Reflexión homilética para el XXVIII domingo
del Tiempo ordinario, ciclo C
En este domingo se nos presenta la lepra
como una enfermedad muy dolorosa y durante mucho tiempo incurable. Basados en
esto, muchas veces se compara el pecado con esta enfermedad.
Jesús, redentor del pecado y dueño de la
salud, dominará esta enfermedad varias veces como un signo de salvación, a lo
largo de su vida.
El
profeta Eliseo
La primera lectura de hoy es sobre el
profeta Eliseo, cuyo nombre significa “Dios
salva”.
La curación de una persona, sobre todo
tratándose de la vida de fe, suele preparar a la conversión y por ésta a la
salvación de Dios.
Hoy recordamos a Naamán, jefe del ejército
del rey sirio que “era un gran militar,
pero era leproso”.
Cuando fue a Eliseo para que lo curase, el
profeta le mandó bañarse siete veces en el Jordán.
El militar se pone furioso y se burlaba del
Jordán, que es una acequia comparado con los grandes ríos el Farfán y el Abaná.
Resolvió regresarse a su tierra, pero la
gente que iba con él le hizo pensar: “padre
mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho?”.
El general hace un acto de humildad que nos
enseña cuán bueno es a los que se creen importantes escuchar los consejos de
los sencillos.
Naamán baja al río. Se baña siete veces y “su carne volvió a ser como la de un niño”.
El párrafo de hoy recoge el agradecimiento
de Naamán, que dice:
“Ahora reconozco que
no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”.
A su manera, como un recuerdo y una promesa
de adoración al Dios de Israel, pide llevar tierra de Israel para adorar sobre
ella, en Damasco, solamente al Dios que ha descubierto.
San
Pablo
Cristo ha vencido no solamente la
enfermedad sino la misma muerte.
Por eso Él nos da esperanza no solo de la
curación de una enfermedad sino de algo más importante: la resurrección.
Como todo esto lo debemos a Cristo,
tengamos en cuenta las palabras de Pablo: “haz
memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Es doctrina segura: si
morimos con Él, viviremos con Él, si perseveramos reinaremos con Él”.
Por otra parte nos advierte el apóstol que
si negamos a Cristo Él nos negará.
Por tanto, es en Jesucristo en quien
encontramos la salud y la salvación.
Evangelio
La mayor parte del Evangelio de Lucas nos
va narrando el camino de Jesús desde Galilea, donde empieza el apostolado,
hasta Jerusalén donde será crucificado.
En cada una de las etapas nos lo recuerda.
Hoy que empieza una nueva etapa nos dice así:
“Yendo Jesús camino
de Jerusalén pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iban a entrar en un pueblo,
vinieron a su encuentro diez leprosos” que se pararon a lo lejos, cumpliendo la
ley que les prohibía acercarse a los sanos, y comenzaron a gritar:
“Jesús, maestro, ten
compasión de nosotros”.
Jesús también, cumpliendo la ley, les
indica: “Id a presentaros a los
sacerdotes”.
Mientras van a los sacerdotes se dan cuenta
de que han quedado totalmente limpios de la lepra.
Los nueve siguieron adelante, seguramente
con mucha alegría. Uno de ellos recapacita, se da la vuelta y busca a Jesús “alabando a Dios a grandes gritos y se echó
por tierra a los pies de Jesús dándole gracias”.
En ese momento Jesús tiene una reacción muy
humana y dice:
“¿No han quedado
limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? ¿No ha vuelto más que este
extranjero para dar gloria a Dios?”
Seguramente que este hombre se fue muy
feliz sobre todo por las últimas palabras que le dijo Jesús y que una vez más
confirman lo que tantas veces nos repite la liturgia: “levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Este pasaje nos hace pensar que los diez
leprosos tenían fe y por eso fueron a Jesús
a pedirle el milagro.
Él los mandó al sacerdote, pero su fe era
interesada y no supieron agradecer.
Les faltó fe para agradecer a Dios.
No olvidemos que precisamente la acción de
gracias es una de las oraciones más importantes.
Texto
aleluyático
Pertenece a la carta de Pablo a los
tesalonicenses.
Después de pedirles la alegría: “estad siempre alegres. Sed constantes en orar”,
(¡ojo!) que la alegría y la
oración unidas es una lección importante para todos nosotros que muchas veces
al orar más tenemos cara de amargados que de hijos felices que rezan al Padre.
Pues después de estas frases, viene la del
verso aleluyático de hoy:
“Dad gracias en toda
ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros”.
El texto viene a resaltar la espontaneidad con
que Jesús se lamenta porque solo uno vino a dar gracias.
Ser agradecido es una cualidad muy humana
que todos merecemos. Pero Dios es quien merece más que nadie nuestra acción de
gracias gozosa.
Como ya está dicho antes, Pablo advierte: “esta es la voluntad de Dios”.
“¡Dios quiere que
seamos agradecidos!”
¡Gracias por todo, Señor!
José Ignacio Alemany Grau, obispo