Hoy te dejo unos pensamientos para que
puedas profundizar mejor al hacer las lecturas y escuchar la homilía del
próximo domingo.
Primera
lectura
Nos cuenta el Génesis que aquél día estaba
Abraham a la sombra de la encina de Mambré, resguardándose del fuerte calor
cerca de la puerta de su tienda.
El Señor se le presenta. Abraham alza los
ojos y ve a tres hombres frente a él.
Les ruega que se detengan y les prepara un
buen almuerzo: una hogaza de pan, un ternero hermoso, cuajada y leche.
Es la bien admirada hospitalidad de los
orientales y más en unos lugares poco poblados.
Los Santos Padres y los iconos de oriente
nos presentan en esta escena un adelanto del gran misterio de un solo Dios y
tres Personas. Un “Señor que se aparece”
y habla, y “tres hombres en pie frente a
él”.
Después de comer preguntan a Abraham: “¿dónde está Sara, tu mujer?”
¿Dónde podía estar una mujer que durante
muchos días solo escuchaba la voz de su marido?:
¡Dentro de la tienda escuchando!
¡Dentro de la tienda escuchando!
Uno de los tres dijo:
“Cuando vuelva a ti
dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”.
Sara que estaba escondida lo escuchó y se
rió: ya era imposible, dos viejos y ella estéril.
Por eso cuando a los nueve meses se cumplió
la promesa, nació el pequeño y lo llamaron Isaac, que significa “hijo de la risa”.
El
salmo responsorial (14) pregunta: “¿Señor
quién puede hospedarse en tu tienda?”
Y nos presenta once criterios para entrar en
la casa del Señor. Te invito a que tomes en tu mano el salmo y los busques:
valen para nuestros días.
Será bueno que, si quieres saber si te vas
preparando para entrar en la casa del Padre, te examines y si las faltas son
graves, te confieses antes de acercarte a comulgar. Y si no son graves, te
vayas purificando.
San
Pablo a los Colosenses
“Ahora me alegro de
sufrir por vosotros; así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo
por su cuerpo que es la Iglesia”.
¿Estará incompleta la redención realizada
por Jesús?
De ningún modo: El sufrimiento de Jesús,
por ser infinito, fue más que suficiente para salvar a todos y siempre.
Cuando Pablo habla “de completar en mi carne los dolores de Cristo” se refiere a que
debemos cooperar con la gracia recibida y esto de tres maneras: cargar la cruz,
guardar la ley y buscar la santidad y perfección que nos pidió Jesús.
Por otra parte, recordemos que el
sufrimiento nos ayuda a participar en la cruz de Cristo y así podemos obtener
la gracia de la conversión nuestra y la de otras personas.
El Apóstol también habla del misterio
escondido hasta ahora: Ese misterio consiste en que Cristo es para nosotros la
esperanza de la gloria. Se trata del bautismo que hace a los hombres nuevos
cristianos. Si somos fieles, ese misterio de Cristo nos asegura la vida eterna.
El
versículo aleluyático nos ayuda a vivir con un corazón noble y generoso para
poder guardar en él la Palabra de Dios y dar fruto que permanezca.
El
Evangelio de hoy nos lleva a Betania donde Marta y María hospedaban a Jesús.
El detalle concreto que nos presenta San
Lucas viene a ser como una escena casera: Marta, la responsable, se preocupa
por preparar la comida para Jesús y sus apóstoles. María, a los pies del
Maestro, escucha sus enseñanzas.
Jesús no le reprocha a Marta por su
espíritu de servicio, que es tan importante, sino porque está perdiendo la
oportunidad de escucharle.
En la Tradición de la Iglesia muchas veces
se compara la actitud de las dos hermanas con la vida religiosa: Marta
representa la vida activa y María la contemplativa.
Ambas cosas son necesarias en la Iglesia de
Jesús.
Tú, amigo, vive el misterio que te va a
salvar y ten frecuente comunicación con Él: en medio de tu actividad búscate
momentos para “contemplar a Jesús”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo