Cuando las criaturas se empeñan en quitar a Dios de su puesto para ponerse ellas, aparte de hacer el ridículo, encuentran todo fuera de lugar y nada les satisface. Ese es el precio que paga el orgullo de nuestra sociedad.
- Sabiduría
A las primeras
preguntas, nadie puede contestar porque solo el Creador conoce su obra:
«¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios
quiere?»
La verdad es que
ningún ser humano puede descubrir la grandeza y los planes de Dios.
Nuestro cuerpo
limitado incluso le impide a nuestra alma ver y comprender las cosas del cielo
que están más allá de lo que vemos y tocamos:
«Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos
son falibles».
La sabiduría es un don de Dios y debemos pedírsela. Por ella podremos conocer el camino hacia Él y agradarle desde nuestra pequeñez y limitación.
- Salmo 89
Nos invita a
pedirle al Señor la sensatez, es decir, a reconocer en nuestra vida la grandeza
de Dios y las limitaciones humanas:
«Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón
sensato», para conocer la sabiduría del Creador.
El salmista nos
enseña que solo la misericordia del Señor nos da la verdadera alegría que
tantas veces buscamos por caminos equivocados:
«Sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo».
- San Pablo
Para entender esta
carta de Pablo a Filemón, su carta más breve, debemos tener en cuenta los
hechos que la explican.
Pablo, que está
preso, escribe a su amigo Filemón. Se trata de un hombre que tenía un esclavo,
Onésimo, que quizá se escapó por haber robado o por otros motivos.
Pablo se ha
encontrado con Onésimo, le explica la fe y lo convierte.
Se encariña con él
y llega a llamarlo «mi hijo porque lo
engendró en la prisión».
En la carta explica
que le gustaría quedarse con Onésimo, pero prefiere que, convertido, vuelva con
su amo.
Pero hay más: pide
a Filemón que, ahora que el esclavo se ha convertido, lo reciba no como
esclavo, sino como un hermano en la fe y lo presiona con estas palabras:
«Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y
como cristiano.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo».
- Verso aleluyático
«Enséñame tus leyes». ¿Pedimos esto al Señor porque queremos amarrarnos? ¡No!, las leyes de Dios son amor, son luz, por eso las deseamos y el salmista lo describe largamente en el salmo 118.
- Evangelio
Tiene dos partes
muy distintas.
En primer lugar,
Jesús trata del orden en el amor. El primero siempre es Jesús y, después,
vienen los distintos motivos familiares:
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre y a su
mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo,
no puede ser discípulo mío».
Pero, además, Jesús
quiere que su discípulo le imite cargando la cruz como la cargó Él:
«Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío».
En segundo lugar,
Jesús nos advierte la prudencia que debemos tener para realizar nuestras obras
como discípulos suyos. Lo hace con estas sencillas parábolas.
Habla de uno que va
construir y que antes «se sienta a
calcular los gastos…».
También habla de un
rey que va a presentar batalla y «se
sienta primero a deliberar…».
Ese «sentarse a
deliberar» indica cómo quiere Jesús que realicemos las cosas con la debida
prudencia para no equivocarnos.
Evidentemente,
también esto nos recuerda la parábola de las cinco vírgenes necias que no
previeron el aceite para rellenar las lámparas del convite al que habían sido
invitadas.
Que el Señor nos dé
la sabiduría que necesitamos para realizar las obras según el plan de Dios y no
según nuestros caprichos.
José Ignacio Alemany Grau, obispo