DAR LA VIDA LIBREMENTE: EL GRAN SECRETO
Tengamos presente por una parte que la
llave de las vocaciones la tiene Dios Padre por lo que decía Jesús: “rueguen al dueño de la mies que envíe
obreros a su mies”.
Por otra parte recordemos esta hermosa
enseñanza de San Pedro que nos dice:
“Pastoread el rebaño
de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena
gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia sino con entrega generosa; no
como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelo
del rebaño”.
A estos pastores les invita San Pedro a
esperar gozosamente la corona que les dará el Pastor supremo.
Las lecturas de hoy nos hablarán de la
importancia de Jesús en el plan de Dios bajo la imagen de la piedra angular y
del Buen pastor.
- Los Hechos de los Apóstoles
Nos hablan de cómo “Jesús es la piedra que desecharon los arquitectos” de este mundo,
que vive de espaldas a Dios y a Cristo.
Sin embargo, Jesús será siempre la piedra
angular de todo el que edifique para Dios, es decir, no hay otro salvador que
pueda acercar a los hombres a Dios.
No tenemos que esperar a nadie más.
- Salmo 117
Este salmo es el que trae precisamente esa
comparación a la que pertenece la cita de San Pedro ante el Sanedrín que hemos
leído en la primera lectura.
Jesús es y será siempre el enviado de Dios
y por eso cada día en la Santa Misa y muchas veces en los salmos repetimos
estas palabras:
“Bendito el que viene
en nombre del Señor”.
- Juan
El apóstol Juan, en su carta, nos anima a
pensar en el amor que nos ha tenido el Padre Dios hasta el punto de llamarnos “hijos de Dios”.
Y el mismo Juan añade enseguida:
“¡Pues lo somos!”
Sabemos que “el mundo no nos conoce porque no le conoció a Él” porque, aunque
en nuestra alma llevamos el gran tesoro de la divinidad por la gracia
santificante, no se ha manifestado aun lo que seremos.
¿Y cuál es nuestro futuro?
Te invito a pensarlo:
“Seremos semejantes a
Él, porque lo veremos tal cual es”.
Ese es nuestro futuro aunque ahora llevamos
todos, la apariencia externa tan pobre y limitada.
- Verso aleluyático
El aleluya nos recuerda las palabras de
Jesús que son centrales en este día:
“Yo soy el Buen
Pastor, conozco mis ovejas y las mías me conocen”.
De que Jesús nos conozca no podemos dudarlo
porque Él es Dios. Pero ¿tú conoces bien a tu Pastor?
- Evangelio
Aunque breve, es muy profundo el párrafo de
hoy.
Lo primero con que nos encontramos es la
afirmación que Jesús hace sobre su divinidad:
“¡Yo soy!”
Y aquí define una de sus facetas, la de Buen
Pastor.
En el fondo se está identificando con el
pastor del que habla Isaías:
“Como un pastor que
apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el
pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían”.
De este pastor nos habla también Jeremías
(23,1-4); Ezequiel (34,16), etc., y sobre todo el salmo 23, tan querido por
todos.
Este será el gran Pastor de las ovejas como
lo llamará Hebreos 13,20.
¿Y cuáles son las características de este
pastor?
Según el evangelio de Juan:
+ Da la vida.
+ Conoce a sus ovejas.
+ Es conocido por sus ovejas.
+ Quiere la unidad:
“Y habrá un solo
rebaño y un solo pastor”
(“Padre, que sean uno”).
+ El mandato del Padre constituye la misión
del Buen Pastor.
Ese mandato es dar la vida y recuperarla.
Hay que tener en cuenta que el valor de la
muerte de Cristo es que da la vida porque quiere:
“Nadie me la quita
sino que yo la doy libremente”.
Este es el mérito de la vida de Cristo y de
la tuya. Si das la vida a Dios dásela libremente y con alegría. Como hace
calladamente la mamá que se desvive por sus hijos y el papá que trabaja para
que abunde el pan en casa.
El encanto del Buen Pastor que presenta
Jesús es una foto muy extraña:
El Pastor dando la vida por las ovejas. Lo
contrario de lo que sucede en la vida normal, donde las ovejas son sacrificadas
para que viva bien el pastor.
La Biblia nos presente a Jesús como Cordero,
además de pastor, en concreto, el Apocalipsis nos habla del Cordero degollado y
puesto en pie: Cristo muerto y resucitado.
José Ignacio Alemany Grau