Reflexión homilética para el
XXVII domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
En este domingo la liturgia
nos invita a reflexionar sobre la fe y pedir al Señor (hasta con gritos): “¡aumenta mi fe!”.
El profeta Habacuc
Posiblemente el nombre
corresponda a una planta, la albahaca.
Su libro es un diálogo entre
el profeta y Dios.
Es posible que haya escrito
a principios del siglo VII antes de Cristo.
El párrafo de hoy ha unido
unos versículos del capítulo primero y otros del segundo.
En la primera parte el
profeta grita a Dios: “¿hasta cuándo
clamaré, Señor, sin que me escuches?... ¿por qué me haces ver desgracias?”
Por su parte el Señor le
responde:
“Escribe
la visión… grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido… el injusto
tiene el alma hinchada pero el justo vivirá por su fe”.
Este versículo último es el
que más repetimos:
“El
justo vive de la fe”.
Podemos encontrarlo dos
veces en San Pablo (Rm 1,17; Ga 3,11) donde explica claramente que el contenido
de esta fe de la que vive el justo es Cristo Jesús, nuestro Redentor que pasó
por la muerte a la resurrección.
También la carta a los
Hebreos (10,38) nos repite “el justo vive
de la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor”.
El salmo responsorial
Ya sabemos el sentido de la
palabra “hoy” en la Biblia.
En Dios todo es un presente
y para nosotros sus palabras cada día son nuevas.
Este salmo (94) nos invita a
la conversión y nos urge para que sea hoy y no quiere que repitamos con nuestra
vida las palabras del famoso soneto de Lope de Vega:
“Cuántas veces el ángel me
decía:
Alma, asómate agora a la
ventana,
verás con cuánto amor llamar
porfía,
y cuántas, hermosura
soberana
mañana le abriremos,
respondía
para lo mismo responder
mañana”.
Medita: Ojalá escuches “hoy la voz del Señor: no endurezcas tu
corazón”.
No imitemos a tantos seres
humanos que a través de la historia rechazaron a Dios “aunque habían visto sus obras”.
San Pablo
Escribiendo la segunda carta
a Timoteo nos deja unas frases muy bellas en este día en que meditamos sobre la
fe.
En primer lugar, sabemos que
Pablo ha puesto toda su fe en Jesucristo. Para él “Jesucristo es el primero en
todo”, por eso en el versículo anterior a la segunda parte de la lectura de hoy,
le dice con toda alegría a Timoteo: “sé
de quién me he fiado”. “Estoy persuadido de que tiene poder para velar por mi
depósito (la fe)”.
Y él a continuación pide a
Timoteo: “ten por modelo las palabras
sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo
Jesús”.
Quiero recalcar que medites
cómo para Pablo Jesucristo es la única clave de su vida. Por eso añade a
Timoteo: “vela por el precioso depósito
con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.
Qué maravilla, amigo, pensar
en la inhabitación del Espíritu Santo dentro de ti y cómo Él es el que te
mantiene en la fe.
El Evangelio
Buena oración para nosotros
en este día de la fe.
Los apóstoles, un buen día,
no sabemos por qué motivo, le dicen a Jesús una oración simple que nos vendrá
bien repetir con frecuencia: “auméntanos
la fe”.
La respuesta de Jesús va más
allá de la petición de los apóstoles: “si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: arráncate de
raíz y plántate en el mar”.
Con esto enseña Jesús que,
si nuestra fe en Dios fuera auténtica, haríamos milagros inimaginables.
La comparación entre la fe y
la mostaza parece extraña, pero más difícil parece que de algo tan pequeño e
insignificante, como los granitos de mostaza que comen mis canarios cada día,
pueda salir un arbolito en el que aniden los pájaros.
Lucas presenta a
continuación una especie de parábola que no tiene que ver con el tema de hoy,
en la que nos dice que cumplamos con nuestro deber sin ningún tipo de orgullo y
ni siquiera esperar recompensa, por eso al terminar nuestras obligaciones
debemos decir en humildad: “somos pobres
siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Que nos quede como recuerdo
de este día vivir una fe profunda acompañada de la humildad.
José Ignacio Alemany Grau,
obispo