Reflexión homilética sobre la Santísima
Trinidad
La Iglesia nos habla de este misterio en el
domingo siguiente a Pentecostés, pero todo el año y siempre nos está invitando
a hacer cada una de nuestras obras en honor de la Santísima Trinidad. Por otra
parte, en todas las oraciones que hace la Iglesia invoca a nuestro Dios uno y
trino.
Qué santa sería una persona que cuando hace
cualquiera de las cosas, aún más sencillas de la vida, repite con atención y
amor:
Esto lo hago en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
De todas formas vamos a las lecturas del
ciclo A donde encontraremos grandes enseñanzas para meditarlas y amarlas.
La
primera lectura
Nos presenta la definición que Dios da de
sí mismo a Moisés:
“Señor, Señor, Dios
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”.
Te invito a que de esta lectura del Éxodo
saques una conclusión muy importante para tu vida y para conocer el corazón
humano que busca a Dios inconscientemente: es el hambre de Dios.
Moisés no se contenta con la visión mística
que le ha regalado Dios, sino que le pide con todas sus fuerzas y en una actitud
muy humilde, echado por tierra:
“Que mi Señor vaya
con nosotros”.
A pesar de las infidelidades Moisés seguirá
exigiendo a Dios que lo acompañe siempre y no solo a él sino al pueblo que Dios
se ha escogido.
Un
saludo especial
En la Santa Misa, con frecuencia oyes este
saludo inicial, después de haber invocado a la Santísima Trinidad:
“La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, esté siempre con
todos vosotros”.
¿Sabes de dónde viene este saludo especial?
De la carta de San Pablo a los corintios
que leemos hoy.
En este saludo se pide la bendición del
Dios uno y trino para toda la asamblea que participa en la Eucaristía.
Ahí tienes nombrada, de una manera concreta,
a las tres Divinas Personas.
Después de meditar este saludo, te invito a
reflexionar en las primeras palabras del parrafito de hoy. Son muy importantes:
- Es una invitación a la alegría, cosa que
frecuentemente nos repite San Pablo.
- Viene después la invitación a la
conversión.
- También pide que nos animemos unos a
otros, porque muchas veces en la vida necesitamos unas palabras de aliento.
- Finalmente, el apóstol nos pide que
vivamos en paz teniendo unos sentimientos comunes entre todos, como nos dirá
San Lucas que los tenía la primera comunidad cristiana:
“Tenían un solo
corazón y una sola alma”.
Verso
aleluyático
Es una invitación a la alabanza.
La liturgia continuamente nos pide a
glorificar a Dios con estas palabras:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo”.
Lo repetimos al comienzo de las Horas del Oficio
Divino y al final de cada uno de los salmos.
Y es que lo más grande que puede hacer una
criatura es glorificar a su Señor.
Evangelio
En cuanto al Evangelio, hoy nos encontramos
con las palabras tan conocidas de Jn 3,16.
Si profundizas las primeras
palabras, te das cuenta de que al hablar del “amor” habla del Espíritu Santo; al
hablar de Dios habla del Padre y al hablar del Hijo unigénito se refiere a la
segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La obra de amor de la Santísima
Trinidad ha sido, pues, entregarnos al Verbo, encarnándolo, para que podamos
tener vida eterna.
En este párrafo del Evangelio
encontramos también una respuesta muy clara para quienes preguntan por qué, si
Dios es bueno, condena a los pecadores. Medita le respuesta:
“El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
“El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
Está claro que cada uno se prepara
la salvación o la condenación, según que acepte o rechace libremente al Verbo
encarnado, Jesucristo.
Prefacio
Finalmente, en el Prefacio
encontrarás, de una manera clara, lo fundamental que la Iglesia nos pide creer
con respecto a nuestro Dios que es Trinidad:
“Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor; no una
sola Persona sino tres Personas en una sola naturaleza”.
Esto lo creemos solo porque Dios
nos lo ha revelado, como un signo de su bondad. Por eso, “al proclamar nuestra
fe en la verdadera y eterna Divinidad adoramos tres Personas distintas, de
única naturaleza e iguales en su dignidad”.
En este hermoso día te invito a que,
en un momento libre, te encierres dentro de ti mismo y medites este gran
misterio que llevas dentro de ti desde el día del bautismo:
¡Dios vive en mi corazón!
José Ignacio Alemany Grau, obispo