Aunque todos los días la liturgia nos enseña a invocar de distintas maneras a la Santísima Trinidad, hay un domingo especial dedicado expresamente a este misterio, el más grande del cristianismo.
La fe nos enseña
que hay un solo Dios. Es único porque tiene una sola naturaleza, pero no es
solitario.
La única naturaleza
divina la tienen por igual y toda entera tres Personas distintas.
La llamamos
«Trinidad» porque son tres Personas y «Santísima» porque su naturaleza tiene
una santidad infinita:
¡Dios es Santo! ¡El Santo!
- Éxodo
Nos presenta la
definición que Dios dio de sí mismo a Moisés: «Señor, Señor, Dios compasivo
y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad».
Moisés en el Sinaí
aprovecha la oportunidad para pedirle a Dios que no abandone al pueblo de
Israel «aunque es un pueblo de dura cerviz. Perdona nuestras culpas y pecados y
tómanos como heredad tuya».
Nunca terminaremos de comprender el amor que Moisés tuvo al pueblo de Israel, a pesar de los muy difíciles momentos que le hizo pasar a él.
- Salmo de Daniel
Nos invita a
glorificar a Dios.
Sería bueno que
nosotros hiciéramos nuestra propia alabanza poniendo situaciones y momentos difíciles
de nuestra vida y repitiendo, después de cada uno de ellos, estas palabras:
«A ti gloria y alabanza por los siglos».
- San Pablo
Es el final de la
segunda Carta a los Corintios y, este breve párrafo, tiene dos partes:
(1) «Alegraos,
trabajad por vuestra perfección, animaos. Tened un mismo sentir y vivid en
paz».
¡Qué hermoso
consejo para tomarlo en serio en la familia!
(2) La frase tan
conocida por nosotros, que repetimos al comienzo de la santa misa y que se ha
convertido en el saludo sacerdotal:
«La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos nosotros».
- Verso aleluyático
Qué sencilla y qué
profunda manera de educarnos la Iglesia y enseñarnos a rezar a la Santísima
Trinidad, en el misterio más maravilloso de tres Personas en un solo Dios:
«Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo».
Así la Iglesia nos invita a repetir estas palabras al santiguarnos, y también en distintos momentos del día, para honrar al Dios santo «que es, que era y que viene».
- Evangelio
En el Evangelio San
Juan nos habla del don maravilloso que ha hecho Dios a la humanidad
entregándonos a su propio Hijo como Salvador, no para juzgar sino para salvar
al mundo; por eso, la luz del Espíritu Santo nos enseñará a aceptar que «el
que cree en Jesús no será juzgado, en cambio, el que no cree no hará falta que
se le juzgue porque él mismo se condena al no aceptar el nombre del Hijo único
de Dios».
Por eso es una
maldad echar las culpas a Dios diciendo que es malo porque condena. Ahí tenemos
la respuesta: Dios es amor y quiere que todos nos salvemos, pero si nosotros no
queremos aceptar a Jesucristo que es el don, nosotros mismos nos condenamos.
Terminemos
agradeciendo a la Santísima Trinidad la salvación que nos ha dado en Cristo
Jesús.
José Ignacio Alemany Grau, obispo