BUSCANDO EL AMOR, ENCONTRAMOS A DIOS
La
liturgia de este domingo IV del tiempo ordinario nos lleva por los primeros
pasos del apostolado de Jesús, para que vayamos adentrándonos en sus enseñanzas
y sobre todo en su vida. Hoy precisamente nos encontramos en un momento difícil
de la misión inicial del Maestro en su propio pueblo.
- Jeremías
Entre
las dificultades históricas del siglo VI, Dios llama a Jeremías, hombre culto y
de delicados sentimientos, para que sea profeta de su pueblo.
En
el capítulo 1 cuenta el mismo profeta que Dios lo llamó con estas palabras
únicas:
“Antes de formarte en el
vientre, te escogí. Antes que saliera del seno materno, te consagré: te nombré
profeta de los gentiles”.
Después
de esto, el Señor le manda a profetizar entre amenazas y promesas:
“No les tengas miedo, que si
no, yo te meteré miedo de ellos…”
A
continuación el Señor le dirá:
“Yo te convierto en plaza
fuerte frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a
los sacerdotes y a la gente del campo”.
En
seguida, viene como una profecía que se realizará durante toda la vida del
profeta, que por ser muy sensible, sufrirá mucho por el cariño que tenía a su
pueblo:
“Lucharán contra ti, pero no
te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”.
Esta
es la promesa del Señor a Jeremías, que tanto sufrió por Israel.
Es
bueno que aprendamos que Dios nunca falla a los que le son fieles.
- Salmo responsorial 70
El
salmista nos invita a refugiarnos en el Señor y a pedirle: “Sé tú mi Roca de refugio… el alcázar donde me salve”; y pedirle su
protección contra nuestros enemigos:
“Dios mío, líbrame de la mano
perversa… Señor, tú fuiste mi esperanza y mi confianza desde mi juventud”.
Y
con una alusión interesante al profeta Jeremías, añade:
Pidamos
con el salmista que el Señor nos ayude a ser fieles, cantando sus maravillas
hasta el final de nuestra vida.
- San Pablo
Será
bueno que en este domingo nos examinemos para ver si realmente tenemos el amor
verdadero que pide el capítulo doce de la primera carta a los corintios, que
quizá conocemos de memoria, o es, peor aún, filantropía o amor interesado.
San
Pablo nos advierte que el amor es lo primero de todo.
No
debemos olvidar que San Juan identifica el verdadero Amor con la esencia de
Dios.
Pero
si el amor es realmente el que pide Dios, se hace muy concreto y por esto será
bueno fijarnos en estos detalles:
¿Tenemos
un amor paciente y afable?
¿Somos
presumidos o tenemos envidia?
¿Sabemos
disculpar y creer sin límites? ¿Somos capaces de perdonar?...
Terminará
advirtiéndonos San Pablo que todo, incluso nuestras virtudes teologales pasan,
pero siempre queda vivo el amor cuando es verdadero.
Ten
cuidado. No te quedes en un amor teórico sino aplícalo a las personas que viven
junto a ti, sobre todo a tu propia familia, a los miembros de tu comunidad, y a
los grupos de fe.
- Verso aleluyático
Nos
invita a pensar que cada uno de nosotros somos un misionero, un enviado de Dios
para que llegue la buena noticia, el Evangelio, a los más necesitados, “para
anunciar a los cautivos la libertad”.
- Evangelio
El
Evangelio nos lleva a un momento difícil en la vida de Jesús.
Da
la impresión que el Señor va al inicio de su apostolado pasando por los
distintos pueblecitos vecinos y llega a Nazaret.
Con
toda naturalidad, Él, que ya ha cumplido treinta años, según la ley se pone en
pie en la sinagoga y comienza a leer el texto bíblico del día.
La
gente al principio se admira de que un paisano domine la Escritura de esta
manera, pero en un pueblo chico pronto aparecen los chismes y comentarios
negativos.
Para
ellos es simplemente un hijo del pueblo y por cierto, del conocido carpintero
José.
Al
final, Jesús, entristecido, tiene que volver la espalda a la multitud que lo
quería apedrear y se va lejos de ellos, con la pena de no haber podido hacer milagros
como en otros lugares.
Pienso
que muchas veces Dios nos quiere evangelizar a través de distintas personas,
incluso a través de nuestros familiares o amigos, pero nuestro orgullo nos
impide escucharlos.
Qué
dolorosa experiencia que tienen muchos evangelizadores cuando, queriendo
evangelizar a los suyos, nadie les hace caso o incluso se ríen de ellos.
Solo
el corazón sencillo está siempre abierto a Dios, sea cualquiera el camino que
utilice para llevarnos a su Reino.
José
Ignacio Alemany Grau