EL
RESUCITADO ES LA DIVINA MISERICORDIA
En el mundo
entero se celebra este domingo al Señor de la Divina Misericordia.
Las oraciones
del día se prestaban a ello desde hace cientos de años. Pero fue Juan Pablo II
quien, viendo la providencia de Dios en los mensajes de santa Faustina, pidió
que toda la Iglesia celebrara esta fiesta en la octava de Pascua.
Empecemos
rezando esta oración que nos invita a agradecer al “Dios de infinita misericordia”
el agua y la sangre que Jesús nuestro Redentor derramó en la cruz:
“Dios de
misericordia infinita que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de
las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia para que
comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado,
del Espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido”.
- Hechos de los apóstoles
La primera
lectura nos recuerda cómo vivieron los primeros cristianos el “mandamiento nuevo” que nos dejó Jesús
el primer Jueves Santo:
“El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una
sola alma.”
Ninguno pasaba
necesidad y lo más hermoso era que los miraban todos con mucho agrado, lo cual
era fuente de conversiones.
Buena lección
para todos los tiempos y en concreto para el nuestro.
Necesitamos
ayudarnos y confiar unos en otros.
Necesitamos
respetarnos y querernos.
Necesitamos
acercarnos… porque vivimos en un mundo tan frío que muchos hermanos nuestros
mueren de frío… en el alma, a pesar del calentamiento global.
- Salmo 117
Este salmo nos
invita a vivir en acción de gracias porque la Divina Misericordia es eterna.
Hoy como ayer,
familia por familia y corazón por corazón, debemos repetir “eterna es su misericordia… Es un milagro patente: lo ha hecho el
Señor”.
Es Él quien
actúa en este día:
“Sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
Sí. Ese gran día
del desborde de la misericordia es la Pascua: Resucitó el Señor.
- San Juan
El apóstol del
amor nos recuerda el misterio del corazón abierto de Jesús y su Divina
Misericordia:
“Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo.
No solo con agua, sino con agua y con sangre”.
Todo esto es una
maravillosa realidad, no es invento humano:
“El Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu
es la verdad”.
Aprovechemos la
sangre de Cristo que significa la Eucaristía y el agua que es el símbolo del
bautismo que nos trajo la vida de Dios.
- Verso aleluyático
Dichoso tú,
amigo, porque crees, sin haber visto al Resucitado.
Lo dijo el mismo
Jesús a Tomás:
“Porque me has visto has creído: dichosos los que crean
sin haber visto”.
Es decir, ¡tú y
yo!
- Evangelio
Podríamos decir
que el Evangelio de hoy es el de los regalos.
Examina bien y
mira cómo se derrama hoy la Misericordia Divina sobre la Iglesia primitiva como
fruto de la resurrección de Jesucristo.
Y esa misma Misericordia
se sigue derramando día a día hasta nosotros:
+ ¡La paz!
Esta paz es la
del Resucitado, muy distinta de la que da el mundo y que fácilmente termina en guerra.
+ El envío
No es cualquier
envío ni cualquier misión. Se trata de “como
el Padre me ha enviado así también los envío yo”: a proclamar el amor y la
misericordia.
+El Espíritu
Santo
Este Espíritu es
el de la misericordia y el perdón para los que se arrepientan de sus pecados.
Jesús transmite su
poder divino de perdonar a los apóstoles
y sucesores.
La segunda parte
del párrafo evangélico de hoy pertenece a ocho días más tarde, cuando el Mellizo,
Tomás, habla con gran exigencia diciendo que no creerá si no ve la señal de los
clavos y mete el dedo en los agujeros de los mismos.
Y aún más: “si no meto la mano en su costado”.
Tomás ha sido
una gran ayuda para nuestra fe:
+ Porque no fue
crédulo aceptando sin más lo que decían sus compañeros.
+ Porque nos
enseñó a rezar, y lo hacemos frecuentemente, con estas hermosas palabras:
“Señor mío y Dios mío”.
+ Porque nos
consiguió a nosotros esta alabanza de Jesús que nos recordaba el verso
aleluyático:
“Dichosos los que crean sin haber visto”.
Recemos unos por
otros a la Divina Misericordia a fin de conseguir la paz que necesita nuestro
mundo.
José
Ignacio Alemany Grau