LLEGARÁ EL BANQUETE PARA TODOS
La liturgia de hoy nos invita a considerar
el Reino de los cielos como un banquete.
Esto tiene mucha importancia para nosotros
porque, cuando nos conocemos con alguien muy especial, con un amigo muy querido,
celebramos el encuentro comiendo. Nos parece que al comer lo mismo nos
identificamos unos con otros. Asimilar lo mismo nos hace felices.
En el fondo esta es la reflexión de hoy.
El cielo será un banquete sin comida ni
bebida, pero con él nos alimentaremos todos del Amor infinito de Dios. Pero
nunca nos saciaremos, nunca diremos basta.
Que las lecturas de la liturgia de hoy nos
ayuden a vivir siempre con hambre de Dios.
Isaías
Isaías es el primero que nos está hablando
de la comida como un gran regalo de Dios.
La liturgia quiere que nos traslademos de
esta primera lectura al Evangelio y así entenderemos mejor qué es el Reino de
Dios.
El profeta dice:
“Aquel día, el Señor
de los ejércitos preparará para todos los pueblos en este monte, un festín de
manjares suculentos, un festín de vinos de solera. Manjares enjundiosos, vinos
generosos…” Pero
no se fija solamente en el comer físico sino que además promete la felicidad
interior:
“Aniquilará la muerte
para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”.
Siempre es, ha sido y será ésta la
necesidad del hombre y hasta pelea y mata a los otros por conseguir la paz, la
felicidad.
Salmo
22
El salmo del Buen Pastor es muy conocido por
todos nosotros, muy repetido por la Iglesia y muy bien colocado entre las
lecturas de hoy.
Durante su reflexión nosotros repetiremos:
“Habitaré en la casa
del Señor por años sin término”.
Viene a ser como la respuesta a la lectura
anterior y a todo el ambiente de este domingo.
Sabemos que teniendo semejante Pastor,
nunca habrá quien nos pueda arrebatar la felicidad.
Meditemos el salmo y no nos apartemos nunca
del Buen Pastor.
Recuerda: habita siempre en la casa de
Dios.
Suspira por el cielo.
No te pegues demasiado a la tierra, porque
no te será fácil despegar cuando Dios te llame al banquete del cielo.
Tú siempre con tu Pastor.
Filipenses
Como el tiempo en este mundo es un paso
hacia el banquete del cielo, Pablo nos enseña a vivir siempre felices como él:
“Sé vivir en pobreza
y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo; la hartura y el hambre, la
abundancia y la privación”.
Esta vida tiene a Pablo feliz porque siente
como una realidad en su vida la presencia, la seguridad de Dios:
“Todo lo puedo en
Aquel que me conforta”.
La fuerza de Pable está en el Señor porque
sabe que Dios le recompensará y proveerá de todo.
Verso
aleluyático
“Que el Padre de
nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de vuestro corazón, para que
comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
¿Qué entiende Pablo por los “ojos del corazón”?
Posiblemente lo podemos entender en el
sentido de que la luz de Dios penetre en nuestro entendimiento y haga actuar al
corazón.
Evangelio
Ahora es Jesús quien nos va a decir que el
Reino de los cielos es un banquete muy grande. Una fiesta para todos.
La parábola nos refiere cómo un hombre
quiere celebrar la boda de su hijo (podemos entender que el Padre Dios celebra
el triunfo de Jesús resucitado), hace una gran fiesta, va invitando a todos los
conocidos y todos se excusan (podemos leer que el pueblo de Israel no acepta al
Señor).
Entonces, el rey manda llamar a toda clase
de personas, no importa la limitación que tengan (son todos los pueblos).
Todos entran al banquete y al ingresar se
les regala el traje de fiesta.
Cuando el rey va saludando a todos los
invitados, se encuentra uno “sin vestido
de fiesta”.
Podríamos pensar que si era muy pobre no
tenía dinero para comprar el vestido pero todos los invitados eran muy pobres.
Pero Dios no actúa así: El primero nos da y
luego nos pide.
Por eso el Evangelio dice que ese individuo
“no abrió la boca” porque no tenía
ninguna excusa y fue echado del banquete.
Recordemos siempre que Dios llama a todos
sin distinción de razas, naciones, colores… ni poder.
Todos somos llamados al banquete del Reino.
Para que podamos entrar, el día del
bautismo, Dios nos regaló el vestido de la gracia.
Anímate, amigo. Prepárate para el banquete
del Reino donde eternamente seremos felices comiendo el Amor.
José Ignacio Alemany Grau, obispo