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».
Así es la
generosidad de nuestro Dios que siempre nos espera, aunque sea en la última
hora de nuestra vida.
José Ignacio Alemany Grau, obispo