Da la impresión de que los poderes del
mundo están acabando con la Iglesia. Quizá piensan que con unos cuantos
mártires más, como lo han hecho sus predecesores, desaparecerá del mundo la
Iglesia de Jesucristo.
Por eso resulta interesante que la Iglesia,
precisamente en medio de esta situación, nos ha escrito a todos un mensaje optimista
que empieza así:
“La Iglesia rejuvenece por el poder del
Evangelio, y el Espíritu continuamente la renueva, edificándola y guiándola con
diversos dones jerárquicos y carismáticos”.
La obra de Dios es más fuerte que la de los
hombres y pueden estar seguros de que en un futuro próximo todos los que han
botado a Dios de la sociedad y se han burlado de sus mandamientos… no tendrán
poder.
El Espíritu Santo sigue preparando a la
Iglesia de Jesús.
¡Él es más fuerte que el maligno! Su obra es
continua.
Cada nuevo cristiano recibe en el bautismo
la gracia divina que lo hace hijo de Dios, hermano de Jesucristo y heredero del
cielo. Al mismo tiempo recibe cuanto necesita para el crecimiento de su vida
sobrenatural: virtudes teologales, virtudes cardinales, dones, etc.
Todo esto lo hace el Espíritu Santo. Por
eso repetimos gozosamente:
En medio de esta sociedad, la Iglesia
rejuvenece por obra del Espíritu Santo.
Vayamos ahora a las lecturas.
El
prefacio
Nos enseña que el Padre “para llevar a
plenitud el misterio pascual (envío) hoy el Espíritu Santo sobre los que habías
adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que,
desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió
el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la
confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de
lenguas”.
Solamente con estas palabras ya tendríamos
para una meditación. Maravillosa obra la del Padre por medio de su Espíritu.
Los
Hechos de los apóstoles
Sin duda hemos leído muchas veces lo que
cuenta este libro sobre el día de Pentecostés. Leámoslo de nuevo pero tengamos
en cuenta que no son tan importantes los signos externos, que eran solo una
manera de llamar la atención y reunir la multitud. Fijémonos más bien en la
realidad, es decir, que el Espíritu Santo llegó para santificar a la Iglesia de
Jesús y la puso en movimiento irresistible a través de los siglos.
Salmo
responsorial (103)
Nos invita a glorificar al Señor por su
grandeza y las obras maravillosas que ha hecho y nos hace ver cómo el aliento
de Dios crea las cosas y repuebla la faz de la tierra.
Por eso con la Iglesia repetiremos muchas
veces en estos días:
“Envía tu Espíritu
Señor”.
Carta
de San Pablo a los Corintios
Nos habla de cómo toda la actividad de la
Iglesia y de cada uno de los que formamos parte de ella, es fruto del impulso
del Espíritu Santo y nos recuerda cómo la diversidad de dones y carismas los
produce el mismo Espíritu para el bien común, es decir, para santificación del
cuerpo de Cristo.
Pablo nos invita también a recordar siempre
que el Espíritu Santo, como alma de la Iglesia, es un continuo impulso para
vivir la unidad.
La
secuencia
Se trata de un himno especial para este día
en el que la Iglesia resalta la actividad del Espíritu Santo en las almas.
Al mismo tiempo es una ayuda para que
recemos y pidamos el Espíritu Santo a quien llama con cariño: Luz, Padre
amoroso, Don, Fuente de consuelo, Dulce huésped del alma…
Te invito a que, en un momento de oración
en este día, personalices este hermoso poema haciéndolo oración tuya.
Verso
aleluyático
La Iglesia hoy se hace petición. Quiere la presencia
continua del Espíritu Santo de distintas formas. La más común de las cuales es
tan simple como ésta: “¡Ven, Espíritu
Santo!”
Pídelo tú también al Padre y al Hijo que,
según la promesa de Jesús, llenen tu corazón con la luz del Espíritu que te
llevará a la plenitud de la verdad.
Evangelio
El Evangelio de San Juan nos recuerda el
momento de la Pascua en que Jesús, puesto en medio de los apóstoles, después de
saludarlos con la paz, “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.
Bendigamos a Jesucristo que con el Padre ha
querido regalarnos su Espíritu para que, por muchos que sean nuestros pecados,
estemos seguros de su misericordia.
José Ignacio Alemany Grau, obispo