Jesús le dijo a santa Faustina, el 22 de febrero de 1931: «Pinta una imagen según el modelo que ves y firma: Jesús en ti confío... Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de resurrección. Ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia».
Respecto a los
rayos, Jesús le explicó:
«Los rayos
significan la sangre y el agua. El rayo pálido significa el agua que justifica
a las almas. El rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas».
Si nos fijamos, desde hace siglos la Iglesia en el esquema litúrgico de esta fiesta venía hablando de la misericordia, de manera especial en la oración colecta y en el salmo responsorial.
- Hechos de los Apóstoles
Nos cuenta cómo
debe vivir la familia cristiana siguiendo el ejemplo de las primeras
comunidades. Fundamentalmente invita a imitarlas en estos detalles:
«Acudían al templo
todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos,
alabando a Dios con alegría y de todo corazón».
El resultado era maravilloso ya que «eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando».
- Salmo 117
Es un canto a la
Misericordia Divina:
«Dad gracias al
Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia».
A continuación, el
salmo invita a los pequeños grupos humanos «a dar gracias al Señor porque es
eterna su misericordia».
Termina el salmo
con estas bellas palabras que la liturgia nos repite tantas veces en estos
días:
«Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo».
- San Pedro
Comienza el apóstol
alabando a Dios que, «en su gran misericordia, por la resurrección de Cristo de
entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva».
También nos invita
a alegrarnos pensando que «aunque de momento tendréis que sufrir un poco en
pruebas diversas... llegará la alabanza y la gloria cuando se manifieste
Jesucristo».
Termina San Pedro
con una alabanza maravillosa, digna de meditación:
«No habéis visto a Jesucristo y lo amáis, no
lo veis y creéis en Él».
Felicidades, amigos todos, porque esta es nuestra esperanzadora realidad.
- Verso aleluyático
Recoge las palabras de Jesús acogiendo el acto de fe de Tomás, pero indicándole que él creyó por haber visto, sin embargo, «dichosos los que crean sin haber visto».
- Evangelio
El evangelio de hoy
es de San Juan y, en primer lugar, describe los tres grandes regalos de Jesús
en el día primero de la Pascua:
(1) «Paz a vosotros».
(2) El gran envío a
la misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
(3) El envío del
Espíritu Santo para perdonar los pecados:
«Recibid el Espíritu
Santo: a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados...».
En segundo lugar,
el evangelista cuenta que a los ocho días Jesús viene cuando está Tomás con los
otros apóstoles y le dice directamente:
«Trae tu dedo, aquí
tienes mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo sino
creyente».
Tomás adora a su
Señor con estas benditas palabras que tantas veces repetimos con fe:
«Señor mío y Dios
mío».
Nos alegra que en
el octavo día ya están todos los apóstoles con Jesús.
Más adelante,
Pedro, pedirá a la comunidad que después de hacer oración echen suertes para
saber a quién escogió el Señor en lugar de Judas y el elegido fue Matías.
Amigos, todos,
gocen esta Pascua felices por el triunfo de Jesús que es también nuestra propia
salvación.
José Ignacio Alemany Grau, obispo