Para algunos hablar de humildad es humillar a la persona porque consideran que la humildad es un desprestigio o un complejo de inferioridad.
El verso aleluyático
nos lo aclara hoy.
La humildad no es un complejo, lo que pasa es que somos orgullosos.
- Eclesiástico
Este libro de la
Biblia nos habla de una manera clarísima sobre la virtud de la humildad que nos
hace agradables a Dios y atrae su misericordia sobre nosotros:
«En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre
generoso».
Tratándose de las
grandezas humanas, si te haces pequeño, conseguirás el favor de Dios y su
misericordia te permitirá conocer sus maravillas:
«Porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los
humildes».
En cambio, para el Eclesiástico, los orgullosos no tienen curación y no vale la pena perder el tiempo en corregirlos.
- Salmo 67
Alaba a los justos
porque son los preferidos de Dios.
De manera especial
Dios muestra sus preferencias con los pobres, pero justos ante el Señor:
«Los justos se alegran, gozan de la presencia de Dios rebosando de
alegría».
Por eso el salmista
invita:
«Cantad a Dios, tocad en su honor. Su nombre es el Señor».
- Carta a los hebreos
Contrapone las
manifestaciones extraordinarias del Antiguo Testamento con la sencillez y
cercanía de la salvación que nos viene por medio de Jesucristo.
En el Antiguo
Testamento era tal la grandeza que manifestaba el Señor para ganar a su pueblo
que el mismo Moisés llegó a decir en una ocasión: «Estoy temblando de miedo».
En efecto, la
tierra temblaba y el pueblo no podía ni acercarse al monte Sinaí por la amenaza
de Dios:
«Quien toque el monte, aunque sea un animal, será apedreado».
En el Nuevo Testamento
encontramos, en cambio, la sencillez y la bondad del Señor en el culto que se
nos pide, especialmente en la Eucaristía.
En ella encontramos la celebración y la unidad entre los hombres y Dios. Como solemos decir, la Iglesia militante está unida a la triunfante, la asamblea de los santos, siempre gracias a Jesucristo, el Mediador de la nueva alianza.
- Verso aleluyático
Jesús nos descubre su corazón y nos pide que aprendamos de Él, precisamente esa humildad que tratamos hoy y que es una característica de su corazón: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón».
- Evangelio
De una manera muy
plástica, Jesús, aprovechando lo que observaba en la gente que había sido
invitada como Él a un banquete, da unos consejos para enseñar la humildad.
Los invitados
buscaban apurados los primeros puestos en la fiesta. Jesús les dice:
«Cuando te conviden a una boda no te sientes en el puesto principal no
sea que el que te invitó te diga “concédele el puesto a éste”».
¡Qué vergüenza!
«Tú, en cambio, busca el último lugar y cuando venga el que te invitó te
dirá: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los
comensales».
La conclusión para
hoy la saca el mismo Jesús:
«Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».
Así actúa Dios y a
veces también los humanos.
Aunque nos parezca
que nos rebajamos al adoptar una actitud humilde, no es cierto. Recuerda con
frecuencia las palabras de santa Teresa de Jesús:
«Humildad es andar
en verdad».
Y la verdad nos
hace libres.
+ José Ignacio Alemany Grau, obispo