Reflexión homilética para el Domingo de
Resurrección, ciclo A
La Vigilia Pascual es la celebración más
importante de toda la liturgia porque recoge el momento clave de la historia de
salvación de la humanidad.
Supongo que has ido viviendo la Semana
Santa con mucho amor y ahora ya has compartido o vas a compartir, esta
ceremonia litúrgica con toda la comunidad a la que perteneces.
Te ofrezco esta sencilla reflexión con
tiempo, para que puedas encontrar en ella una pequeña ayuda para vivir la noche
santa.
La liturgia celebra el momento de la
resurrección de Jesucristo. Lo hace mediante signos, lecturas, cantos y de una
manera especial con la luz y el Pregón Pascual.
Recorramos las partes fundamentales de la
ceremonia:
La
bendición de la luz
En esta noche se bendice la luz nueva que,
si se puede, se prende con la chispa que brota del golpe de dos piedras y si no
simplemente de un fósforo.
Con esa luz se prende el cirio. Jesús dijo
que Él era la luz del mundo. Lo enterraron y creyeron que lo habían apagado
para siempre. Pero no fue así. De la oscuridad del sepulcro brotó una luz nueva
que ya nadie podrá apagar.
Por eso ahora con la luz nueva del cirio
prendemos todas nuestras velas, demostrando así que el fruto de la resurrección
nos trajo a todos la luz, la fe, el amor.
Por eso cantamos felices a la “Luz” que es
Cristo.
El
Pregón Pascual
Después de la breve procesión de las luces
que ha llenado de claridad la Iglesia, se entona el solemne “Pregón Pascual”.
Se atribuye a san Agustín. Es precioso. No
te pierdas ningún detalle. Piensa que en él se canta a Jesús que pasó de la
oscuridad del sepulcro a ser el “lucero matinal que no conoce ocaso”:
Cristo resucitado nunca se apagará.
Durante el pregón, se hacen varias
alusiones a la historia de la salvación, que empieza con la salida de Egipto y
nos habla de la columna de fuego que iluminó al pueblo de Dios:
“Qué noche tan dichosa:
Solo ella conoció el momento en que Cristo
resucitó de entre los muertos”.
También dice:
“Esta es la noche de la que estaba escrito:
‘la noche será clara como el día, la noche iluminada por mi gozo’”.
Todos, con las velas encendidas como un
signo externo y luminoso de nuestra fe, rezamos y cantamos a Jesús vivo, Dios y
hombre, Amigo verdadero y fiel, y de manera especial Luz, la única luz en
nuestro caminar.
La
historia de la salvación
Después del Pregón Pascual, viene un largo
tiempo de meditación que, para algunos puede ser tiempo de “dormición”, pero
para los espíritus inquietos un tiempo de recordar con gozo los hitos más
importantes de la historia de la salvación.
La Iglesia quiere que nos demos cuenta de
la grandeza del amor de Dios y cuánta misericordia ha habido desde el
“protoevangelio” (“enemistades pondré entre ti y la mujer”) hasta la
encarnación del Verbo, el Hijo de la Mujer que aplastó la cabeza de la
serpiente con su muerte y resurrección.
Son siete lecturas, seguidas cada una de un
salmo y una oración:
*La creación, principio de la obra amorosa
de Dios para con el hombre.
*El sacrificio de Abraham, nuestro padre en
la fe, en quien Dios nos bendijo a todos.
*Paso del mar rojo, el paso a la libertad
definitiva.
*El amor de Dios a Israel manifestado como
misericordia en Isaías.
*La alianza perpetua, también de Isaías.
*Baruc non invita a caminar en la claridad
del Señor.
*”Os infundiré mi Espíritu para que
caminéis según mis preceptos”, de Ezequiel.
La
alegría pascual
A continuación la liturgia conduce a la
comunidad cristiana que ha meditado con profundidad a un momento de expansión y
alegría centrado en el canto del gloria y del aleluya, que no han sido cantados
durante todo el tiempo cuaresmal.
Luego San Pablo nos anima a gozar con la resurrección
de Cristo que es también la esperanza de nuestra propia resurrección.
El
Evangelio
Nos relata la resurrección de Jesús contada
por San Mateo:
El ángel que corrió la piedra del sepulcro
se sentó encima de ella y dio a las mujeres el mensaje más importante de toda
la historia:
“No está aquí. Ha
resucitado como había dicho…”.
De vuelta a la ciudad Jesús mismo se
aparece a las mujeres y les dice:
“Alégrense”.
Este, amigos todos, es el mensaje
maravilloso de la Pascua de Jesús:
Si creemos, si somos de Jesús, la alegría debe
llenar nuestro corazón y debemos darla a conocer a todos:
¡Alegría! ¡Jesús resucitó de verdad!
¡Feliz Pascua de resurrección para todos!
José Ignacio Alemany Grau, obispo