Reflexión homilética para este domingo 31
de diciembre
Ante todo feliz Año Nuevo 2018 y que el
Señor bendiga todos los proyectos e ilusiones que tienes tú y sobre todo los
que Él tiene sobre ti.
No creo que te extrañe el título de esta
reflexión porque la vida parece una escalera de caracol por la cual vamos
repitiendo casi a diario los mismos acontecimientos y nos puede parecer muy
monótona.
Sin embargo la realidad es que pasa el
tiempo y cada vez estamos más arriba.
Lo que hace importante a la escalera de
caracol es el equilibrio que tenga sobre el mismo y único eje central. Entonces
subimos tranquilamente peldaño tras peldaño.
Te deseo que el eje central de tu año y de
tus años siempre sea el mismo y único: Dios que es el que te hace feliz y fuerte.
La Iglesia hace mucho tiempo que puso en el
primer día del año la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, para marcarnos
una orientación segura durante los 365 días.
Esto es maravilloso.
Si seguimos la comparación, María ha
llegado a lo más alto a que puede llegar criatura alguna.
Por eso es bueno que desde el primer día del
año aprendamos a ascender siempre recordando aquel hermoso dicho:
“Al principio era la Madre”.
A través de María e imitándola, llegaremos
siempre a nuestra felicidad que es Dios.
Vayamos ahora, aunque brevemente, al
mensaje de las lecturas de este día.
Libro
de los Números
Este libro nos habla hoy de la bendición
que Dios enseñó a Moisés, diciéndole:
“Esta es la fórmula
con que bendeciréis a los israelitas”.
Muchas veces he visto en la sierra que los
padres de los novios, cuando salíamos los sacerdotes del despacho parroquial,
bendecían a sus hijos que tenían delante puestos de rodillas.
¿Cómo bendices tú?
Porque supongo que lo haces a los tuyos,
especialmente a tus hijos.
Dios debe dar una bendición muy especial a
través de los papás.
Te invito a aprender bien esta bendición
que, aunque es del Antiguo Testamento, lleva tanta hermosura que incluso san Francisco de Asís la repetía
muchas veces:
“El Señor te bendiga
y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El señor te muestre
su rostro y te conceda la paz”.
Lo más bonito es lo que viene a
continuación:
“Así invocarán mi
nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré”.
Después de esta invocación será bueno que
añadas la que hacemos siempre los católicos, es decir: “en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Salmo
responsorial (66)
Muy apropiado para el día especialmente
sobre la bendición que acabamos de comentar:
“El Señor tenga
piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros… Oh Dios, que te alaben
los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga”.
San
Pablo a los Gálatas
Nos dice hoy el apóstol que Dios “envió a su Hijo nacido de mujer”.
Sí. Dios quiso necesitar de una mujer. Es
de fe. Por eso precisamente María es Madre de Dios, porque su verdadero Hijo,
es verdadero Dios.
Y nos advierte San Pablo que el Hijo de
Dios vino para “sacarnos de la
servidumbre de la ley y hacernos hijos de Dios por adopción”.
Te hago la misma invitación que San Pablo
en este día:
Aprovecha la presencia del Espíritu Santo
en ti para repetir una y mil veces esta sencilla oración:
“¡¡Abbá, Padre!!”.
Versículo
aleluyático
Nos hace una advertencia muy importante,
tomada de la carta a los Hebreos.
Si es cierto que Dios nos habló muchas
veces por medio de los profetas, ahora, como última y definitiva vez, nos ha
hablado por Jesús y a Él tenemos que escuchar y seguir.
Evangelio
El Evangelio de San Lucas en este ambiente
navideño, nos cuenta cómo los pastores, al oír a los ángeles que cantaban a
Dios fueron corriendo a la cueva y contaron todo lo que “les habían dicho de aquel Niño”.
Dice el Evangelio que todos se admiraban de
lo que decían los pastores.
Y “María
conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”.
¡Contemplativa!
¿Cuando lees el Evangelio de la Navidad,
meditas la profundidad del misterio que encierra la encarnación del Verbo?
Finalmente, el Evangelio termina
contándonos la circuncisión, que era un rito que cumplía todo israelita hombre,
como signo de pertenencia al pueblo de Dios.
Como dice la Biblia Didajé “la circuncisión
era un signo para unirse a la alianza de Israel como descendiente de Abraham”.
Era entonces cuando le imponían el nombre al pequeño:
“Le pusieron por
nombre Jesús, como lo había llamado el ángel, antes de su concepción”.
Ya sabes que etimológicamente, Jesús
significa “Yavé salva”.
Ese era su nombre y su misión.
En nombre de Jesús te deseo un FELIZ AÑO
2018.
José Ignacio Alemany Grau, obispo