Hay unas cosas tan graves que parece
imposible, no solo perdonarlas, sino también encontrar alguna excusa para
continuar en amistad.
Es claro que para nosotros una de las cosas
más difíciles es perdonar, pero Jesús perdona y nos da ejemplo de ello para que
sus discípulos también perdonemos.
- Hechos de los Apóstoles
San Pedro habla a la multitud y les explica
cómo Dios “ha glorificado a su siervo
Jesús al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato”.
Valientemente les recuerda cómo prefirieron
a Barrabás y pidieron la muerte de Jesús inocente.
Sin embargo, Pedro busca una excusa, la
única posible, y que coincide con las palabras de Jesús en la cruz:
“Lo hicisteis por
ignorancia y vuestras autoridades lo mismo”.
Jesús dijo: “perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”.
Dios cumplió de esta manera las profecías
que se habían escrito sobre el Mesías, y lo que Pedro les pidió a los judíos
entonces, y a nosotros hoy, es:
“Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados”
“Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados”
- Salmo 4
“Dios ha hecho
milagros en mi favor”, dice el salmista.
También yo lo digo porque así ha sido mi
vida.
¿Y no pasó también en tu vida esto mismo
que dice el salmo?
Te invito a buscar las maravillas que Dios
ha hecho en tu vida desde la infancia hasta hoy.
Y después, agradece.
Ten la seguridad de que el Señor te
escuchará cuando lo invoques y encontrarás la paz.
Esa paz que sirve hasta para dormir cada
noche:
“En paz me acuesto y
enseguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo”.
- San Juan
No peques, es lo que te pide el santo
apóstol y evangelista.
Pero si pecas, dice, recuerda “que tenemos a uno que abogue ante el Padre:
a Jesucristo el Justo”.
Nunca imites a Judas que se arrepintió y
hasta devolvió la plata…
Pero desesperado se ahorcó.
No conocía hasta dónde llega el amor de
Jesús y su perdón.
Lo que suele sucedernos es que no conocemos
a Dios, aunque rezamos y hablamos de Él:
A Dios lo conoce solamente el que guarda
sus mandamientos por amor.
Medita esta hermosa conclusión de San Juan:
“Quien guarda su
Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en Él a su plenitud. En esto
conocemos que estamos en Él”.
Te invito a repensar:
Estoy en Dios y quiero guardar su Palabra
por amor.
- Verso aleluyático
Este versículo recuerda el texto de San
Lucas que cuenta cómo los dos de Emaús, al desaparecer Jesús, después de partir
el pan, se dijeron:
“¿No ardía nuestro
corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”
También nos invita a pedir a Jesús algo muy
importante para nuestra vida de fe:
“Señor Jesús, explícanos las Escrituras;
haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas”.
Ese fue el regalo de Jesús a los apóstoles reunidos
en el cenáculo el día de la Pascua:
“Entonces les abrió
el entendimiento para comprender las Escrituras”, como leeremos en el Evangelio de este día.
- Evangelio
Narra el momento más emocionante para la
mayor parte de los Apóstoles:
Todos comentaban que el Señor había
resucitado y se había aparecido a Pedro.
En ese momento llegaron los de Emaús
comentando con emoción que lo habían visto y lo habían reconocido al partir el
pan…
Pero el grupo no acababa de aceptar la
resurrección, como cuenta San Marcos.
Es entonces cuando el mismo Jesús “se presenta en medio de ellos y les dice a
todos: paz a vosotros”.
Los apóstoles, que tenían todo cerrado por
miedo a los judíos, al comienzo creyeron ver un fantasma y se asustaron.
Por fin le vieron comer y se convencieron
de que el Maestro había resucitado.
De todas formas el evangelista nos advierte
que Jesús tuvo que darles un don especial para comprender las Escrituras y que
entendieran todo:
+ El sufrimiento del Mesías.
+ Su resurrección al tercer día.
+ Que su misión había sido proclamar la
conversión y perdonar los pecados con que la humanidad se había revelado contra
el Creador.
+ Que tomaran conciencia de que cada uno de
los Apóstoles debía ser testigo de la resurrección de Jesús.
La conclusión de hoy es que el amor de
Jesús es tan maravilloso que no ha venido a buscar a los santos sino a los
pecadores. Por eso, por mucho que hayamos pecado, su misericordia (y su
acogida) es mayor y siempre nos espera.
José Ignacio Alemany Grau