SI EL NECESITADO GRITA, DIOS LO ESCUCHA
Reflexión homilética para el XXX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Dos cosas distinguen al cristianismo que
pedía Jesús.
Las sabemos: el amor a Dios y al prójimo.
Pero, ¿las cumplimos?
En este domingo la liturgia te invita a
hacer un serio examen de conciencia.
De tu respuesta depende tu eternidad… al
menos, tal como presentó Jesucristo el examen final para todos (lo llamamos
“juicio final”).
¿Cómo
tratas al prójimo?
El Antiguo Testamento manda amar al prójimo
como a ti mismo.
El Nuevo Testamento dice: “Ámense unos a otros como yo os he amado”.
De todas formas creo que si cumpliéramos
bien el Antiguo Testamento, estaríamos en camino de salvación.
El libro del Éxodo nos concreta hoy algunas
cosas que podríamos leer así:
+ Tú estuviste desterrado en Egipto… trata
bien a todo extranjero.
+ Las viudas y los huérfanos son los
privilegiados de Dios. Sé caritativo con ellos porque si ellos gritan yo
respondo por ellos.
+ Si prestas dinero a un necesitado no se
te ocurra negociar con su pobreza. La usura es un pecado grave.
+ Si te dejan algo en prenda, devuélvelo a
su tiempo.
¿Sabes
por qué?
Porque tú no tienes un Dios único para ti y
el que te creó a ti y te salvó a ti, no ha olvidado a todos los demás.
Somos comunión y todos alabamos y
celebramos al único Dios que nos ha creado a todos.
Me encanta este salmo (17).
Fíjate con cuántos títulos alaba a Dios:
+ Mi fortaleza: Dios es como un castillo en
que me cobijo.
+ Mi Roca: Firmeza frente al mar.
+ Mi Alcázar: cobijo frente a cualquier
enemigo.
+ Mi Libertador: el único que me salva.
+ Dios mío: mi Creador y Señor.
+ Peña mía: inconmovible frente a las
dificultades.
+ Refugio: en el que me escondo en el
peligro.
+ Escudo: defensor frente a las agresiones.
+ Fuerza salvadora: como un ejército de
salvación.
+ Mi baluarte… ¿qué más puedo pensar de la
gloria de Dios?
Después de todas estas alabanzas y actos de
fe no nos queda más que repetir:
“Yo te amo, Señor, tú
eres mi fortaleza… Viva el Señor, bendita sea mi Roca”.
La
respuesta de Dios
Es Dios quien en el versículo aleluyático
te da la respuesta a tu obediencia y fidelidad:
“El que me ama
guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a Él”.
Qué felicidad mayor puede haber que el
saber que Dios te paga amor con amor… Pero amor con creces.
El
regalo de evangelizar
Si es caridad con el prójimo atenderle como
nos ha dicho el Éxodo, más hermoso es llevar el Evangelio, es decir, la
salvación, a quienes no la conocen.
Este es el caso de los Tesalonicenses que
evangelizaban de tal forma que Pablo pudo decir “vuestra fe en Dios ha corrido de boca en boca, de modo que nosotros no
teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles
de la acogida que nos hicisteis: cómo abandonando los ídolos os volvisteis a
Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”.
Gracias al esfuerzo de los Tesalonicenses
creció el mensaje de Dios vivo.
La
plenitud del amor
Para dejar mal a Jesús en público le hacen
una pregunta los fariseos:
“¿Cuál es el
mandamiento principal de la ley?”
Ellos sabían muy bien que entre los cientos
de preceptos el primero siempre estuvo claro en la ley de Dios:
Se lo recordó Jesús:
“‘Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser’. Este mandamiento
es el principal y primero”.
A nosotros, que nos hemos hecho de cabeza
democrática, nos parece que Dios debe ser amado a nuestra manera y según
nuestros personales criterios y medida.
Pero ésta, ni es ni puede ser, nuestra fe.
Dios está el primero de todos, sin
condiciones, y siempre.
¿Es así la verdad de Dios en nuestra vida o
somos de los que han apartado a Dios de la vida práctica y concreta, personal
nuestra, e incluso de la sociedad en que vivimos?
Porque la realidad es que Dios no solo no
es amado sobre todas las cosas sino que ha sido marginado de todas las cosas.
A nuestra sociedad le estorba Dios…
Pero nosotros hemos puesto a Dios sobre
todas las cosas y sobre nosotros mismos: ¡porque es el primero en todo!
José Ignacio Alemany Grau, obispo