Reflexión homilética para el XXXI domingo
del Tiempo Ordinario, ciclo A
En este domingo
XXXI del tiempo ordinario, ya próximos al final del año litúrgico, la enseñanza
de la Iglesia nos lleva a descubrir y hacer realidad cómo debe ser el servidor
de Dios. De esto nos hablará tanto Malaquías como Pablo y el mismo Jesucristo.
- Malaquías
El profeta nos
enseña cuál ha de ser la actitud del sacerdote que sirve a Dios.
Ante todo debe
dar gloria al gran Rey y hacer que su nombre sea respetado.
El sacerdote
tiene que obedecer a Dios para recibir su bendición.
Sin embargo el
sacerdote no ha cumplido los deberes tal como resalta el profeta:
+ Apartándose
del camino.
+ Haciendo acepción
de personas en el trato con los más pobres.
+ Haciendo que
los fieles tropiecen en la ley en vez de servirla con fidelidad invalidando la
alianza, no habiendo guardado los caminos del Señor.
Contra los que
actúan así se oye la voz del Señor que defiende al débil frente a los
responsables espirituales del pueblo.
La conclusión
que nos permite sacar Malaquías es ésta:
Todos tenemos un
mismo Padre que nos creó a todos por igual y por tanto debemos respetarnos
mutuamente y ayudarnos a mantenernos en el camino de la ley del Señor.
- Salmo responsorial (130)
Nos habla de
cómo debe ser el corazón del que sirve al Señor. Salmo breve pero lleno de
sentido.
A todos nos
gusta pensar y sobre todo permanecer en la actitud de que habla el salmista,
que se acurruca en los brazos de Dios, como un niño en los brazos de su madre.
Gocemos con los
sentimientos de este buen israelita:
“Señor mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros…
sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”.
Buena oración
para este día, repetir con el salmista:
“Espere Israel en el Señor ahora y por siempre”.
- San Pablo
Es bonito
descubrir debajo de estas líneas de Pablo a los Tesalonicenses cuál fue la
actitud de su corazón que a veces llega a presentarse más como madre que como padre:
“Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus
hijos”.
Es tan grande el
cariño que Pablo siente por los Tesalonicenses que les dice cómo deseaba “entregarles no solo el Evangelio de Dios
sino hasta nuestras propias personas”.
Todo esto, dice san Pablo, es porque los Tesalonicenses “se habían ganado nuestro amor”.
Como buen
apóstol, Pablo les recuerda cuántos esfuerzos y fatigas sufrió por ellos y cómo
se esmeró por servirles sin ser gravoso.
Hay algo muy
importante en este párrafo que debíamos tener nosotros en cuenta, porque a
veces no apreciamos la Palabra ni al que nos la enseña. Sin embargo, el que nos
da la Palabra de Dios, nos da el mayor regalo ya que nos pone en camino de
salvación. Esto es lo que resalta Pablo también en este día:
“No cesamos de dar gracias a Dios porque al recibir la
Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como Palabra de hombre,
sino cual es en verdad, como Palabra de Dios que permanece en vosotros los
creyentes”.
Cuántas veces
nos aburrimos escuchando la Palabra o aburrimos a los otros cuando la
presentamos:
La Palabra de
Dios es muy importante porque nos pone en camino de salvación.
- Evangelio
Finalmente, en
el Evangelio es Jesús mismo quien con su autoridad recalca, por una parte, la
manera cómo actúan los fariseos que lejos de guiar al pueblo israelita hacia el
Señor, lo desvían hasta el punto de que Jesús llega a decirles:
“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y
fariseos: haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen,
porque ellos no hacen lo que dicen”.
No puede haber
peor recomendación para un dirigente espiritual del pueblo elegido por Dios.
Nosotros tengamos
en cuenta la parte positiva que al final del párrafo bíblico enseña Jesucristo
cuando pide:
“No os dejéis llamar maestro porque uno solo es vuestro Maestro
y todos vosotros sois hermanos. No llaméis padre a nadie en la tierra porque
uno solo es vuestro Padre, el del cielo”.
Aprendamos bien
la lección de hoy:
“El primero entre ustedes será su servidor”.
Para esto
necesitamos una gran dosis de humildad y por eso termina diciéndonos Jesús esta
frase importante y difícil de cumplir, pero que con la gracia de Dios sí es
posible:
“El que se enaltece será humillado y el que se humilla
será enaltecido”.
José
Ignacio Alemany Grau, obispo