Reflexión homilética para el XXIX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Los fariseos de
hoy han alejado a Dios de la sociedad.
Son tan creídos que
se bastan ellos solos para hacer un mundo distinto.
Sacaron a Dios y
sus mandamientos porque les estorbaban y han puesto sus propios mandamientos
con los que oprimen a todos.
Podemos creer
que estos hombres son todopoderosos. Sin embargo, a través
de ellos, el único
Señor de la historia llevará adelante su plan sobre la humanidad.
El orgullo
humano se hundirá y Dios triunfará.
Isaías
Hoy nos habla el
segundo Isaías que acompaña a Israel en el destierro. No olvidemos que hubo
tres profetas con este único nombre, uno antes y el otro después del destierro.
Nabucodonosor
llevó al destierro al pueblo de Dios. Humillados y fieles vivieron muchos en
tierra extraña, con fe, y cumpliendo los mandatos del Señor.
Hoy Isaías nos
presenta a Ciro y lo llama “el Ungido del
Señor”.
¿Por qué ungido
si era un pagano?
Este rey buscó
la paz para todos los pueblos y dio libertad al pueblo de Israel para que
rehiciera su cultura, su unidad y su fe en Dios.
Isaías glorifica
al Señor y pone en sus labios:
“Yo soy el Señor y no hay otro. Fuera de mí no hay Dios”.
No hay otro
porque Él sabe mover los corazones sanos para realizar sus obras.
¡Qué hermoso!
“Te pongo una insignia aunque no me conoces”.
Ciro, de hecho,
no conoce a Dios porque es pagano, pero Dios sí lo conoce.
Amigo, Dios te
conoce. Ojalá tú reconozcas de verdad a tu Señor.
No olvidemos que
hay paganos que, por seguir su conciencia sencilla, glorificarán a Dios mejor
que quienes nos llamamos católicos y casi no conocemos a Dios.
Salmo 95
Es un himno de
alabanza muy bello.
Nos pide:
+ Cantar a Dios
y contar sus maravillas.
+ Nos recuerda
que Dios es más grande y digno de alabanza que todos.
+ Todos los
pueblos, como una sola familia, llegaremos un día a cantar la gloria del Señor.
+ Adoremos a
Dios y proclamemos su grandeza.
Podemos terminar
con esta expresión del salmo que nos hace ver a Dios como dueño de la historia:
“El Señor es Rey, Él gobierna a los pueblos rectamente”.
San Pablo
Pablo admira la
vida de los Tesalonicenses cuya carta comenzamos hoy:
“Ante Dios nuestro Padre, recordamos sin cesar la
actividad de vuestra fe, el esfuerzo
de vuestro amor y el aguante de
vuestra esperanza en Jesucristo,
nuestro Señor”.
A continuación
el apóstol justifica su alabanza haciendo ver que “cuando se proclamó (entre ellos) el Evangelio, no hubo solo palabras sino además fuerza del Espíritu
Santo y convicción profunda”.
Amigos, así se
evangeliza. Con el poder del Espíritu Santo y teniendo una convicción profunda
en lo que predicamos.
Por suerte en
este mundo difícil, como en todos los tiempos pasados y futuros, nunca le ha
faltado al mundo a donde mirar, si tiene voluntad de buscar la verdad: son las
comunidades de la Iglesia de Jesús donde se glorifica a Dios y se ama a los
hombres de verdad.
Evangelio
¿Quién entiende
el corazón del hombre?
Los fariseos
odian a Roma y la humillación de tener que pagarle tributos.
Sin embargo
ellos mismos gritaron a Pilato contra Jesús diciendo:
“No tenemos más rey que el César”.
Hoy para tener
de qué acusar a Jesús le hacen una pregunta difícil porque si responde que hay
que pagar tributo, el pueblo se irá contra Jesús y si dice que no, los romanos
que expiaban por todas partes, podrían apresarlo.
La respuesta de
Jesús los dejó desconcertados:
“Pagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”.
El papel de la
Iglesia en la sociedad de hoy está claro:
Dar a la
sociedad lo que le pertenece. Sí.
Pero dar a Dios honor
y gloria como se merece por ser el único Creador y Señor de la historia.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo