22 de abril de 2017

LA PAZ DE LA DIVINA MISERICORDIA



Reflexión Homilética para el II Domingo de Pascua, ciclo A 
Hoy celebramos dos grandes acontecimientos que pueden llenar nuestras reflexiones de fe:
Por una parte, todo lo que incluye la octava de pascua y por otra la fiesta de la Divina Misericordia.

*       Octava de Pascua
*. Este domingo se llama “in albis” porque los bautizados en la noche pascual se quitaban hoy las “albas”, vestidos blancos que recibieron en el bautismo de esa noche luminosa.
*. Es también el día en que Jesús resucitado se aparece a los discípulos para enriquecerlos con dones muy especiales para extender el Reino.
*. La paz. Fue el saludo pascual del Señor, que no es la paz que da el mundo, sino la paz que trae el Resucitado para sus predilectos.
*. Les compartió su misión:
“Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”.
No es, por tanto, cualquier misión que pueden ofrecer los hombres, sino la misión salvadora que viene de la Trinidad.
*. Les dio también el Espíritu Santo y con Él el poder de perdonar:
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.
*. También en este día Jesús recoge su última oveja que se negaba a creer en la resurrección, el apóstol Tomás. Él había dicho:
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos… no lo creo”.
Ahora Jesús lo llama y le dice:
“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos… y no seas incrédulo sino creyente”.
En ese momento Tomás nos enseñó esta bella oración de adoración:
“Señor mío y Dios mío”.
*. El Evangelio termina animándonos a todos a vivir de la fe:
“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Con esto Jesús nos animó a ti y a mí, mereciendo estas palabras de la carta de San Pedro que nos dice hoy:
“No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra salvación”.

*       La Divina Misericordia
El Papa san Juan Pablo II, como recogiendo toda la entrega de Jesús en su pasión, muerte y resurrección, nos invitó a celebrar hoy a Jesús resucitado como Divina Misericordia. Él con su sangre y agua en el Calvario firmó el perdón para todos y nos ofreció la salvación.
La verdad es que la liturgia de la octava de pascua que es muy antigua, habla directamente de la misericordia de Dios en distintos momentos:
*. La oración colecta comienza invocando al Señor y lo llama “Dios de misericordia infinita”. Como petición suplica a Dios que nos conceda:
- Crecer en los dones de su gracia.
- Comprender mejor el bautismo que nos purificó.
- Conocer el espíritu que nos ha hecho renacer.
- La sangre que nos ha redimido.
*. El salmo responsorial es precisamente el 117 que nos pide repetir:
“Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia”.
*. También San Pedro nos habla del “Padre de nuestro Señor Jesucristo que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva”.
Finalmente, en esta respuesta de amor a la Divina Misericordia, los Hechos de los apóstoles nos invitan a vivir como los primeros cristianos.
Examina este pasaje, una vez más, y lleva a tu casa, a tu comunidad o grupo, esa forma maravillosa de vida:
“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”.
Tenemos que aprender de ellos a compartir el pan y la fe.
Les dejo como pensamiento especial en este día de la Divina Misericordia las palabras de santa Teresita del Niño Jesús al hermano redentorista Marcel Van:
“Nunca tengas miedo de Dios: no sabe más que amar”.
Y también este otro de san Hilario de Poitiers:
“Dios solo sabe ser amor y solo sabe ser Padre”.
Ten presente que Jesús resucitado es pura misericordia.


José Ignacio Alemany Grau, obispo