Reflexión Homilética para el II Domingo de Pascua, ciclo A
Hoy celebramos dos grandes acontecimientos
que pueden llenar nuestras reflexiones de fe:
Por una parte, todo lo que incluye la
octava de pascua y por otra la fiesta de la Divina Misericordia.
Octava
de Pascua
*. Este domingo se llama “in albis” porque los bautizados en la
noche pascual se quitaban hoy las “albas”, vestidos blancos que recibieron en
el bautismo de esa noche luminosa.
*. Es también el día en que Jesús
resucitado se aparece a los discípulos para enriquecerlos con dones muy
especiales para extender el Reino.
*. La paz. Fue el saludo pascual del Señor,
que no es la paz que da el mundo, sino la paz que trae el Resucitado para sus
predilectos.
*. Les compartió su misión:
“Como el Padre me ha
enviado así también os envío yo”.
No es, por tanto, cualquier misión que
pueden ofrecer los hombres, sino la misión salvadora que viene de la Trinidad.
*. Les dio también el Espíritu Santo y con
Él el poder de perdonar:
“Recibid el Espíritu
Santo; a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis les quedan retenidos”.
*. También en este día Jesús recoge su
última oveja que se negaba a creer en la resurrección, el apóstol Tomás. Él
había dicho:
“Si no veo en sus
manos la señal de los clavos… no lo creo”.
Ahora Jesús lo llama y le dice:
“Trae tu dedo, aquí
tienes mis manos… y no seas incrédulo sino creyente”.
En ese momento Tomás nos enseñó esta bella
oración de adoración:
“Señor mío y Dios
mío”.
*. El Evangelio termina animándonos a todos
a vivir de la fe:
“¿Porque me has visto
has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Con esto Jesús nos animó a ti y a mí,
mereciendo estas palabras de la carta de San Pedro que nos dice hoy:
“No habéis visto a
Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo
inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra
salvación”.
La
Divina Misericordia
El Papa san Juan Pablo II, como recogiendo
toda la entrega de Jesús en su pasión, muerte y resurrección, nos invitó a
celebrar hoy a Jesús resucitado como Divina Misericordia. Él con su sangre y
agua en el Calvario firmó el perdón para todos y nos ofreció la salvación.
La verdad es que la liturgia de la octava
de pascua que es muy antigua, habla directamente de la misericordia de Dios en
distintos momentos:
*. La oración colecta comienza invocando al
Señor y lo llama “Dios de misericordia infinita”. Como petición suplica a Dios
que nos conceda:
- Crecer en los dones de su gracia.
- Comprender mejor el bautismo que
nos purificó.
- Conocer el espíritu que nos ha
hecho renacer.
- La sangre que nos ha redimido.
*. El salmo responsorial es precisamente el
117 que nos pide repetir:
“Digan los fieles del
Señor: eterna es su misericordia”.
*. También San Pedro nos habla del “Padre de nuestro Señor Jesucristo que en su
gran misericordia, por la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva”.
Finalmente, en esta respuesta de amor a la Divina Misericordia, los Hechos de los
apóstoles nos invitan a vivir como los primeros cristianos.
Examina este pasaje, una vez más, y lleva a
tu casa, a tu comunidad o grupo, esa forma maravillosa de vida:
“Los hermanos eran
constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la
fracción del pan y en las oraciones”.
Tenemos que aprender de ellos a compartir
el pan y la fe.
Les dejo como pensamiento especial en este
día de la Divina Misericordia las palabras de santa Teresita del Niño Jesús al
hermano redentorista Marcel Van:
“Nunca tengas miedo de Dios: no sabe más
que amar”.
Y también este otro de san Hilario de
Poitiers:
“Dios solo sabe ser amor y solo sabe ser
Padre”.
Ten presente que Jesús resucitado es pura
misericordia.
José Ignacio Alemany Grau, obispo