LEVÁNTATE Y COME
Resulta muy doloroso que la santa Madre
Iglesia haya tenido que obligar a sus hijos, los católicos, a comulgar al menos
una vez al año, bajo pecado mortal…
¿Y qué pecado es?
La falta de amor.
Dios quiera que una vez más al releer el
capítulo 6 de San Juan encontremos el amor maravilloso de nuestro Señor para
cada uno de nosotros y le sepamos corresponder
- 1 Reyes
Se levantó, comió y bebió y caminó cuarenta
días hasta el monte de Dios, Horeb.
Ya sabes de qué se trata.
Elías, perseguido y maltratado de manera
especial por los reyes de Israel, huyó por el desierto, se sentó bajo una
retama y se deseó la muerte:
“Basta, Señor,
quítame la vida que yo no valgo más que
mis padres”.
Y se quedó dormido. El ángel del Señor lo
despertó diciéndole:
“Levántate y come…
que el camino es superior a tus fuerzas”.
Esta escena se convirtió en un símbolo de
la Eucaristía que necesitamos todos para continuar en el camino hacia Dios.
Tú tienes problemas… Momentos difíciles...
A veces como que te desesperas y no ves
sentido a la vida.
¿Comes a Jesús?
La Iglesia te repite también a ti:
¡Levántate de tu pereza… de tu pasividad…
de tu pecado!
Y come el Pan del cielo que es Jesús. Y
bebe la Sangre de Cristo.
Tú necesitas a Jesús y Él, que te ama, se
te entrega.
Los buenos cristianos y los santos, de
manera especial, han vivido de la Eucaristía. Incluso algunos santos se han
alimentado solamente con este don sagrado.
Conocemos, por ejemplo, que Marta Robín que llevaba en su cuerpo los
estigmas de Cristo. Ella durante 50 años se alimentó únicamente con la
Eucaristía.
- Salmo 33
“Gustad y ved qué
bueno es el Señor”.
Hay cosas que no se conocen por teoría.
Una de ellas es el sabor de los
alimentos.
Durante una reflexión nos contaron que un
expositor que negaba la Eucaristía hablaba ante la gente sencilla y de pronto
un campesino que le escuchaba se paró, y con paciencia que desesperaba al
“evangelizador” se comió una naranja. Al terminar preguntó al “maestro” a qué
sabía la naranja que había comido.
El otro, molesto, le contestó de mala
manera:
-
Usted
sabrá, que se la ha comido.
El campesino le dijo con toda paz:
-
Tampoco
usted puede decir que es la Eucaristía y el sabor que tiene si no la ha comido.
Qué bien nos viene este Salmo. Es una
invitación para que todos los cristianos nos acerquemos a comer la santa
Eucaristía de la que en estos días nos está hablando San Juan en su Evangelio:
“Gustad y ved qué
bueno es el Señor, dichoso el que acoge a Él”.
- San Pablo
Nos advierte: “No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que Él os ha marcado
para el día de la liberación final”.
De hecho sabemos que nunca podríamos
hacerlo porque el Espíritu Santo, por ser Dios, es infinitamente feliz. Nada ni
nadie lo puede entristecer.
Lo que quiere el apóstol es que no nos
dañemos a nosotros mismos actuando en contra de lo que el Espíritu nos pide
para crecer en santidad.
Meditemos lo que el Espíritu nos pide a
través de San Pablo.
“Desterrad la
amargura, la ira, los enfados y toda maldad.
Sed buenos,
comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Sed imitadores de
Dios como hijos queridos.
Vivid en el amor como
Cristo os amó y se entregó por vosotros”.
Toda una lección muy práctica. Si cumplimos
con ella el Espíritu Santo que nos ama se gozará en nosotros.
- Evangelio
Veamos algunas de las muchas enseñanzas de
Jesús en este precioso capítulo 6 de Juan.
Te invito a meditarlo con profundidad:
+ “Nadie
puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
Solo Jesús nos lleva al Padre y solo el
Padre nos lleva a Jesús.
+ “Yo
lo resucitaré el último día”.
Nadie más que Jesús nos ha prometido la
resurrección y solo Él, que es Dios verdadero, podrá cumplirlo.
+ “Todo
el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”.
Ya lo sabes. En el Dios único hay tres
Personas inseparables. Nosotros no podemos quedarnos con una sola de las tres
Divinas Personas como algunos pretenden: en el único Dios verdadero hay tres
Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
+ “El
que cree tiene vida eterna”.
Cuántas veces ha insistido Jesús en pedir
la fe. Por la fe en Él nos salvamos.
+ “Yo
soy el pan de la vida”; “Yo soy el pan vivo”.
Recuerda que este “Yo soy” es la afirmación que Jesús nos hace de su Divinidad ya que
esta fue la definición que Dios dio de sí mismo en el Antiguo Testamento.
Finalmente, tengamos por cierto que “la
vida del mundo” depende de comer el Pan que nos da Jesús que se entrega para
que nosotros tengamos vida.
Vayamos con prontitud y hambre a comer la
Eucaristía y en ella el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos salva.
¡Levántate de tu pereza espiritual y come
el Pan de Vida!
José Ignacio Alemany Grau, obispo